lunes, marzo 30, 2009

Las dos Españas

El próximo domingo se celebrarán elecciones generales en España, de las que saldrá el gobierno que dirigirá el país durante el próximo periodo, que podría durar hasta cuatro años. Previsiblemente, el gobierno estará formado por uno de los dos grandes partidos, el Socialista y el Popular. Las últimas encuestas publicadas daban cierta ventaja al primero, aunque los resultados definitivos dependerán más del reparto de escaños que de la votación: teóricamente es posible que un partido obtenga menos votos que otro y no obstante su representación sea mayor, dependiendo de la asignación a cada provincia de un número fijo de curules o escaños, que se repartirán entre las listas más votadas.

Acerca de las características del gobierno de Rodríguez Zapatero ya me extendí en otra ocasión. Esta vez quiero reseñar el significado de la contienda del próximo domingo.

Un vistazo a la historia

Tras su periodo de liderazgo mundial en el siglo XVI, durante el reinado de Felipe II, España entró en un periodo de lento declive que se agravó a comienzos del siglo XIX con la invasión napoleónica y la consecuente independencia de la mayoría de las colonias americanas. Las regiones más afectadas fueron aquellas cuya economía dependía del comercio con América, es decir, las regiones occidentales de la península y las islas Canarias. Dos pequeñas regiones costeras y fronterizas con Francia destacaron por su pujanza industrial y adquirieron a lo largo del siglo cierto papel de liderazgo: Cataluña y las llamadas provincias vascongadas, Vizcaya y Guipúzcoa, y en menor medida Álava.

La resistencia al dominio de la metrópoli y la mayor proximidad espiritual y económica a la Europa burguesa dieron lugar al surgimiento de un gran descontento en esas regiones, el cual estalló tras la crisis con que terminó el imperio, con la pérdida de Cuba, Puerto Rico y Filipinas, en 1898. A partir de entonces la monarquía parlamentaria existente encontró muchas dificultades para mantenerse. En 1931 se proclamó la Segunda República, un periodo de inestabilidad en el que los gobiernos conservadores tenían enormes dificultades para resistir el levantamiento de las masas socialistas y anarquistas, dispuestas a buscar la guerra civil para hacer la revolución. En octubre de 1934 hubo un levantamiento de mineros en Asturias, que fue reprimido por el gobierno. En 1936 llegó al poder una amplia coalición de izquierdas, respaldada por los nacionalistas catalanes y vascos, cuyas pretensiones de separarse de España iban en aumento. La situación de inestabilidad se acentuó, con el ascenso del minúsculo grupo Falange Española Tradicionalista y de las JONS y la radicalización de las derechas católicas y monárquicas. Tras el asesinato del líder de la derecha, Leopoldo Calvo Sotelo, los militares se levantaron y así comenzó la terrible guerra civil de que todos hemos oído hablar.

Tras casi cuarenta años de dictadura, en 1975 murió Franco y ascendió al mando el rey Juan Carlos I, el cual buscó una reforma que abriera la participación política a todos los partidos y condujera a la reconciliación. Todos los grandes partidos firmaron unos pactos y promovieron una constitución, aprobada en 1978, que durante casi treinta años tuvo un reconocimiento absolutamente mayoritario.

Una nueva situación

Todo esto es importante para explicar por qué este post alude a “dos Españas”. Desde hace más de veinticinco años en Cataluña y el País Vasco han gobernado partidos nacionalistas cuyo objetivo casi único ha sido mantener la confrontación con el gobierno central y buscar privilegios para los sectores arraigados y mayoritarios, que constituyen su base social (ambas regiones tuvieron grandes oleadas de migración de otras regiones). A pesar del innegable privilegio que han alcanzado ciertos sectores de ciudadanos de esas comunidades, la costumbre de protestar y reclamar nunca ha cesado (por ejemplo, un ciudadano español que habite en Cataluña no puede llevar a sus hijos a la escuela pública en castellano, pues sólo se da en catalán y eso a pesar de que al menos un tercio de la población se expresa en castellano). Los nacionalistas catalanes y vascos se han lanzado en los últimos años a la búsqueda de la independencia y de la creación de nuevos Estados de base étnica y ligados a España sólo por formalidades.

En esa tarea han contado con la colaboración del Partido Socialista, que pretende contar con las mayorías nacionalistas de esas comunidades para mantenerse perpetuamente en el poder y excluir al Partido Popular. La labor de ese partido durante el gobierno de Zapatero ha estado orientada siempre en esa dirección: negociación con ETA, reconocimiento de un nuevo estatuto para Cataluña, alianzas parlamentarias con los partidos independentistas, etcétera.

Es lo que decidirán los españoles el domingo, si aprueban ese conjunto de políticas, que no excluyen el reconocimiento a los viejos aliados de la izquierda latinoamericana, el antiamericanismo, el aumento incesante de la presión fiscal (lo cual permite mostrar un superávit de las cuentas públicas que resultaría difícil de entender en un país en el que un notable porcentaje de los anuncios televisivos lo son de propaganda gubernamental) y la continua confrontación con el partido de la oposición.

Ganar la guerra civil

Esa mayoría obtenida gracias a los apoyos nacionalistas, a la expansión estatal y a la recuperación de las costumbres caciquistas que caracterizaron a España en el siglo XIX aspira a arrinconar a la derecha con toda clase de presiones, como una ley de la Memoria Histórica que recuerda las investigaciones de Chávez sobre el asesinato de Bolívar. Se trata de buscar agraviados entre personas que ya se han olvidado de las atrocidades que pudieron sufrir (o cometer) sus abuelos hace setenta años, al tiempo que intentan crear la identificación del PP con el franquismo. Es muy interesante señalar algo que recuerda a Colombia: pese a surgir de una formación creada por un antiguo ministro de Franco, al PP se le pueden reprochar menos alianzas con enemigos de la democracia que al PSOE, partido que no sólo es el valedor de Castro en Europa, sino también de Hamás y otras organizaciones terroristas. Como dato curioso cabe recordar que el régimen cubano le entregó a Zapatero a unos rehenes, emulando a las FARC con Chávez.

Pese a su apariencia de yerno de ensueño, Zapatero es un político marrullero y con pretensiones totalitarias, cuyo estilo consiste en la continua descalificación y exclusión de quienes amenazan los puestos de sus compañeros de partido. Ese juego de buenos y malos, de no reconocer la condición de demócratas de los adversarios y de relacionarlos con un régimen no democrático es el mismo de Hugo Chávez, salvadas las distancias entre el pobre territorio petrolero del Caribe y la antigua potencia mundial. (Se dirá que lo mismo ocurre en Colombia con el PDA, pero al hacer la comparación se olvida que este partido espera que la sociedad premie los crímenes que cometen unos malhechores organizados por las mismas personas que crearon el PDA.)

Disidencia

El gobierno de Zapatero ha contado con el rechazo de toda la intelectualidad de gran nivel en España. Muchos de los antiguos comentaristas del periódico ligado al PSOE (El País) se han pasado a los grandes periódicos de la derecha, como ABC o El Mundo, al tiempo que entre los mismos militantes ha surgido una disidencia que sin compartir las inclinaciones confesionales de la mayoría del PP tampoco toleran la alianza del PSOE con los nacionalistas. Dirigidos por Rosa Díez, una antigua dirigente del PSOE en el País Vasco, y alentados por figuras intelectuales de la categoría de Fernando Savater, Mario Vargas Llosa o el izquierdista Antonio Elorza, han creado un nuevo partido, Unión, Progreso y Democracia, el cual aspira a atraer a los votantes descontentos con la línea sectaria del PSOE. Según las últimas encuestas esta nueva formación podría obtener al menos un diputado por Madrid.

Pese a que según esas encuestas el triunfo socialista es más probable, todavía quedan cinco días de campaña y reflexión y la ventaja del PSOE, sobre todo teniendo en cuenta la forma de repartirse los escaños, no les permite confiarse en una victoria segura. De lograrla, la situación española podría empeorar notablemente con el aumento de las exigencias de los separatistas catalanes y vascos y de la violencia contra los disidentes, violencia de la que han sido víctimas en los últimos meses decenas de figuras que discrepan del discurso unánime nacionalista-izquierdista, sobre todo en el País Vasco, Cataluña y Galicia, sobre todo en los ambientes universitarios.
(Publicado en el blog Atrabilioso el 5 de marzo de 2008)

viernes, marzo 27, 2009

El Gran Acuerdo Nacional

Dentro de dos años Colombia estará metida de nuevo en la decisión de elegir al presidente y por tanto de nuevo en la incertidumbre sobre el futuro, pues, como ocurre en toda la región, siempre hay una masa de votantes dispuestos a seguir a un Chávez, a un Ollanta, a un AMLO... De algún modo la pobreza y el atraso sólo son ese círculo vicioso en que debido a la inseguridad jurídica y a la ineficacia de las instituciones los créditos son más caros y las inversiones más cautelosas.

La existencia de una segunda vuelta electoral fuerza la definición de dos bandos que arrastrarán a los diferentes sectores sociales y políticos, y el ganador es el que consiga agrupar una mayoría no tanto de apoyo a su programa cuanto de rechazo al del adversario y de consenso en torno a alguna propuesta específica. Incluir esa figura en la Constitución fue un gran acierto, si hubiera habido segunda vuelta en el Chile de 1970 probablemente no habría ascendido Allende y ese país se habría salvado de la inestabilidad que generó su presidencia y de la dictadura que la siguió.

¿Cuáles serán los “finalistas” en la elección de 2010? Al pensar en eso aparece claro aquello que lleva a tanta gente a anhelar un tercer periodo de Uribe: en realidad no hay en el bando de la “derecha” un programa claro ni líderes a los que se pueda identificar con una propuesta de gobierno definida. La figura del presidente convoca una enorme aprobación gracias a su acierto de oponerse al proceso del Caguán y de hacer retroceder a las bandas narcoterroristas, pero más allá de eso ni siquiera hay entre los grupos que lo apoyan ningún consenso respecto a minucias tales como la negociación política. Bueno, ni siquiera en el presidente hay una posición clara, que probablemente tendría que ceder en caso de que las FARC mostraran el menor interés en desmovilizarse a cambio de una Constituyente negociada. Si no lo hacen es porque cuentan con la posibilidad de tener un presidente complaciente en 2010 o 2014 y porque entre tanto cuentan con protección en los países amigos.

Antes de seguir conviene hacer una advertencia: los gobiernos y los partidos surgen de la sociedad y no al revés. Cuando se alude a los errores o a las mezquindades de unos políticos la inquietud debería llevar siempre a la cuestión de la sociedad que les permite obrar así. Soñar que unos señores preocupados sobre todo por su carrera y por sus ingresos van a curar a la sociedad de su confusión es empezar a formar parte de las filas totalitarias. La ausencia de un programa claro para orientar al país hacia el desarrollo no es algo que permita cuestionar sólo al gobierno y a los partidos, sino que llega a la responsabilidad de todos los ciudadanos, al menos de los que se interesan por la política.

La propuesta de una segunda reelección encuentra su campo abonado en esa orfandad programática de la “derecha” pero hay algo en lo que conviene reparar, más allá de lo que eso signifique como amenaza para la democracia (y para entender la peculiaridad colombiana basta con ver a todos los partidarios de la negociación política y panegiristas de Chávez convertidos en veedores de la más estricta observancia de las normas democráticas: ya no es que el diablo haga hostias, sino que parece el único autorizado para hacerlas): que tal vez un Uribe candidato resulte más conveniente para los diversos sectores de la oposición, todos ellos notoriamente afines al eje Chávez-FARC, que otro representante de la “derecha”. Ya han aparecido propuestas, por ejemplo del ex gobernador del Valle Angelino Garzón, de unir esfuerzos para lanzar a un candidato de unidad. En todo caso, un caudillo triunfante en 2010 sólo sería el anticipo de un triunfo chavista en 2014, por no hablar de las dificultades de mantenerse en el gobierno durante tanto tiempo.

El desgaste del gobierno se adivina por la mezquindad que exhiben los políticos que lo apoyan, no sólo en la incapacidad de lanzar en las regiones candidatos sin vínculos con el paramilitarismo, sino en su falta de iniciativa y su estrechez de miras. El formidable respaldo ciudadano que ocasionaron las infamias de las FARC en los meses precedentes sólo les sirvió para buscar primero la segunda reelección y después la subida de aranceles que aseguraría las rentas de grupos próximos al gobierno. ¿Alguien recuerda por ejemplo la propuesta de un referendo que prohibiera la negociación política y los despejes de territorios? Parece que por ahí no se ven ni negocios ni modo de asegurar puestos, aunque viéndolo bien estos últimos dependerán en última instancia del acierto en política.

Esa unidad que despierta la adhesión a un caudillo cuyas intenciones resultan misteriosas y cuyas ejecutorias son cuestionables desde muchos ángulos podría ceder fácilmente ante la unidad de sus adversarios, generosamente engrasada por los recursos de Chávez y Santodomingo y por el poder de los medios de comunicación y las redes clientelistas que tanto poder alcanzaron durante los gobiernos de Gaviria, Samper y Pastrana. Mientras que el único activo convincente de Uribe serían sus logros en materia de seguridad y crecimiento económico, la unidad alternativa podría ofrecer la paz, garantizada por algún compromiso de las FARC y el ELN, amén de la siempre anhelada redistribución y de la siempre comprendida protesta contra la corrupción reinante.

Es en ese contexto donde debe entenderse la obstinada campaña del columnista Eduardo Posada Carbó por un “gran acuerdo nacional” del gobierno con la oposición. ¿Qué sentido tendría para un gobierno muy popular y exitoso ofrecer reconocimiento a quienes han hecho de lobby del Secretariado de las FARC presionando por un despeje de territorios, como los tres ex presidentes citados? ¿O al PDA, que ciertamente no pretende que las guerrillas se desmovilicen, como reconocen muchos de sus miembros? El columnista no es tonto, sino que está buscando ese consenso que permitiría presentar una mayoría alternativa a Uribe o a cualquier candidato de “derecha”. Es decir, formar una mayoría de políticos y comentaristas conocidos en torno a esa propuesta, la cual se presentaría a los ciudadanos como expresión de sus anhelos.

Es en resumen, lo mismo de Angelino Garzón, lo mismo que en la elección de 2006 propuso Rafael Pardo: el “Toconur”, pero disfrazado de consenso contra la guerrilla. Bueno, ese disfraz en el caso de Posada Carbó es grotesco. En una de sus columnas recientes se entusiasmaba con la carta de William Ospina a Chávez pese a reconocer que el gran intelectual colombiano aboga por la negociación política (por lo difícil que es derrotar a las guerrillas, claro, como si no quedara abierta la veda para cualquier asesino que pretendiera adueñarse del país a punta de masacres). ¿Qué haría el gobierno buscando un acuerdo con semejantes personajes? Nada, el acuerdo del gobierno con la oposición es un pretexto para hacer presentable la alianza con personajes que declaran que admiran y respetan a Chávez y que quieren que se premie a las guerrillas pese a que las llenen de reproches.

En otros escritos Posada Carbó da muestras de la misma inclinación al cinismo. Con ocasión del comunicado del PDA en que declara no sumarse a la marcha del 4 de febrero escribe:
Uno de los 12 puntos de la declaración con que el Polo justificó su distanciamiento de la marcha merece también destacarse, en el propósito de propiciar ese encuentro: "Condenamos sin vacilación" -dice el numeral 2- "el secuestro y los demás crímenes de guerra y de lesa humanidad cometidos por las Farc". Ya lo había hecho en ocasiones anteriores. Pero es importante subrayar esa nueva y expresa condena, por si quedasen dudas.
En lo que tampoco hay vacilación es en admitir tácitamente los demás actos de guerra “lícitos” de las FARC, como cuando alguien critica a los violadores por llevar las uñas sucias y morder a las víctimas. ¿A qué viene mostrar reconocimiento frente a semejantes promotores de asesinatos? Como ya he explicado, nadie espera que el gobierno sacrifique sus esfuerzos y el apoyo ciudadano para favorecer a los socios del narcoterrorismo, lo que pasa es que para Posada es una forma de brindar reconocimiento a un aliado necesario en el frente con el que pretenden formar una mayoría para 2010.

El nivel de mentira a que se llega en la prensa colombiana es difícil de comparar con nada, pero da la impresión de que la gente no lo percibe, de que a fin de cuentas la mayoría de los lectores se aburrirían si las cosas fueran simplemente ciertas y no contuvieran halago y aun promesas de ascenso social. Sin el menor pudor, Posada sale en otro escrito evocando el Pacto por las Libertades y contra el Terrorismo que firmaron los partidos españoles en 2000. ¿Habrá quien se figure que ese pacto excluía a quienes no exigen el fin de las organizaciones terroristas? El Gran Acuerdo Nacional por el que aboga Posada Carbó no los excluye sino que en realidad sólo tiene la función de integrarlos en un consenso que desactiva la exigencia del 4 de febrero (“no más FARC”) y prepara el “Frente Popular” con el que aspiran a poner presidente en 2010.

En ésas estamos, por una parte un gobierno sin más ideas que la lealtad a su jefe y el apego a los cargos y por la otra una oposición capaz de mentir y deformar las cosas hasta convertir el clamor contra las FARC en reconocimiento para quienes quieren que se las premie. ¿Cuándo habrá un verdadero clamor contra el cinismo de los poderosos que han hecho de la mentira un oficio virtuoso? Sin el menor pudor el ex guerrillero León Valencia aparece llamando a marchar el 6 de marzo ¡con una derecha civilista para salvar la democracia! A muchos los escandaliza que uno diga que Colombia es un muladar, pero ¿dónde puede figurar un personaje así como defensor de la democracia? Los comentaristas que han desaprobado esa marcha, Fernando Londoño, Plinio A. Mendoza y José Obdulio Gaviria resultan acusados por este asesino pensionado de ¡meterle violencia a la política! ¿No es evidente que algo deforme tiene que haber en el público que lee esas cosas sin inmutarse?

Mientras que la marcha del 4 de febrero, que obtuvo tan clamoroso respaldo ciudadano, no servirá para nada, la del 6 de marzo, claramente minoritaria, servirá para presentar a los protagonistas del Gran Acuerdo Nacional y el pretexto del paramilitarismo y de los crímenes de Estado les vendrá de perlas. A fin de cuentas en el bando de la “derecha” lo que no abundan son las ideas ni menos las audacias. Hay voces que desaprueban la segunda reelección pero nadie que se postule, como si hacerlo o hacer propuestas no autorizadas por el caudillo y su sanedrín fuera faltar a la lealtad que deben a esas personas. Y a ese paso la catástrofe parece difícil de revertir.

Publicado el el blog Atrabilioso el 27 de febrero de 2008.

martes, marzo 24, 2009

¿Cambiará Cuba?

Es lo que todo el mundo se pregunta hoy y lo que en medio de la incertidumbre vale la pena evaluar. Yo creo que en el corto plazo no se verán grandes cambios, y trataré de explicar por qué.

El elemento decisivo es la cohesión de la casta dirigente: sobre todo a partir del triunfo de Chávez, los que tienen acceso a los favores del Estado se aferran a ellos exhibiendo el máximo de lealtad al régimen: son funcionarios de una especie de imperio revolucionario. En realidad siempre fue así, pues la participación del régimen en la guerra fría significaba que las ayudas soviéticas resolvían todos los problemas de manutención de esa casta.

En contraste, las mayorías hambrientas están conformadas por negros y mulatos y gente de las provincias, y siempre han tenido muy poca capacidad de organización, participación política, acceso a la información y demás elementos que podrían ofrecer canales a la expresión de su descontento.

Eso lleva sin remedio a la naturaleza del régimen: lejos de lo que se piensa, exactamente igual que en Rusia, el totalitarismo se pudo imponer porque contaba con una amplia tradición. Desde el comienzo del periodo colonial, Cuba siempre fue un país rico que estaba en medio de los flujos comerciales entre Nueva España (el actual México), Centroamérica y España. Fue uno de los destinos preferidos del tráfico de esclavos y entre los países hispánicos de América el último en abolir la esclavitud. Tras la independencia —lograda hace ahora 110 años gracias a la intervención estadounidense—, al igual que ocurrió en el resto del continente, los descendientes de los blancos urbanos se repartieron los puestos en el Estado. El país se vio beneficiado con inversiones gigantescas, como la construcción del malecón y el puerto de La Habana.

El castrismo, tal como ocurre con Chávez, no es la negación de todas esas políticas sino su consumación. El dictador que permanece 49 años en el poder implanta un régimen en el que la jerarquía de la sociedad de siempre queda congelada y en el que el Estado ofrece protección a “todos”, particularmente a los que siempre se han aferrado a los puestos públicos. El régimen disfrutó durante mucho tiempo de una gran popularidad porque aquello que se repartía de lo expropiado a los estadounidenses y a los emigrados, así como los ingentes recursos soviéticos, permitían obtener bienes y rentas sin trabajar, sólo por participar del objetivo de la comunidad de acompañar al líder en su exhibición de dignidad.

Esa forma de vida, conocida como el “cubaneo” es la verdadera base del régimen, lo que impide un estallido popular, aparte de la represión de todo tipo y de los campos de concentración. Los regímenes totalitarios, exactamente igual que el de Sadam en Irak, dan empleo a mucha gente espiando y torturando a sus compatriotas, el sistema de terror se hace eficaz y la propaganda anula cualquier desavenencia. Pero el éxito económico sólo se da en esos regímenes en condiciones especiales, por ejemplo cuando hay arraigadas costumbres de laboriosidad (como en China). Lo normal es que la gente se acostumbre a las privaciones porque suele acceder a un mínimo y porque no se le exige demasiado esfuerzo.

De modo que ni los opresores aflojarán las cadenas ni los oprimidos se rebelarán en el corto plazo, sobre todo porque medio siglo de adoctrinamiento y aislamiento ha generado una tremenda unanimidad patriótica que amenaza al que discrepa y le exige una determinación sobrehumana (recuerdo a una de las madres de uno de los muchachos condenados a muerte por intentar huir del país secuestrando un barco: pedía que por nada del mundo se fuera a pensar que su hijo era un contrarrevolucionario. Hasta secuestrar gente parece menos grave que ser contrarrevolucionario). Baste pensar que la mayoría de los cubanos atribuye las dificultades que afrontan al embargo estadounidense, como si éste no fuera una medida casi obvia tras el despojo que practicó el régimen: si Castro despoja a los inversores estadounidenses, todo el mundo lo ve como un acto de justicia, dada la desigualdad de ingresos entre los cubanos y sus vecinos del norte. Pero si EE UU prohíbe a sus ciudadanos comerciar con ese régimen, eso es un crimen terrible: lo justo y correcto es dejarse robar y después ir a pedir excusas por haber dado lugar al robo.

Podría darse una apertura limitada del régimen, pero viéndolo bien no es fácil explicarse qué interés tendrían los herederos de Castro en dar oportunidades a sus enemigos siendo que de todos modos la mayoría muestra muy escasa disposición a oponerse. Puede que por un tiempo aumente la presión internacional, pero la expectación generada por la desaparición de Castro les dará un margen de maniobra que sin duda aprovecharán para afianzarse en el poder y buscar recursos entre los regímenes amigos (no sólo Venezuela sino también Irán y aun Rusia).

Algo que no debe considerarse es la posibilidad de que Cuba llegue a ser un régimen comunista cuya economía crece a buen ritmo gracias a que ofrece cierta libertad económica. Eso atentaría contra la base del régimen porque la prosperidad de los pequeños empresarios sería demasiado irresistible para la casta gobernante.

Ahora bien, en el medio plazo la relación con los cubanos exiliados tendrá que aumentar y la población de la isla tendrá que asimilarse al conjunto de la región. Pero para que llegue ese momento hace falta que se acabe el chavismo y que los miembros de la casta gobernante se sientan perdidos. Yo creo que hacen falta décadas, pero ciertamente me gustaría equivocarme.

Publicado en el blog Atrabilioso el 20 de febrero de 2008.

sábado, marzo 21, 2009

¡No a las marchas de desagravio!

Muchas personas aún dudan si deben acudir a las marchas convocadas para el 6 de marzo contra los paramilitares y contra los crímenes de Estado y demás: si se trata de personas que realmente aspiran al cese de la violencia, creo que deben abstenerse. Y trataré de explicar por qué.

Lo primero es el impacto de las acciones que se emprenden en política, que no tiene mucho que ver con nuestros sentimientos ni con nuestra conciencia. Al votar casi siempre apoyamos a personajes que no nos entusiasman sólo para impedir que asciendan otros mucho más temibles, los votantes de Pastrana en 1998 querían conjurar la pesadilla de una presidencia de Serpa y colaboraron con una tragedia, que en mi opinión habría sido peor con el escudero de Samper. Lo mismo ocurre con las manifestaciones públicas, los que participaron en las marchas del No Más hace diez años contribuyeron a crear el ambiente de “reconciliación” que tantos crímenes produjo durante la presidencia del delfín inepto.

De modo que antes de sumarse a una multitud movidos por sentimientos honrados pero sin la suficiente cautela conviene evaluar hasta qué punto se está en riesgo de ser manipulados. Por ejemplo, considerando las implicaciones de la convocatoria: cuando firmamos un contrato podemos buscar nuestra ruina por no entender la letra pequeña, pero en las trampas retóricas de los amigos de Chávez y las FARC hay algo aún más sutil y eficaz, como las palabras tranquilizadoras y sensatas que acompañan la caricia del arma blanca del atracador.

Veamos el caso del rechazo a todos los crímenes y a los generadores de violencia. Efectivamente se han cometido infinidad de atrocidades por parte de bandas ligadas al narcotráfico y aun por militares y policías. Y sin duda también ha habido episodios de guerra sucia y abusos de todo tipo, cada vez menos, afortunadamente, en la medida en que las guerrillas retroceden. Pero cuando se sale a protestar contra “todos” los crímenes resultan los participantes condenando por igual a los jefes de las AUC que están en la cárcel y a los de las guerrillas, que se niegan a dejar de matar y de intentar destruir la democracia y de mantener secuestrados. Y resulta que sin el menor riesgo de ir a la cárcel los jefes de la guerrilla podrían estar ya impunes, seguros, ricos y hasta reconocidos. Y nadie saldría a manifestarse contra ellos. Se dirá que son igualmente condenables, pero entregarse e ir a la cárcel no es lo mismo que seguir matando. Ésa es la mentira de la guerra contra la guerra y de la condena a todos los “actores del conflicto”.

Es decir, cuando se marcha contra “todos” los crímenes se devalúa el significado de las marchas del 4 de febrero, pues el “no más FARC” se reduce a un rechazo de “la violencia” que si nos descuidamos termina incluyendo hasta el mal gusto en el vestir. Es muy importante determinar cuál es la condena de los paramilitares que se expresa en una marcha, pues se terminan confundiendo los términos. No tiene sentido decir “no más AUC” porque las AUC están disueltas y porque si bien quedan bandas de sicarios del narcotráfico activas, a nadie en este mundo se le ocurriría pensar que son o pretenden ser representantes políticos de la sociedad (como ocurre con las FARC). ¿Van a reemplazar las marchas a la acción policial o judicial? No, sólo van a servir para llevar a personas distraídas a reforzar la percepción de un “conflicto” que amerita otra solución que la renuncia de los asesinos y secuestradores a persistir en sus crímenes. Siguiendo una vieja rutina de los manipuladores, a convertir el atraco en riña. Si al “No más FARC” se le añade “No más Ejercito”, la desmovilización exigida se convierte en un canto a la bandera.

Conviene detenerse en la situación colombiana antes de la elección de Uribe Vélez en 2002, porque las personas a las que se puede arrastrar fácilmente a condenar toda la violencia (“venga de donde venga”) puede terminar fácilmente colaborando con los terroristas en su difícil legitimación. Durante los años del Caguán los paramilitares crecieron a un ritmo vertiginoso y cometieron muchísimas atrocidades. Si una persona recta cree que se los debía castigar con toda severidad, no se le debe olvidar que todo eso se pudo hacer y Pastrana lo habría hecho con apoyo de la mayoría de la sociedad. Se podría haber llegado a un esquema de cero impunidad para las AUC y sus cómplices policiales o militares e impunidad absoluta para las guerrillas. Con un esquema así Pastrana hasta sería Premio Nobel de la Paz y tendría muchísima popularidad.

Esa posibilidad debe recordarse siempre para entender la encrucijada del primer gobierno de Uribe y las pretensiones de las marchas del 6 de marzo: de repente al condenar “toda” la violencia se pasa por alto que las guerrillas se negaron a negociar a pesar del copioso premio que se les ofreció. Por el contrario, multiplicaron sus crímenes y ensancharon su poder, los narcocultivos, el reclutamiento de niños, la compra de armas, los actos terroristas... ¿Qué podría hacer el gobierno que se posesionó en agosto de 2002 respecto a las AUC? Entre los columnistas e intelectuales colombianos la respuesta es completamente predecible y automática: aplicar severamente la ley. ¿Alguien recuerda que a las FARC se las estaba premiando copiosamente por todos los secuestros y masacres de varias décadas? Como ya he explicado, la “asimetría” no tendría la menor importancia.

Pues ¡claro que la salida correcta sería aplicar la ley con rigor! Sólo que eso habría significado dedicar a buena parte de las menguadas fuerzas y del magro presupuesto a combatir a unos enemigos a los que se podría neutralizar y al mismo tiempo favorecer a otros que se negaban y se siguen negando a cualquier arreglo. Yo no sé cuántas personas leen con atención a los columnistas, mi recuerdo es que casi todos predicaban eso sin inmutarse: los militares y policías debían ayudarse a matar. Y como ocurre siempre que se habla de la violencia en Colombia, hay que ir a evaluar las falacias que la gente quiere rehuir por pereza y que están hasta en la Constitución: el individuo que pagaba la vacuna de los paramilitares para impedir que lo secuestraran es un criminal de la peor especie, mientras que los que iban a secuestrarlo merecen reconocimiento por tener objetivos políticos. No hay ninguna atrocidad guerrillera comparable a esa mentira, pero es algo que siguen proclamando tranquilamente casi todos los intelectuales en Colombia.

Así, la manifestación contra los paramilitares pasa por encima de esos hechos porque sus promotores pretenden rebajar el impacto del rechazo a las guerrillas. Y de paso condenar al gobierno que consiguió la desmovilización de las AUC y el encarcelamiento de sus jefes, ahorrando miles de vidas. Y también insistir en la vieja falacia de las fuentes diversas de violencia: los que intentan destruir la democracia y los que buscan salvarla, los que van a secuestrar gente y los que la protegen...

Esa pequeña matización o enmienda a las marchas del 4 de febrero se entenderá en muchos sitios como un desagravio a las FARC: las personas honradas que acudan porque creen que también deben condenar las atrocidades de los paramilitares (cometidas casi todas hace más de cinco años, salvo que se quiera convertir todo el delito en oposición a la guerrilla) resultarán haciendo bulto en una marcha en la que predominarán los que identifican al gobierno colombiano (en realidad, a la democracia colombiana, pues todos los presidentes elegidos en las urnas son condenables para los comunistas) con los paramilitares y en la que se clamará por la negociación política y el “intercambio humanitario” (que se habría dado en 2002 de no ser porque es sólo un pretexto de las FARC para mantener algún protagonismo, tarea en la que les colaboran sus socios políticos).

Pero ¿qué se hace cuando se colabora en la promoción de la imagen de un conflicto civil en el que hay partidarios de unos y otros? Ya he explicado que la aspiración de las FARC y sus amigos es deslegitimar al gobierno. Pero es mucho más: dado que son igual de legítimos, los actos de las FARC son tan tolerables o intolerables como lo que hagan las fuerzas armadas estatales en su contra, pues la multitud habrá avalado la percepción de que se trata de lo mismo que los paramilitares.

En buen romance eso se llama AYUDAR A MATAR GENTE, no es raro que convoquen a esa marcha las mismas personas que aplauden a Chávez o que se invite a participar en la página de las FARC. A fin de cuentas, también para castigar más severamente a los paramilitares es necesario que las FARC se desmovilicen, y cuando uno acompaña a los que no quieren que lo hagan está legitimando sus acciones. De hecho, entre los convocantes figura un columnista que es hijo de un líder del Partido Comunista asesinado en los años noventa: Iván Cepeda Castro; el nombre de su padre lo usa un frente de las FARC. Bueno, como tantos de los que marcharán el 6 de marzo, ese señor jamás ha puesto en cuestión la existencia de las FARC, por mucho que “quede bien” reprochándoles los secuestros, como hacen todos.

Es eso: se es del MÁS FARC o del NO MÁS FARC. El sentido de esas marchas es anular las del 4 de febrero, desagraviar al Secretariado, rebajar el clamor de la mayoría para que siga habiendo pretextos para los crímenes.
Publicado en el blog Atrabilioso el 13 de febrero de 2008.

miércoles, marzo 18, 2009

La hora dulce de Uribe

Los acontecimientos de los últimos días son, desde el punto de vista de la legitimidad, excepcionales para el gobierno de Uribe Vélez, pues la animosidad del gobernante venezolano pone a la inmensa mayoría de los colombianos de parte del presidente colombiano y la movilización contra los crímenes de las FARC debilita los argumentos de los críticos y deja en minoría a todos los opositores.

Pero no toda fortuna de un momento ha de conducir por fuerza a un desenlace feliz: el impresionante capital político del presidente en este momento, evaluable también en reconocimiento en el exterior, le plantea la necesidad de invertirlo de forma acertada. Es decir, nada garantiza que a partir de ahora las cosas sigan siendo tan agradables y que no despilfarre su enorme popularidad y liderazgo en políticas que podrían dañar su papel en la historia.

El mayor error que podría cometer el presidente sería dejar sin resolver la cuestión sucesoria, por si una hecatombe lo convierte de nuevo en el hombre providencial e imprescindible. Esa posibilidad lleva en sí muy diversas amenazas para la democracia colombiana, la mayor de las cuales es la caída en la rutina y en la repetición de una visión acertada para un momento pero anacrónica unos años después, y el consecuente peligro de abrir la puerta a un ascenso de elementos indeseables en 2014. Un nuevo presidente podría cometer errores graves, pero sería reemplazado por otro defensor del legado de Uribe: dos períodos de buen gobierno dejarían un recuerdo en la gente que los sucesores tendrían que emular. Es la experiencia de El Salvador, país en el que no ha habido presidentes que duren largos períodos pero desde la época de Alfredo Cristiani sigue gobernado por el mismo partido.

Entre las muchas opciones que habría para asegurar una sucesión ordenada que signifique de todos modos retroceso de los chavistas y cómplices de las guerrillas, se podría pensar en un acuerdo para lanzar a Santos en 2010 y a Vargas Lleras en 2014. Así se conjuraría relativamente el peligro de división que podría favorecer el ascenso de algún candidato de la coalición PDA-PL.

Ese peligro de división hace pensar en la incapacidad de Uribe para construir un partido de centro derecha con una doctrina clara y coherente. Puede que como ex presidente tuviera la autoridad y el liderazgo para hacerlo, también por eso conviene resistir la tentación de buscar una segunda reelección. Mientras la alternativa al chavismo sea la lealtad a un caudillo, unos partidos tradicionales carcomidos por la corrupción, un nacionalismo vago y un poco forzado y una igualmente vaga adhesión a los valores de Occidente, la dispersión favorecerá las ambiciones del hampa.

Pero al pensar en idearios políticos siempre se asoma la cuestión del marco jurídico de la sociedad colombiana en esta época. Otro gobernante con ideas más claras aprovecharía la situación actual para convocar una Constituyente que redactara un texto que reemplazara al embeleco totalitario del 91 (según el cual la propiedad es una función y la violencia política merece reconocimiento por su vocación altruista: un miembro de ETA que hirió a un gendarme francés corre el riesgo de ser condenado a cadena perpetua, en Colombia por matar a un soldado o a un policía, prácticamente dan premio). ¿No deseará esa mayoría que apoya al presidente y se rebela contra los altruistas vivir bajo una constitución parecida a la de un país del Occidente y no una que inspiró la Constitución chavista de 2000?

Una Constituyente también sería la ocasión para cambiar a la cúpula judicial, tan claramente conformada por prevaricadores que en una sociedad más informada y guiada por principios morales claros serían vistos como criminales de la peor ralea. Las salidas para los miembros de bandas armadas dejarían de estar sujetas a la falacia criminal del “delito político” y serían vistas según su conveniencia para pacificar al país.

En todo caso, es mucho lo que la popularidad le permite al gobierno. Por ejemplo, podría hacer de verdad el esfuerzo de reducir el gasto público, tal como le aconsejó la Comisión nombrada en su día con tal fin. Sería la única forma correcta de impedir a la vez que las tensiones recesivas que experimenta la economía mundial dañen en exceso a la economía colombiana, y permitiría incluso suprimir un impuesto nefasto como el del 4 X 1000, desplazando recursos que la sociedad podría emplear en inversión o consumo. Eso no se podría hacer en momentos de debilidad del gobierno, por el riesgo de perder apoyos, pero es necesario encararlo en algún momento.

Y más, también el control de los frentes urbanos del terrorismo se hace más fácil teniendo un amplio respaldo popular. No será muy difícil para los servicios de información averiguar cuáles son los colegios de secundaria (sobre todo) y cuáles los profesores dedicados a reclutar milicianos, así como controlar las actividades de las redes guerrilleras en las universidades. Incluso una reforma universitaria que forzara a los estudiantes a pagar y ofreciera créditos a los insolventes es algo que podría hacer el gobierno gracias a su firme respaldo social. También, pensando en el narcoterrorismo y sus redes, el gobierno podría convocar un referendo prohibiendo el precio político de la paz y los despejes de territorios a favor de los terroristas: sus reclamos necesitarían una victoria militar que hoy por hoy está bien difícil, y sus agentes en la prensa y en los juzgados no podrían embaucar a nadie con el cuento del intercambio.

Claro que lo mismo se podría decir de infinidad de reformas necesarias, como la supresión de la parafiscalidad y la reducción de todos los demás impuestos que gravan el empleo. Pero siempre se tiene que repetir que la posesión de grandes recursos no lleva en sí la certeza del acierto: la inacción es una tentación aún más poderosa que cualquier sueño.

Publicado en el blog Atrabilioso el 6 de febrero de 2008.

domingo, marzo 15, 2009

Cuentas galanas

Es muy llamativo leer artículos de progresistas hispánicos sobre las elecciones estadounidenses porque todos parten de una certeza más bien extraña: la del triunfo demócrata. Se preguntan cuál de los representantes de los excluidos, mujeres o negros, será el próximo presidente y con mayor frecuencia apuestan por el mulato, ejerciendo su sentimiento solidario con alguien que pese a ese handicap ha salido adelante. Verdaderamente la vida hispánica es como una comedia escrita a partir de un manual, el primitivismo generalizado es tan abrumador que es muy frecuente encontrar personas así.

La dificultad de entender mínimamente la sociedad estadounidense procede de un sentimiento problemático: realmente es muy triste comprobar que esa gente nunca llegará a ser como los colombianos, por mucho que se lo propongan. Ni siquiera como los franceses llegan a ser. La elección del candidato menos imperialista y más cercano a los oprimidos resulta un paso en la buena dirección, por eso queda la impresión de que el único obstáculo es la señora que representa a la mujer oprimida y relegada.

Y no, esos progresistas no dan en el blanco porque su premisa principal es que todo el mundo está lleno de rencor contra Bush por el sufrimiento que le ocasionó al pueblo iraquí al obligar a los patriotas a masacrar a sus compatriotas y al derrocar a su amado líder. ¡Algo humano les tiene que quedar, no pueden ser tan perversos y cínicos! ¡No pueden ser todos lacayos de mister Danger, semejante burro, ya lo dijo el coronel Chávez, “You are a donkey, mister Danger”. Seguro que la mayoría de los estadounidenses, por ignorantes y torpes que sean en comparación con los colombianos, están a punto de darse cuenta (o ya lo han hecho) de que estuvo muy mal elegir a ese genocida fanático borracho y sin categoría intelectual.

De modo que los que creemos más probable un triunfo republicano no tendremos ocasión de contar con la grata noticia de coincidir con casi todos los analistas de la prensa, al menos de la colombiana. Pero al menos para los pocos que leen este blog, vale la pena explicar los puntos que tiene a su favor un candidato republicano.

El más evidente, pero no el principal, o sí, el principal según la faceta de él que se mire, es que la situación económica no es tan promisoria como cuando ganó Clinton por primera vez. A la hora de evaluar a los candidatos, la gente mirará hacia los que tengan trayectoria de administradores eficientes, y alguien como el ex gobernador de Massachusetts Mitt Romney le resultará más atractivo que las figuras del Partido Demócrata.

Eso tiene mucho que ver con corrientes de mayor alcance que la elección de un gobernante: la mentalidad que defienden los demócratas es proteccionista y retrógrada. Su resistencia a firmar tratados de libre comercio con Latinoamérica sólo expresa el afán de asegurar empleos de baja calificación en EE UU a costa del desarrollo de otros países con los que, desde el punto de vista del interés nacional, conviene asociarse. Esa tarea de protección de los rezagados termina siendo dañina para la sociedad estadounidense porque fuerza a la gente a pagar más por las cosas y limita las potencialidades de los sectores más dinámicos, al tiempo que pone en desventaja la economía del país frente a los grandes bloques comerciales o a las grandes naciones emergentes del Extremo Oriente.

La inclinación a atravesar la nave del Estado de modo que obstruya el curso del río del libre comercio para favorecer a clientelas políticas define la vida latinoamericana, y no cabe duda de que si hubiera predominado en EE UU el poderío de esa nación sería apenas un poco mayor que el de la suma de Sudamérica. Esa tarea no tiene más futuro que desplazar rentas hacia los sectores que no pueden exportar y que se acostumbrarán a ser demasiado débiles para competir. Es una apuesta en la que se juega el sentido mismo de la sociedad, pero a diferencia de Latinoamérica en EE UU hay corrientes poderosas que se oponen a ese avance del dominio de la máquina estatal.

El pretexto de las garantías a los sindicalistas en Colombia es una muestra de otra característica de los demócratas: la política de la mentira. Primero porque las responsabilidades en esos asesinatos sólo están claramente establecidas en la propaganda de los amigos de la guerrilla, y segundo porque al cerrar las puertas a los productos colombianos no se hace nada por la suerte de los sindicalistas. Sí se puede decir que el gobierno debería haber hecho más para impedir esas muertes y para encontrar a los responsables, pero el conjunto de la violencia serviría igualmente para reclamarle por muchos otros fracasos: basta con ver a los congresistas demócratas reuniéndose con antiguos terroristas colombianos que colaboran en las tareas de espionaje de Chávez para comprender que la suerte de los sindicalistas es un pretexto, que quieren explotar el viejo mito de los gobiernos sudamericanos represores para cosechar votos entre personas ignorantes y distraídas.

Es el primer punto, dadas las circunstancias económicas los estadounidenses reaccionarían como hispanoamericanos si votaran al Partido Demócrata. Por eso tal vez los comentaristas del bando progresista dan por sentado que algún miembro de ese partido será el próximo presidente. Pero en la prosaica realidad, en la que no se parecen a nosotros, va a ocurrir que un personaje con la trayectoria del mormón Romney despierte muchos apoyos.

Pero otro tanto ocurre con un frente que tal vez mueva a tanta gente a votar como la economía: la seguridad. No creo que haya un solo progresista hispanoamericano que no haya experimentado una intensa sensación de desagravio el 11 de septiembre de 2001. Se puede decir que la radicalización de Chávez tuvo lugar a partir de ese momento, al igual que la de Ahmadineyad (que encontró votantes entre esos desagraviados en su país) y la de cientos de partidos de izquierda en toda Europa y en toda Hispanoamérica. El poder de una nación convierte en enemigos a los ciudadanos de las demás, no importa qué se haga con ellos. La primera enseñanza de las escuelas en Hispanoamérica es que el atraso de la región se debe a los estadounidenses y a los capitalistas.

A los estadounidenses esos atentados los llenaron de zozobra y necesidad de protección, por eso las restricciones y controles no les resultan tan afrentosas como a los que estarían encantados de ponerles bombas. Son las cosas de este mundo, no debería ser así pero no es algo que esté en nuestras manos cambiar.

También en el terreno de la seguridad pueden resultar más atractivos los candidatos republicanos Mccain y Romney que los demócratas. Es que un presidente que recuerde a Zapatero sólo complacería a una minoría. Allá, claro, en Colombia la gente tiene metas más elevadas.

Aparte, las posibilidades de un candidato republicano son mayores porque los que podrían ser designados por el Partido Demócrata cuentan desde ahora mismo con mayor imagen negativa, como ocurre con la favorita, Hillary Clinton. El peso que tengan las prevenciones raciales o el conservadurismo en el rechazo a Obama se confunde con el rechazo efectivo que puede proveer la falta de sustancia que muchos ven en su discurso: un tipo de seducción adánica que ofrece pocas certezas en un mundo en el que los atentados islamistas son peligros reales y en el que la amenaza de crisis económica está a la orden del día.

El otro factor que puede influir en las elecciones es el desenlace de la guerra de Irak, y de nuevo, la percepción de los que pueden votar es distinta de la de sus consejeros progresistas del Caribe y el Mediterráneo: ¡eran pocos los que festejaban cada masacre como un retroceso de los yanquis! Lo que hay que ver, se quedaban tan tranquilos condenando a los que mandaban poner las bombas y ahora tienen ellos la opción de elegir presidente y no están del todo convencidos de que los iraquíes vivían mejor en 2002 cuando no les robaban su petróleo. Da un poco de tristeza no poder ayudar, creo que haría falta mucha elocuencia para convencerlos de lo que saben todos los estudiantes de Bachillerato en Colombia (y en Venezuela y Bolivia hasta los de Primaria).

Puede que algún día la historia sea agradecida con Hugo Chávez: la incesante exhibición de arrogancia del patán —muy parecida a la de los narcotraficantes enriquecidos y en realidad fruto de un fenómeno parecido: de una prosperidad no derivada del trabajo y en últimas basada en la violencia y el engaño— termina siendo como una borrachera ignominiosa para una parte de la sociedad venezolana que sufre la otra parte y que causa revuelo en todo el vecindario. Que por ejemplo disuadió a muchos en México de votar por el correspondiente caudillo tropical y en Perú dirigió votos de tradición populista a Alan García, quitándoselos al poseedor local de la franquicia del chavismo. Puede que el mismo efecto, salvadas las distancias y el grado de su impacto, tenga el personaje en las elecciones españolas, y también en las estadounidenses. Para la parte del mundo que trabaja vendría a ser como el espantajo que protege las cosechas y que previene de intoxicaciones funestas.

Ah... el Partido Demócrata no es asimilable a un partido de izquierda en Europa, por ejemplo, su conducta respecto a Israel es más dócil ante las pretensiones del sionismo radical, que forma parte de su base electoral. Pero lo cierto es que la clase de personas que en Europa votan por los partidos de izquierda y por los defensores de Chávez en EE UU votan demócrata. Tanto el bolivariano como Ahmadineyad son útiles para la creación de un escenario grato al orgullo estadounidense y en alguna medida conveniente para que triunfe el partido de la tradición. ¡Qué lástima, cuando ya esperábamos todos que esos vergajos entraran en razón!

Publicado en el blog Atrabilioso el 30 de enero de 2008

lunes, marzo 09, 2009

Los herederos de Pablo Escobar

Tal vez la mayor demostración del éxito del gobierno de Uribe Vélez sea el tipo de argumentos en que se basan las campañas de sus enemigos, muestra de que si fueran a convencer a la gente de que la situación es peor, de que los indicadores económicos o de seguridad o de desarrollo humano son peores que los que había en 2002, nadie les creería. El único recurso que les queda son las calumnias, los rumores, las insinuaciones y demás que nunca se sustentan ante una autoridad judicial, y eso que las autoridades judiciales colombianas son verdaderamente cuestionables.

Vale la pena detenerse en el fondo de esos rumores y en quienes los propagan. El más socorrido corresponde al hecho de que el influyente consejero José O. Gaviria es primo de Pablo Escobar, cosa que sin duda comparten varias decenas de personas en Antioquia y de la que no puede culparse a nadie. Recientemente la prensa armó otro escándalo, con renuncias de los oportunistas de turno, porque al parecer un hermano del mismo consejero fue testaferro de quien pagó a los sicarios que mataron a Guillermo Cano. El otro motivo recurrente es el supuesto alquiler de un helicóptero de propiedad del padre del presidente al jefe del Cartel de Medellín. Los promotores de esos rumores, es lo verdaderamente importante, son personas relacionadas con clanes políticos cuya relación con actividades criminales va un poco más lejos que el ser hijo de alguien, siendo que lo del helicóptero no está probado y lo más seguro es que no fuera un delito.

Lo cierto es que el temible capo encarnó el ascenso del narcotráfico y la corrupción que alcanzó a toda la sociedad. Lo que nadie debería creer es que a pesar de que ese negocio continúa los que no viven directamente de él se han vuelto ciudadanos rectos y juiciosos. Los continuos escándalos por los actos de la familia del consejero Gaviria, que no constituyen ninguna acusación contra él, parecen una buena forma de tapar esas complicidades, pero vale la pena comentarlas una por una.

En primer lugar se podría hablar de los políticos que acompañaron a Escobar, sobre todo de Alberto Santofimio. ¿Cuál fe la trayectoria de ese señor? Era el representante de cierto sector del Partido Liberal en el Tolima y fue nombrado ministro por el presidente Alfonso López. Sí, curioso, el mismo de la ventanilla siniestra. ¿En qué andan las personas que hasta la muerte de ese ex presidente siguieron a sus órdenes y continúan formando un clan político-mediático poderoso? En la oposición cerrada basada en calumnias y en la difusión de cuanta falacia pueda erosionar la imagen del gobierno, curiosamente siempre a favor de las FARC y sus socios políticos, siempre justificando el seppuku de la democracia en una negociación política, alentando el antiamericanismo (elemento que define a Escobar y el apoyo que recibió), justificando la actividad de las bandas narcoterroristas, hinchando el efecto de unos crímenes de hace siete años y silenciando los que se cometen día a día. No es raro que el consejero Gaviria comparara a la revista de esa familia con la agencia de prensa afín a las FARC.

Otro sector con el que se alió Pablo Escobar fue la entonces guerrilla del M-19, a la que encargó la toma del Palacio de Justicia. ¿A que no adivinan en qué andan los miembros de ese grupo hoy en día? Casualmente en el mismo bando de la revista Semana, exigiendo igualmente la negociación política, señalando al gobierno por el parentesco del consejero con el mafioso, defendiendo a Chávez y al conjunto de gobiernos aliados de las FARC, tratando de impedir que se gasten recursos en combatir a los terroristas... Tal parece que retirados de la vida delictiva estos justicieros tienen amistades a las cuales defender, aparte del magnate que los protegió y enriqueció cuando se decidieron a ocuparse sólo de la política legal. Bueno, no parece, su relación con Chávez es muy antigua y conocida.

Todavía hay otra familia política que tuvo relación con Escobar: la que le brindó esa amable ocasión de seguir delinquiendo en la prisión de la Catedral, en la que el supuesto detenido llegó a torturar a personas que fueron llevadas allí desde el exterior. La trayectoria de esas personas es sumamente interesante, por ejemplo, si en el momento de retirarse de la OEA, pero en realidad desde antes, César Gaviria se hubiera dedicado a defender la política de Seguridad Democrática y a criticar todas las mentiras de los medios y de los comunistas, a lo mejor no habría habido reelección y el presidente sería él. ¡Qué curioso, tenía que ponerse a la cabeza del partido de los herederos de Martha Catalina Daniels y a colaborar con Piedad Córdoba en sus diversas campañas! Es la hora en que se desconoce cualquier reproche de la dirección de ese partido a la “controvertida” senadora. Son políticos con metas más elevadas que el poder y también que los principios, o tal vez que los tienen claramente orientados a la defensa de la justicia social y del sueño de Bolívar.

Muchos otros personajes de la política, de la rama judicial, del periodismo, etc., colaboraron con los carteles de la droga de los años ochenta, forman una familia poderosa de políticos oscuros que durante las últimas décadas han pasado por el Congreso sin que se sepa qué propuestas han hecho o qué ideas defienden, pero siempre figuran por ejemplo absolviendo a Samper o aprobando todos los “micos” que convienen a los narcotraficantes. El actual alcalde de Bogotá es uno de ellos, típico. Según denuncias del columnista Ernesto Yamhure, se lo relaciona con un reconocido mafioso, y también se lo recuerda por votar una norma que impedía la retroactividad en la extradición. No es raro que en su administración predominen las personas próximas a ese ex presidente. También están éstos en la misma tarea de ponerle zancadillas al gobierno, deslegitimarlo y cabildear a favor de las FARC. Bueno, Piedad Córdoba es la principal representante de este sector.

El otro sector hostil al gobierno, si bien poco significativo en materia de votos, es el del clientelismo conservador. En este caso el comportamiento de sus líderes es todavía más equívoco que en los anteriores. El ex ministro Álvaro Leyva cabildea abiertamente a favor de las FARC, los antiguos comisionados de paz, Víctor G. Ricardo y Camilo Gómez siguen soñando con reanimar la mesa del Caguán, con los proyectos de “paz” que la animaban. Otro personaje de esa facción escribe con frecuencia en los medios columnas en defensa de los intereses de los narcoterroristas y se permitió anunciar el castigo por la fuga del ministro Araújo, que no fue otro que el asesinato de los diputados del Valle.

La escena de la reciente reunión de la Comisión de Relaciones Exteriores en que los tres predecesores de Uribe lo presionaron en términos groseros para que despejara territorio a fin de celebrar el “intercambio humanitario” (pero en realidad sólo para negociar, siendo que tal intercambio nunca lo concederán las guerrillas y todos lo saben) es muestra del sesgo que tienen todos esos sectores: a todos les quedaría tan fácil figurar como enemigos de las guerrillas y reconocer los logros de Uribe en materia de seguridad, que su resuelta solidaridad con los rehenes, a sabiendas de que no resultarán liberados, es uno de esos misterios de la historia patria que hacen pensar en un milagro tan misterioso como la conversión de tantas personas susceptibles de corromperse gracias al narcotráfico en hermanitas de la caridad que sufren ¡hasta el llanto! al leer la carta de Íngrid y por todas las dificultades de los rehenes...

Pero no sólo hubo políticos que sufrieron el embrujo de ese líder político que se apoyó tanto en el antiamericanismo que se puede considerar con todo rigor un precursor de Hugo Chávez. (Bueno, lo es en muchas otras cosas.) Los recursos también enriquecieron a muchos abogados, periodistas y jueces... A muchos nos gustaría que esa corrupción fuera cosa del pasado, pero hay demasiados datos para poner en duda que esa ilusión se haya cumplido.

En paralelo al crecimiento de los carteles del narcotráfico de Cali y Medellín se fue desarrollando uno que los aventajaba en muchas cosas: en la disciplina de sus miembros, en la influencia que tenía dentro de la sociedad a través de una compleja red de lealtades, en el arraigo en zonas rurales en las que la captura resulta muy difícil, en las relaciones internacionales... Esa organización preexistente y claramente superior a la de Escobar es el viejo Partido Comunista de Colombia, que por entonces era la misma organización que las FARC y que ahora, sin que se haya probado su imbricación con esa poderosa guerrilla, se caracteriza por defenderla y justificarla.

Esa organización es el cartel que sobrevive a todas las guerras contra el narcotráfico y ha llegado a copar la mayor parte del negocio gracias a la colaboración del gobierno venezolano, como explicaba un informe publicado hace poco en El País de Madrid. Y hay muchas razones para pensar que muy diversos sectores de la sociedad colombiana están a su servicio gracias a los recursos fabulosos que controlan.

Es en ese contexto donde se deben situar los continuos rifirrafes entre el gobierno e instituciones como la Corte Suprema de Justicia, respecto de lo cual lo más llamativo es el caso Tasmania y el reciente anuncio de que el presidente denunciaría al magistrado que presidía la Corte Suprema de Justicia por mentir a la prensa al decir que Uribe lo llamó para interesarse por el caso de su primo. Sean cuales sean los argumentos jurídicos, nadie puede pasar por alto el hecho de que la Ley de Justicia y Paz somete a los responsables de los crímenes paramilitares y a sus cómplices a unas penas que los guerrilleros no aceptarían. La obsesión de los magistrados con los parapolíticos parece un servicio que prestan a alguien, como en general el conjunto de sus actuaciones relacionadas con el conflicto, el narcotráfico, las guerrillas y el gobierno.

El caso Tasmania es muy expresivo, y sólo por la presión de los medios se ha olvidado: nadie ha llegado a explicar por qué el magistrado Velásquez no denunció la llamada del presidente sino hasta mucho tiempo después, por qué no había acta de la reunión con el paramilitar, por qué en lugar de interesarse por averiguar la verdad los magistrados se apresuraron a negar la posibilidad de que se investigara... En el caso de la supuesta llamada del presidente al magistrado Valencia ocurre lo mismo: la acusación ante los medios tiene un gran impacto por el interés propagandístico, pero las pruebas obran en contra de lo que dice el magistrado. El recurso del formidable lobby opositor se resume en un texto de uno de sus más característicos portavoces, el columnista Ramiro Bejarano:
Indigno un presidente que convierte en testigos a sus obsecuentes subalternos e intenta poner de su lado al Procurador y al Fiscal, provocando pronunciamientos tergiversados. Eso es propio de quienes viven entre coartadas, no de un jefe de Estado. Así lo recordará la historia, y lo censurará la comunidad internacional, que asombrada ve que el mandatario acosado por los pleitos de parapolítica, en medio de la grave crisis con Venezuela, denuncia a la cabeza de otra rama del poder. Si eso no es un tirano entonces ¿qué es?
Es el mismo recurso de prohibir el procedimiento judicial que ya se aplicó respecto al magistrado Velásquez. La verdad es que respecto de esos hechos el juicio que se tenga sin acceder a toda la información y sometido a la presión de los medios y de otras personas es por fuerza dudoso. Mucho más sencillo resultaría analizar lo que dicen los magistrados. Debería ser una prueba para todo ciudadano honrado contestar si realmente las guerrillas obran por altruismo y por querer destruir la democracia se les debe ofrecer reconocimiento. Nadie que piense seriamente en eso puede dudar de que esos magistrados comparten intereses con esos altruistas.

Y en todo ello no hay ningún misterio: entre los principales frentes de actividad del Partido Comunista en los años sesenta y setenta destacan las universidades, muy especialmente las facultades de Derecho. Miles de estudiantes fueron reclutados a través de la Juventud Comunista para formar parte de las guerrillas, y un decano de una facultad de Derecho, Jaime Pardo Leal, fundó un sindicato de jueces y fiscales, Asonal-Judicial, que tendría un papel significativo en el desarrollo del sindicalismo estatal controlado por los comunistas, cuyo dominio en la judicatura tiene una larga trayectoria y se puede evaluar en el activismo de muchos ex magistrados, como Carlos Gaviria, que representa el sector más afín a las guerrillas del PDA. (Recientemente explicaba en la radio que si bien las guerrillas cometían actos terroristas también eran políticas y había que reconocerlo, algo como pensar que Pablo Escobar era comerciante y al tiempo que se lo castigaba por sus crímenes se hacían negocios con él, o que Bin Laden también es religioso, y al tiempo que se lo persigue por poner bombas se evalúan sus elementos doctrinales para enseñarlos con el catecismo: en comparación con Gaviria, Tirofijo es decente).

Pero la verdad es que el poder de los herederos de Pablo Escobar sólo se puede contener si la gente hace caso a todos los signos, sobre todo a la clara implicación venezolana en el narcotráfico y al interés bizarro de tantos personajes en ponerle zancadilla al gobierno y conseguir que las bandas narcoterroristas levanten cabeza.


(Publicado en el blog Atrabilioso el 23 de enero de 2008.)

sábado, marzo 07, 2009

Hugo Chávez y "El escarabajo" de Andersen

1. Dos jefes de Estado 

Cuando el presidente venezolano tuvo ocasión de saludar al emperador del Japón no se resistió a darle un abrazo como los que da a todo el mundo, pese a que la tradición de ese país prohíbe acercarse a la persona del jefe de Estado. No falta quien encuentre en ese gesto una muestra de torpeza y “falta de tacto” de Chávez, pero ésta es una visión errónea. Lo que expresa es la reivindicación de sus votantes de ser reconocidos como lo son los ciudadanos de otros países, si al emperador del Japón no se lo puede tocar (cosa que no hicieron los estadounidenses pese a haberlo derrotado y obligado a democratizar su país y pese a que la agresión nipona había determinado la muerte de cientos de miles de ciudadanos de EE UU), el presidente venezolano saluda de abrazo y es espontáneo y directo como son los venezolanos. En palabras de uno de esos típicos lambones que Colombia ya exporta:
Hugo Chávez se muestra confianzudo, uno de los rasgos de la venezolanidad, con colegas a quienes apenas ha visto. Según relatan en una biografía no autorizada del mandatario, Chávez ha roto todos los protocolos. En su primer encuentro con Vladimir Putin en Moscú, en 2001, recibió al premier ruso en posición de karateca, mientras le expresa sonriente "he oído que eres cinta negra de karate"; en Inglaterra abraza y besa a la reina Isabel, en Japón también abraza al emperador Akihito y saluda con un apretón de mano a todos los guardias del palacio imperial...
2. El escarabajo 

Es decir, más allá de la astucia del personaje hay un gesto de complacencia con su público, y es imposible no acordarse de un hermoso cuento de Hans Christian Andersen, El escarabajo: le ponen herraduras de oro al caballo del emperador y el escarabajo reclama unas para sí, no importa que no tenga pezuñas, lo importante es que ese privilegio ajeno lo hace sentirse agraviado y no vacila en exigir sus derechos y en rebelarse. Esa sensación de agravio es muy corriente en todas las regiones atrasadas del planeta y está en la base del ascenso de un personaje como Chávez. 

3. Cuentos populares 

Vale la pena detenerse un poco a pensar en Andersen. Al igual que Charles Perrault y los hermanos Grimm, este autor es sobre todo un recopilador de historias tradicionales que no habían encontrado una forma escrita más o menos acabada. Esa literatura de tradición oral está en el origen de toda la demás literaturas y en épocas en las que eran raras las escuelas desempeñaba una gran función didáctica. Esas fábulas pretendían transmitir una enseñanza moral que protegería de tentaciones a quienes las oían y conseguían mediante la burla hacer odiosos ciertos comportamientos. La posterior institucionalización y masificación de la enseñanza determinó que ese “saber” que se transmitía de padres a hijos perdiera significación frente al que imparten los profesionales, y en gran medida que los valores que adquieren las nuevas generaciones sean los que promueven ciertos poderes a través de los maestros. Como ocurre con todo lo que en la tradición cristiana se llamaba “pecados capitales”, la asimilación del contenido moral de los cuentos populares se perdió, la estúpida arrogancia del escarabajo se convirtió en la norma del mismo modo que ocurrió con la envidia y la gula. Cualquier reproche termina pareciendo antiguo, reaccionario, fuente de exclusión y amenaza a los derechos... 

4. Hijos de maestras 

El coronel Chávez es hijo de una maestra, y en gran medida sus valores y actitudes corresponden a lo que se ha estado enseñando en las últimas décadas en la región. Un gremio cuyos ingresos dependen del Estado es de lo más propenso a idealizar la institución que le da sustento y a promover los discursos demagógicos y halagadores de las debilidades de los educandos, pues la transmisión de conocimientos demandaría de entrada la formación de los propios maestros y una actitud moral para la que no hay ejemplos en la sociedad. Pablo Escobar, otro hijo de una maestra hizo de las suyas en Colombia hace un par de décadas, y cualquiera que tenga suficientes años podrá recordar ese discurso casi unánime de legitimación de la delincuencia que imperaba en esa época: la superioridad tecnológica o económica de otras naciones sólo era efecto de su perversidad, la pobreza de Latinoamérica era sólo el resultado de ese despojo, trabajar era una forma de someterse a esos poderosos inicuos... Puede que no esté lejos el día en que se haga el paralelismo entre esos dos personajes, y ciertamente el daño infligido por el colombiano resultará mucho menor. Con decir que el sátrapa venezolano ha despilfarrado la friolera de 450.000 millones de dólares, en buena medida organizando su propia tropa de sicarios entre los delincuentes de las ciudades del país vecino, ya se tiene un elemento de juicio. 

5. El fracaso de la educación Hace setenta años Arturo Uslar Pietri proclamaba la necesidad de “sembrar el petróleo” para:
Que en lugar de ser el petróleo una maldición que haya de convertirnos en un pueblo parásito e inútil, sea la afortunada coyuntura que permita con su súbita riqueza acelerar y fortificar la evolución productora del pueblo venezolano en condiciones excepcionales.
No se podrá negar que los temores del escritor se han hecho realidad, que varias décadas de protochavistas han convertido al venezolano en un pueblo parásito e inútil que manifiesta en gran medida las características morales del escarabajo del cuento y se entusiasma con tener a uno de los suyos, un patán vocinglero sin otro mérito que su capacidad de halago, como un personaje internacional. Lo que pasa es que antes de que todo eso llegara a ese nivel demencial hubo varias generaciones dedicadas a preparar el terreno para que se llegara a eso. 

  6. Educación y literatura Es muy característico el énfasis de los chavistas, o sea, de los intelectuales, en la necesidad de la educación. ¿Qué significa esta palabra? En una discusión en el blog de Alejandro Gaviria los habituales valedores de la preponderancia de la educación mostraban al mismo tiempo un desdén resuelto por la literatura. ¿Qué educación podría prescindir de la literatura? No se trata de ideas de cualquiera sino de personas que estudian doctorados en EE. UU. y probablemente ocuparán cargos de alto nivel en el Estado colombiano. Ojalá los lectores reflexionaran sobre el sentido de “educación” cada vez que usan esa palabra. La Venezuela de Chávez gasta más que ningún régimen de la región en “educación” y curiosamente el efecto es un crecimiento incesante de los homicidios y robos y secuestros y actos de corrupción... Los ingentes recursos que permiten financiar el bienestar del gremio intermediario entre el gobernante y los niños se dedican no a impedir que éstos sigan el ejemplo del escarabajo, sino precisamente a formarlos así. 

7. Valores de izquierda y derecha 

El texto enlazado de Arturo Uslar Pietri apareció en 1936. La evolución de nuestras sociedades desde entonces es tal que esa idea de “sembrar el petróleo” resulta hoy completamente superada, según se evidencia en la prosa edificante de otro gran escritor andino, William Ospina, el cual nos enseña:

Recientemente el presidente Chávez, en Venezuela, ha sabido jugar con inteligencia en el escenario de la economía mundial y prácticamente ha duplicado los ingresos de su país por concepto de exportaciones de petróleo. Muchos en Colombia sienten recelo ante él y lo tratan como a un dictador golpista, olvidando que fue elegido por una amplia mayoría y que ha realizado sus reformas políticas de un modo ejemplarmente pacífico, en especial si lo comparamos con el baño de sangre que padece hoy por hoy nuestro territorio. Pero a pesar de que nuestras élites lo miren con recelo —pienso que sobre todo por ser mulato—, nuestros empresarios no ignoran que en Venezuela se han incrementado de un modo notable las ventas de productos importados de Colombia; que hoy Colombia, gobernada por sus elegantes señores blancos, se está beneficiando de la bonanza petrolera propiciada por Chávez y está derivando importantes ingresos de sus vecinos venezolanos y ecuatorianos.

No sólo en Venezuela sino también en Colombia se ha visto qué sentido tiene la educación tal como la conciben los poderosos. Y el problema es todo un sistema basado en esos valores, un sistema completamente hegemónico en las instituciones de enseñanza y en las inferencias de la tradición ideológica, al que sólo se le opone la aspiración de la gente empobrecida y dispuesta a trabajar a vivir en países lo más parecidos posible al odiado imperio. Bueno, todo queda eclipsado ante las innegables virtudes proféticas del autor citado, tan demócrata como toda la izquierda democrática que lo admira y aplaude:
Cuba es un país pobre: no tiene economía fuerte, ni poderío militar; tal vez lo único que tiene es un señor furioso gritando desde una tribuna, pero eso le basta para mantener a raya al mayor imperio del mundo., Como me decía hace poco un amigo en Bolivia, los Estados Unidos no muestran mucho respeto por el señor Castro, lo atacan sin cesar por todos los medios, pero no hay duda de que respetan a Cuba. En general, Cuba es un país al que pocos envidian pero al que muchos respetan, incluido el gobierno español, incluido el papa, incluidos muchos empresarios norteamericanos que no ven la hora de que se acabe el bloqueo para poder invertir sus capitales en un país que será el mayor destino turístico del futuro próximo y que está para ellos al alcance de la mano, e incluidos muchos cubanos que están sosteniendo al país con sus aportes en dólares desde todo el planeta.

martes, marzo 03, 2009

Una excelente idea

Hace unas semanas el coronel Alberto Villamarín publicó en su blog de El Tiempo una carta abierta al presidente Uribe con algunas ideas que considera útiles para conseguir la liberación de los secuestrados. Entre los diversos puntos de esa carta está algo que muchos consideramos una necesidad y que probablemente servirá para que la parte de la sociedad que se opone al terrorismo retome la iniciativa en el año que ahora comienza.

Se trata de convocar un referendo en el que los ciudadanos deben contestar sí o no a estas preguntas:

1. ¿Deben las Farc liberar a todos los secuestrados sin ningún tipo de contraprestaciones?
2. ¿Deben las Farc entregar las armas y someterse al peso de la justicia, sin ningún tipo de contraprestaciones?

No debería sorprender a nadie que por parte de los medios no haya habido ninguna reacción. Mientras que la presión de la prensa por el “intercambio humanitario” de 11 guerrilleros presos por cada uno de los 45 rehenes escogidos es incesante, casi obsesivo, la propuesta supone una desautorización del secuestro.

Es muy difícil que Colombia deje de ser la patria del crimen mientras no haya tomas de posición claras de la ciudadanía sobre aspectos como ése. Mientras el silencio de las mayorías permita a los señores dirigentes del Polo Democrático felicitarse de que los rehenes permanezcan en manos de los terroristas porque eso demuestra el fracaso de la seguridad democrática sin que haya constancia de que la mayoría de los colombianos los desaprueba.

A favor de la idea del referendo militan datos como que una propuesta semejante, aunque menos precisa, firmada por el ex rector de la Universidad Nacional Fernando Sánchez Torres obtuvo un notorio respaldo de los comentaristas al artículo en El Tiempo.

La verdad es que no se puede albergar mucho optimismo respecto a esa propuesta, pues por parte del gobierno y de los políticos que lo apoyan hay muy poca disposición a embarcarse en tareas semejantes, mientras que los grupos de oposición harán todo lo posible por evitar que salga adelante. Pero al mismo tiempo un aspirante a ocupar la presidencia en 2010 podría lanzar esa propuesta para perfilar su protagonismo político.

No faltará quien diga que exigir el sometimiento completo a la justicia es irreal: la verdad es que hasta ahora la impunidad garantizada con que obran las FARC y el ELN han servido de muy poco para disuadir a sus miembros de matar y secuestrar colombianos. Tal vez, para evitar que se diga que el gobierno o los promotores de ese referendo son más benévolos con las bandas de asesinos paramilitares, sería mejor cambiar el texto y en lugar de “someterse al peso de la justicia” dejar “acogerse a la ley de justicia y paz”.

Pero no es lo importante: lo que debe resolver cada colombiano es si está dispuesto a premiar los crímenes de las guerrillas, tal como proponen los pastranistas, el “partido” “liberal” con su abanderada Piedad Córdoba, el PDA y los dueños de los medios, y al parecer hasta personajes como Eduardo Posada Carbó o si aspira a vivir en un país democrático.

Sería ingenuo pensar que la poderosa hidra de los medios, los intelectuales, los demagogos, los sindicalistas, los guerrilleros y demás conjurados va a quedarse cruzada o va a dejar de apelar al “realismo”. Es ese “realismo” el que mantiene viva la ilusión en muchos miembros de las guerrillas, que todavía esperan que sus “hermanos” (los valedores de Daniel Ortega y Chávez en Colombia) aprovechen el terror para llegar al poder en las elecciones y les entreguen el poder.

En mi opinión, una resuelta actitud de los promotores del referendo podría sortear el sabotaje de las diversas bandas de hampones que hacen de las suyas en el Congreso, en el Senado y en las Cortes. Al final la desaprobación manifiesta de los terroristas por parte de una masa ciudadana mayoritaria resplandecería. Y aunque fracasara, sin duda se pondría en evidencia el juego de los socios del terrorismo, juego que consiste lisa y llanamente en cobrar las masacres y secuestros con las más humanitarias y pacíficas intenciones, naturalmente.

Publicado en el blog Atrabilioso el 26 de diciembre de 2007.