sábado, julio 28, 2012

Las raíces del socialismo


1. ¿"Perdimos la guerra"?
Así se titula un artículo reciente del representante a la Cámara Miguel Gómez Martínez, centrado en la idea, correcta en mi opinión, de que sólo puede haber paz como resultado de la victoria, pero que no obstante pasa por alto la cuestión de la legitimidad, que es la que desautoriza toda negociación y todo entendimiento con los terroristas ya que lo que amenazan es la libertad y el derecho de los ciudadanos a elegir a sus gobernantes. Esa omisión es en cierta medida justificable por el tipo de texto, más grave me parece que culpe a "los colombianos" de no querer hacer frente a los terroristas, como si alguna opción apaciguadora hubiera ganado las elecciones.

Pero lo que de verdad me parece problemático es esa primera persona del verbo: si "perdimos" la guerra "los colombianos", los guerrilleros no son colombianos, y esa cómoda pirueta retórica, muy socorrida en Colombia, por lo demás, convierte en inocentes a los apaciguadores. Creo que para empezar a entender la realidad colombiana hay que prestar atención a los sobreentendidos que maneja el señor Gómez sobre los integrantes de ese "nosotros".
El mayor triunfo de la guerrilla es haber convencido a los líderes de opinión en Colombia que la victoria militar no es posible. Con la excepción de Álvaro Uribe, todos los mandatarios colombianos desde la época de Belisario Betancur repiten sin cansarse que la única opción que tenemos es la negociación. También lo sostienen la totalidad de los medios de comunicación, los líderes empresariales, los políticos, las ONG e incluso algunos militares. 
Se puede ver que el señor Gómez concibe a la guerrilla como una entidad extraña a los "líderes de opinión", a los que aquélla convence de que la victoria no es posible. ¿Ocurre eso? ¿Qué es la guerrilla? Si alguien se toma en serio que Tirofijo y sus rústicos son tan astutos como para convencer a los "líderes de opinión" del país de algo tan absurdo como que hay que sacrificar la democracia para no estar en guerra, y de que son invencibles a pesar de que sólo la negociación ha permitido a las guerrillas ser un poder significativo, ese alguien está defintivamente engañado.

El mayor triunfo de los que aspiran a tomar el poder en Colombia gracias a los crímenes de la guerrilla es haber convencido a sus supuestos contradictores de que realmente una tropa de zarrapastrosos puede representar una amenaza para un Estado del siglo XXI, y de que obran por fuera de una vasta conjura cuyo sentido compromete al conjunto de la sociedad y al orden social profundo, cosa que explicaré más adelante.

¿A qué líderes de opinión se refiere el señor Gómez? Si uno piensa en los columnistas de los grandes diarios bogotanos y de Semana, con muchísima frecuencia tienen una clara trayectoria como militantes de sectas comunistas, empezando por el director de El Tiempo. ¿Son tontos y se dejaron convencer por los guerrilleros de que eran invencibles, al punto de que NUNCA durante los años del Caguán publicaron nada que cuestionara que se pudiera someter la voluntad ciudadana a la imposición de unos asesinos?

Bah, uno lo puede repetir un millón de veces: la mente colombiana es refractaria a la razón, como la leyenda cómica de que la guerra es el resultado del tráfico de drogas. Es muy improbable que aparezca una sola persona que quiera entender que los terroristas son sólo el servicio doméstico armado de los dueños de la prensa, que conforman una oligarquía que domina el país desde hace al menos ochenta años. Figúrense, esos elegantes compatriotas piensan en lo que se podría hacer para acabar con la guerra y con las bandas terroristas y alcanzar la paz, y en su inocencia resuelven premiar sus crímenes a pesar de que ya se habían reducido drásticamente y se vislumbraba la desaparición de las bandas. 

Bah, es desesperante. ¿Qué hay en la cabeza de los colombianos? No faltará el que encuentre sarcástico mi párrafo anterior, pero ¿NO ES LO QUE DICE EL SEÑOR GÓMEZ MARTÍNEZ? La mente colombiana está hecha a decir una cosa y la contraria, a suscribir varias opiniones contradictorias a la vez, por ejemplo si las suscriben varias personas que lucen los mismos zapatos italianos.

Mención aparte merece la "inocencia" de los líderes empresariales y similares: nunca ha habido una economía independiente en Colombia. Ahora menos: la participación del Estado en la economía a partir de la expansión de las industrias extractivas hace que todos los gremios resulten forzosamente afines a la facción política hegemónica.

2. Pero ¿qué es la guerrilla?
En definitiva, un país de varias decenas de millones de habitantes se encuentra un día con unos cientos de bandoleros mal armados que se disponen a someterla y mágicamente lo consiguen. Es más o menos lo que creen la mayoría de los colombianos, y las explicaciones son muy diversas. La del señor Gómez Martínez, que se trata de indolencia y candidez, es sólo una. El contexto real de surgimiento de esas bandas y la adhesión que siempre han tenido de grupos significativos de personas de las clases acomodadas se pasa por alto: los enemigos de la guerrilla no quieren pensar que se trata de un conflicto político entre grupos sociales distintos, en buena medida porque esa concepción les recuerda el tipo de análisis marxista.

En otros países hubo insurrecciones armadas comunistas, recuerdo ahora Indonesia y Tailandia, y los hechos sangrientos se mencionan y recuerdan como obra de "los comunistas". En Colombia no. Los comunistas son personas de buenas maneras, educadas y hasta bien vestidas, y parece (no lo dice el señor Gómez Martínez pero sí muchísimas personas) que también se dejaron engañar por los guerrilleros y les creyeron que eran invencibles.

La historia de las FARC es fácil de encontrar y entender, la mentalidad colombiana que llega a no ver a los que se aseguran el mando y rentas millonarias gracias a los crímenes de la banda, es algo fascinante. En realidad es todo el problema. Si el Holocausto judío hubiera ocurrido en Colombia habría muchas discusiones acerca de lo que hubieran hecho las SS y se despreciaría al que intentara relacionar al señor Goebbels con esos hechos. Incluso al mismo señor Hitler.

El fondo de esa monstruosidad es la persistencia de un orden social primitivo y lleno de elementos racistas y excluyentes: se concibe a las guerrillas como fuerzas de resistencia de salvajes hostiles a la comunidad nacional y no precisamente como su expresión más característica. Se pasan por alto todos los testimonios que prueban la relación del PCC con las FARC, el paso de Alfonso Cano o Timochenko por la Juco, el ideario de todas las sectas que conforman la llamada "izquierda": para los colombianos, y perdón por repetirlo tantas veces, el crimen consiste en mostrar rasgos de grupos étnicos o sociales excluidos, tener las uñas sucias y hasta mellas en la dentadura. Los que durante medio siglo han legitimado y alentado los crímenes terroristas desde la prensa son unos pobres engañados. 

Es de verdad angustioso y uno vuelve al mismo punto siempre: ¿DICE O NO DICE ESO EL SEÑOR GÓMEZ MARTÍNEZ?
3. ¿El mal surgió de la mente monstruosa de Karl Marx?
El comunismo fue descrito por Octavio Paz como "un crimen colectivo", y su éxito en Rusia en 1917 y en las décadas siguientes en medio mundo se puede considerar la mayor tragedia de la historia humana. No cabe indulgencia con los comunistas y casi que el grado moral de una sociedad corresponde a la respetabilidad que tienen los comunistas. En Colombia y Venezuela son bien considerados porque son países en los que reinan los bandidos, en las sociedades civilizadas hay un vasto consenso sobre la consideración de los comunistas como criminales del mismo nivel que los nazis.

Pero muchos anticomunistas en Colombia conciben la historia del país como el puro efecto de la llegada de esas ideas, y lo que me angustia de esa concepción es que POR TANTO COLOMBIA ERA PERFECTA ANTES Y LO SERÍA SIN MARXISTAS. La lotería: uno pone sus números del Baloto y salen, resulta millonario. El otro sigue pobre. Singapur no recibió la misma influencia marxista ni tuvo la tentación del tráfico de alguna droga, como Luxemburgo, Corea del Sur, Finlandia, etc. Colombia estuvo muy de malas.

De hecho, cuando uno les explica a esas personas que los poderosos que favorecen a las bandas terroristas no son marxistas, se desesperan. Ya intenté explicar en una ocasión de qué modo el plano ideológico es al conjunto del juego político como la química a la física: en lo muy grande y en lo muy pequeño no hay química, sólo física. En el juego de los grandes señores y en el de los esclavos de la guerra no hay ideología, sólo intereses concretos; la ideología opera sólo en el plano medio. López Michelsen colaboró con los comunistas y puede que aun fuera aliado de la URSS, pero no porque lo afectaran las ideas marxistas, y desgraciadamente he tenido que leer eso.

Tengo que resumir lo expuesto porque el tema genera dispersión y parece que no tuviera relación una cosa con otra. Las guerrillas no son ajenas a los intereses de los grupos de poder (como parece creer el señor Gómez Martínez, al que poco le falta para decir que los grupos de delfines herederos de la República Liberal son otras víctimas de las guerrillas) ni una fuerza ajena al grupo étnico y social dominante, ni menos el resultado de las ideas marxistas. Es al revés, las ideas comunistas encuentran público allí donde hay condiciones morales e ideológicas que lo permiten. En Occidente sólo en los países católicos del Mediterráneo y en Iberoamérica.

Cosa curiosa, los demás países de la región no han tenido el mismo problema de las bandas terroristas, pero de todos modos tienen gobiernos comunistas. En el plano del juego político eso tiene muchas causas que no voy a comentar aquí, pero en mi opinión la ideología es determinante: la inmensa mayoría de los ciudadanos sudamericanos simpatizan con el socialismo, y eso desde hace muchas décadas.

4. Pero ¿qué es socialismo?
Si yo fuera profesor empezaría cualquier clase con preguntas así. Parece que todo el mundo tuviera una descripción clara de lo que es socialismo y que preguntarlo fuera perder el tiempo. Los de derecha y los de izquierda contestarían que el socialismo es la ideología de la izquierda. Pero ¿el partido nazi era de izquierda? ¿O no era socialista? ¿Tampoco Mussolini ni el Baaz iraquí y sirio ni Gadafi? Los comunistas en Colombia, es decir, la inmensa mayoría de los que tienen estudios universitarios en materias sensibles a la política, creen que Hitler y Mussolini eran falsos socialistas, en realidad capitalistas disfrazados de socialistas. Los colombianos conciben las palabras como rótulos que les ponen a las cosas según les convengan y se quedan tan tranquilos. Por eso todos saben de sobra qué es socialismo. Esto dice el diccionario:
1. m. Sistema de organización social y económico basado en la propiedad y administración colectiva o estatal de los medios de producción y en la regulación por el Estado de las actividades económicas y sociales, y la distribución de los bienes.
El comunismo con su dictadura y su régimen de terror nunca ha sido mayoritario en Iberoamérica, pero en las últimas décadas vive un periodo de esplendor gracias a la eficacia de su liturgia, a la disciplina de sus militantes, a la hegemonía del gobierno cubano en los grupos socialistas, pero sobre todo a que la inmensa mayoría de los ciudadanos son socialistas. Es decir, profesan el culto del Estado. El socialismo es el culto del Estado, fenómeno sobre el que advirtieron los filósofos del siglo XIX. Los grupos organizados de partidarios del crecimiento del Estado encontraron en el término un bonito pretexto. Al interesado en el tema le recomiendo las descripciones del Estado del Zaratustra de Nietzsche, y la que aparece en La rebelión de las masas de Ortega y Gasset.

El conjunto de los grandes crímenes modernos es perfectamente atribuible al socialismo, tanto al racista-imperialista de Hitler como al marxismo. En estos mismos días se cometen asesinatos en masa en Siria, país sometido al muy socialista Baaz. Que los fascistas rindieran culto al Estado, o que el socialismo sea eso, es una obviedad que nunca podrá conmover las certezas de los colombianos por sus raíces ideológicas profundas. Para resumir la noción de socialismo, baste citar a Hayek:
Totalitarismo es la nueva palabra que hemos adoptado para describir las inesperadas pero inseparables manifestaciones de lo que en teoría llamamos socialismo.
Bueno, Marx era sólo uno de los diversos socialistas. Otros, como el Baaz iraquí o el mismo fascismo europeo, ascendieron como respuestas al marxismo, y contaron con el apoyo de mucha gente que temía al comunismo. El problema es el Estado, tanto por sus inclinaciones como por el hecho de que la gente en países como Colombia cifra la solución a sus problemas en él. Se juntan el hambre con las ganas de comer.

La victoria militar sobre las organizaciones armadas comunistas es imposible porque las protegen instancias formidables de la sociedad. No es que los magistrados o los delfines políticos se extraviaran en la lectura de Marx, sino que las perspectivas de negociación les abren la posibilidad de expandir su poder. La negociación con el M-19 y la Constitución del 91 trajeron la expansión del Estado y del poder de los funcionarios y políticos. Una negociación futura con las FARC les aseguraría un dominio mucho mayor. Ciertamente hay de por medio una conjura del PCC y fortunas fabulosas comprando voluntades, pero si esa conjura no tuviera a su favor tanto a la mayoría de las clases altas como a los grandes poderes fácticos, sería facilísimo desarmarla.

Es decir, la voluntad de los terroristas es tomar el poder como en Cuba, pero en la realidad son un instrumento de dominación de los grupos que siempre han controlado el Estado, que sin conflicto ni perspectivas de negociación perderían su poder, eso explica la jugada de Santos, que optando por el socialismo y la negociación se gana a un tiempo a todos los lagartos, a los comunistas y a los poderes fácticos sin disgustar a la mayoría de los votantes, que esperan que el Estado les provea redistribución y derechos, muchos derechos.

5. ¿Cómo consiguió el PCC convertirse en el partido del poder?
La idea de que la causa de las desgracias colombianas son las teorías de Marx me indigna porque es como una ceguera profunda respecto a los verdaderos rasgos de la sociedad colombiana. Si se admite que el funcionario público tiene como tarea y objetivo el dominio sobre la sociedad y la expansión de su capacidad de gasto, resultará obvio que el socialismo lo tentará. Eso mismo pasa en todas partes y en otros países se ofrece resistencia a la expansión del Estado por la existencia de grandes grupos de clases productivas y de economías basadas en la iniciativa privada. En Colombia no ocurre tal cosa, y ahora menos.

El comunismo podía ser a principios del siglo XX una moda exótica vista con mucho recelo por las clases altas, más debido al ateísmo y otros rasgos. Pero con el tiempo se fue haciendo influyente en las universidades y en los sindicatos estatales. En las primeras la organización del Movimiento Estudiantil Revolucionario permitió a varias generaciones graduarse sin excesivas exigencias "académicas", multiplicar el gasto en "educación" "superior" (y así asegurarse puestos como profesores) y constituir un importante factor de poder por la organización y por el peso de los grupos armados. En los sindicatos estatales ocurrió un proceso parecido. Un par de décadas después ya se alcanzó la hegemonía, los profesores universitarios son los antiguos militantes, y los nombramientos en muchas entidades públicas dependen de la recomendación de los sindicalistas. Que los intereses de los comunistas coincidieran con los de los delfines y demás oligarcas era un proceso inevitable: la base del sindicalismo estatal es obtener rentas a costa del contribuyente. La del Movimiento Estudiantil también, aunque los usufructuarios (profesores-militantes y con ellos la conjura comunista) no tienden a figurar.

Pero ese retrato también es superficial: puede que al principio el marxismo fuera una opción de aventureros o resentidos, pero a partir de cierto momento, cuando empezó a ser productivo en términos de poder, fue una elección típica de los miembros de familias ligadas al poder político, tanto en las familias de magnates como en las de funcionarios de menos rango. Una de las preguntas típicas de los académicos es por qué el anticapitalismo de los intelectuales. En el caso colombiano es evidente: en una empresa se evalúan los resultados, en una organización comunista lo verdaderamente determinante, lo que establece la ventaja de un militante sobre otro, es la extracción social. La retórica es de igualdad pero la realidad es de brutal jerarquía. El ejemplo extremo de esa relación es la sobrina de López Michelsen como líder de la organización de masas de los comunistas.

Y es mi punto central, lo que parecen no entender ni el señor Gómez Martínez ni los anticomunistas al uso, el socialismo, marxista en este caso, es hegemónico entre las clases altas porque corresponde al tipo de vida tradicional. Las jerarquías se mantienen congeladas, se excluye la competencia, basta con suscribir una serie de respuestas-resorte y afectar cierta moralina y los privilegiados de siempre tienen seguras sus rentas y su autoridad como profesores. Pero eso está en la misma existencia del Estado y de la clase funcionarial. La afición a negociar con los terroristas corresponde a que la esperanza de paz es un pretexto con el que esa clase expande su poder, cosa que hace en toda Sudamérica sin necesidad de violencia.

6. ¿Qué era Colombia antes del comunismo?
Las sociedades marxistas estaban sometidas a un partido hegemónico que vivía del terror, es la situación actual en Cuba. Pero ¿qué hacen los miembros de ese partido? En esencia, divulgar la ideología. El totalitarismo basa su poder en una casta de mandarines que finalmente se hace hereditaria.

Es decir, la organización que domina la sociedad ejerce un poder espiritual, pues se fuerza a la gente a someterse a la ideología. Los funcionarios están a salvo de la evaluación de los ciudadanos (cosa que no sólo es la esencia de la democracia sino también del mercado): sólo evalúa la autoridad superior. ¿De qué modo llegaron los colombianos a aceptar eso, por ejemplo, que haya miles de profesores universitarios dedicados a divulgar la ideología de las FARC sin que ni en el gobierno ni en la sociedad alguien se interese por impedirlo?

Es la historia de Colombia: el Estado quemaba gente en público e imponía creencias so pena de tormentos atroces. Los funcionarios sólo tenían que coincidir con la autoridad superior y forzar a los ciudadanos a obedecer. Al tener relación con esa organización, tenían rentas aseguradas, prestigio y mando.

Antes de que los comunistas dominaran la universidad ya la productividad de ésta era nula en términos económicos, y es que su origen es el seminario y en la medida en que la vasta burocracia expandió su poder empezó a tratar de reemplazar a la Iglesia. En todos los países católicos ha ocurrido un proceso semejante. La certeza de los patanes de las universidades de estar por encima de la sociedad y tener derecho a rentas y poder pagados por los contribuyentes es sólo la continuación de la que tenía antes el clero.

De ese modo, el orden impuesto por los comunistas en 1991, que amplían en medio de la orgía de sangre, es sobre todo la continuación de una forma de vida muy arraigada. No se va a remediar con la suposición cómoda de que "los buenos somos más" ni de que las guerrillas son cualquier organización delictiva (es rarísimo el colombiano que no se indigne cuando se les atribuyen intenciones políticas). Sin plantearse cambiar la sociedad en la dirección del liberalismo (entendido como el ideario de Hayek y otros), de la reducción del tamaño del Estado, de la superación de privilegios, del cierre de las universidades públicas, de la creación de una administración de justicia recta, de la abolición de todos los rasgos totalitarios (socialistas) de la Constitución de 1991 y la crítica constante del legado de la tradición, los gobernantes tendrán más cómodo aliarse con los comunistas, como hace Santos, consciente de que el "caldo de cultivo" de su ideología es hegemónico.

Es decir, la guerrilla y las perspectivas de negociación son el statu quo. Quienes están en ese bando son los herederos de la antigua dominación y tienen hoy rentas millonarias gracias al petróleo. Las nociones del artículo del señor Gómez Martínez con que comencé este largo escrito son en últimas peligrosas porque toleran la ilusión de que los apaciguadores no están en el lado de los terroristas, de que son unos de los "nuestros" que proponen una solución técnica errónea.

El motivo por el que no se ha podido derrotar a la guerrilla es simplemente que el triunfo de cualquiera que se lo propusiera significaría la derrota del parasitismo que instauraron los españoles en el siglo XVI. Y a pesar de la miseria, el atraso y el sufrimiento que ese statu quo genera, la posibilidad de que la gente escoja otra cosa es difícil, ya que los vividores y charlatanes "intelectuales" son los modelos de la sociedad: baste pensar que si uno piensa que los jóvenes deberían trabajar en lugar de tirar piedra escandaliza a casi todos los rudos derechistas que proliferan en Twitter.

(Publicado en el blog Atrabilioso el 4 de abril de 2012.)

lunes, julio 23, 2012

¡Hay tantos Caguanes que todavía no han despuntado!





("Hay tantas auroras que todavía no han despuntado" reza un verso del Rig-Veda que inspiró a Friedrich Nietzsche el título de su libro Aurora. En Colombia vuelve la presión por un despeje para los terroristas.)

No entiendo qué clase de consuelo será para algunas personas el que la semana pasada cayeran 33 miembros de las FARC en Arauca y esta otros 32 en Vistahermosa, Meta. Una victoria pírrica en una guerra repugnante en la que el gobierno y sus aliados cubanos y venezolanos pueden encargar unas y otras muertes y los jefes terroristas ven caer la carne de cañón como quien gasta un montón de dinero en una inversión rentable: esas muertes no son avances importantes sino la prueba de algo atroz, al igual que la muerte de tres estudiantes de la Universidad Pedagógica el fin de semana: las FARC ya están organizando columnas de decenas de personas y planeando grandes atentados en las ciudades, pues ¿para qué eran las bombas que preparaban los estudiantes?

Esos tremendos avances de los terroristas, de los que las incontables bajas militares de este año son sólo un aspecto, ocurren mientras la prensa, convertida más que nunca en órgano de propaganda del terrorismo o de la "paz" (es decir, de las negociaciones de "paz") o del gobierno, conceptos que hoy por hoy son lo mismo, va introduciendo con vaselina la nueva realidad de alianza del gobierno con los terroristas y premio de sus infinitos crímenes.

Entre los ingredientes de esa campaña de presión, que a fin de cuentas empezó desde que ascendió Santos a la presidencia (baste recordar el ruido que acompañó a la bomba de Caracol o el aquelarre de Buenos Aires, con copiosísima inversión en llevar a personajes caros como Mayor Zaragoza) llama la atención una carta que le enviaron a Santos los habituales de Razón Pública, que es a las FARC lo que la Corporación Nuevo Arco Iris al ELN, o sea, una organización de fachada, y que suscribieron los habituales columnistas y profesores (que son columnistas y profesores gracias a que colaboran con el terror).
Bogotá, D.C., marzo 5 de 2012


Señor Presidente:

Dijo usted en el discurso de posesión el 7 de agosto de 2010: “La puerta del diálogo no está cerrada con llave”. Para fijar destinatarios de tales palabras, usted agregó: “A los grupos armados ilegales que invocan razones políticas y hoy hablan otra vez de diálogo y negociación, les digo que mi gobierno estará abierto a cualquier conversación que busque la erradicación de la violencia y la construcción de una sociedad más próspera, equitativa y justa”.
Es como la profecía que se ejecuta a sí misma: el argumento de los cobramasacres es que Santos lo dijo, y así pasa como la cosa más razonable del mundo que se pueda construir una sociedad próspera, equitativa y justa premiando las masacres, los cilindrazos, las bombas, etc. Bueno, en cierta medida tienen razón: Santos empezó diciendo eso y nadie le respondió, los congresistas elegidos por el "uribismo" no estaban para incomodar al que tiene la llave del botín, y el propio Uribe tampoco estaba para echarse en contra a los congresistas de su partido y encima a los medios de propaganda: los portavoces de las FARC reclaman lo que dijo Santos porque siendo el presidente semejante atrocidad fue tolerada por los colombianos, cada uno por diversas razones, pero sobre todo por la confianza ciega en el guía infalible que todavía manifiesta su respeto por Santos y afirma no querer hacer oposición, a tal punto que la respuesta de Luis Carlos Restrepo fue enseguida desautorizada por Óscar Iván Zuluaga obrando casi como portavoz de Uribe.
En diversos momentos y con énfasis distintos, ha reiterado usted el primer enunciado en lo que va corrido de su mandato. Recientemente en Florencia, al término de un Consejo de Seguridad, usted redundó sobre la misma imagen. Es cierto que en su intervención formuló una inquietante indicación: “El Gobierno no tiene en este momento ningún indicio, ninguna manifestación que nos pueda a nosotros convencer de la buena voluntad de la contraparte en materia de llegar a un acuerdo de paz. Por lo tanto, la acción de la fuerza Pública será contundente y seguirá siendo contundente sin ninguna contemplación”.
Los firmantes de la carta lo saben bien, la mayoría de ellos son profesores universitarios comunistas que han leído algún manual de historia, pero hasta un niño lo sabría, la promesa de premiar los crímenes los alienta. Los gestos de paz se reservan para el momento en que "la contraparte" ha matado a suficientes soldados y controlado suficiente territorio, reclutado a suficientes combatientes y hecho acopio de suficientes recursos para imponer sus condiciones. El demandante de gestos de paz siempre tiene que resignarse a esperarlos; y como a fin de cuentas no pierde nada, ni siquiera apoyos políticos porque para eso tiene controlados a los compañeros del guía infalible y el pueblo es servil e indolente, pues es una resignación más bien cómoda. En otras palabras, las amenazas del demandante de gestos de paz como mucho producen las muertes de la consuetudinaria carne de cañón, mientras los firmantes de la carta calculan cuál será la embajada que les corresponda al cabo de unos cuantos años de masacres y terror. La promesa de premiar los crímenes es una forma de encargarlos, sobre todo cuando el premio es la lealtad de las vastas redes de poder que crecieron alrededor de la Constitución del 91 y el consecuente apoyo al terrorismo.
Nos ha estimulado a escribirle estas líneas el hecho de que usted no haya arriado la bandera de la reconciliación, pero también nos ha empujado a hacerlo ahora la Declaración Pública del Secretariado del Estado Mayor Central de las Farc, conocida por la opinión nacional el 26 de febrero pasado. Como a la inmensa mayoría del país, nos ha alegrado que a la liberación de los seis militares inicialmente anunciada se haya adicionado el nombre de cuatro más, así como la manifestación de agilizar por parte de la guerrilla las acciones de la liberación.
Es muy interesante tener en cuenta el contexto. La carta es del 5 de marzo y la declaración del Secretariado es de una semana antes: el impacto de la carta y la campaña de presión es paralelo al de las orgías sangrientas que han tenido lugar desde entonces. Las muertes de guerrilleros deberían cargarse en la cuenta de los firmantes de la carta porque a fin de cuentas son vidas de colombianos humildes segadas por la ambición de estos desalmados. La mayoría de esos muchachos están forzados a matar y a morir por la carrera de estos personajes. Pero sobre todo, sin asesinatos no habría nada que negociar, sean cuales sean los términos de las cartas de presión. Las supuestas liberaciones, anunciadas ya no recuerdo cuántas veces, tienen en las cartas de apoyo a la "reconciliación" una parte de la onda expansiva.

Eso sí: uno siempre está en minoría explicando a los colombianos que Santos está en el mismo bando de los terroristas. ¡Su calzado es demasiado elegante para poder concebir tal afinidad! El hecho de que comparta con los cobramasacres una mentira monstruosa como ese término, "reconciliación" no significa nada para los colombianos: las palabras son gratis y no cuentan nada. ¿Cuál reconciliación? ¿No es la agresión del Partido Comunista financiada por la URSS en su día y coordinada por el régimen cubano algo comparable a un atraco? ¿Han agraviado las víctimas a los firmantes de esa carta, algunos ancianos que siempre han disfrutado de sueldos y pensiones fabulosos gracias al poder terrorista, como para que se hable de "reconciliación"? Ese lenguaje legitima a los terroristas, con los que Santos negocia a espaldas de los ciudadanos sin que el uribismo plantee ninguna respuesta (y en realidad ningún rechazo).

Por las implicaciones que a más largo plazo tiene, asumimos como importante novedad, de cara a la trayectoria de 48 años de las Farc, la decisión de proscribir el secuestro extorsivo y de abolir la llamada Ley 002 que establecía para la guerrilla una aberrante atribución fiscal y la escandalosa “institucionalización” de la amenaza del secuestro con fines extorsivos.
Proscribir el secuestro extorsivo se debe entender que a quien no pague la extorsión sencillamente lo matarán, y es algo que está por verse que lo proscriban, pues ¿cuánta gente está secuestrada por los terroristas? De hecho, es posible que estén "tercerizando" esa labor en las bandas criminales, que ya colaboran, tanto judicial como operativamente, con las FARC. Pero es más graciosa la condena a la Ley 002. ¡Estos pensadores la condenan ahora que las FARC no la pueden cobrar, en los años del Caguán la apoyaban más o menos expresamente!

En la etapa actual del conflicto interno se hacen evidentes primordiales realidades: el avance decisivo de la acción contrainsurgente del Estado mediante la acción de la Fuerza Pública, la pérdida de la proyección estratégica de la guerrilla, la persistencia de estructuras organizadas de las guerrillas que operan en lógicas nacionales y producen diverso tipo de operaciones ofensivas. De este cuadro se desprenden coordenadas que de mantener su trayectoria hacen previsible la continuación del conflicto interno con la inevitable prolongación de sufrimiento humano, pérdida de vidas, destrucción material y envilecimiento de la guerra.
En una ocasión uno de los firmantes de esa carta, el inefable señor Molano, escribió un artículo, eran los tiempos del Caguán, en el que mostraba todos los sufrimientos de los secuestrados. Sólo había que leerlo hasta el final: tanta compasión tenía el objetivo de ablandar a los lectores para que premiaran a las FARC. Es el sentido que tienen en los textos de estos criminales las alusiones al "sufrimiento humano": amenazar. Los crímenes atroces que siguieron a la carta, incluida la acción de coserle la boca a un campesino, probablemente encargada por alguno de los firmantes, complementan esa retórica.
Ante tan sombría perspectiva creemos que sólo la audacia política, que no identificamos con inopinada temeridad, puede abrir caminos inéditos para la reconciliación. Creemos, Señor Presidente, que políticas como la que está induciendo la Ley de Víctimas y Restitución de Tierras, con las limitaciones que a nuestro juicio ella presenta, así como la decisión que hizo posible la acelerada normalización de las relaciones internacionales con los vecinos, son iniciativas cuya calidad quisiéramos ver dirigidas también a la búsqueda de superación del conflicto interno mediante el diseño de una política que permita conversaciones serias y claras con la insurgencia.
Las "conversaciones serias y claras con la insurgencia" son en buen romance la abolición de la democracia, pues el "gobierno del pueblo" resulta reemplazado por la imposición de unos asesinos. Lo único que hace pensar en "reconciliación" es que hasta el líder de los ganaderos, señor Lafaurie, apoya la Ley de Víctimas y Restitución de Tierras, a la que califica de "inédito y enorme ejercicio de justicia". ¿No le producirá desconfianza el entusiasmo de estos cobramasacres?
Cuando señalamos la necesidad de coraje y audacia, también en el campo de la reconciliación, somos conscientes de que en el país operan poderosos intereses de orden militar, económico y político que se benefician con la prolongación de la guerra. Allí está, al menos en parte, la fuente que alimenta la retórica belicista y la excitación a la revancha que cobran intensidad cuando se producen señales de distensión. Tal vez no sobre consignar aquí, para evitar juicios insidiosos, que nos inspira la idea de la instauración definitiva en Colombia del monopolio de la fuerza por parte de Estado, pero bajo la inamovible condición de que es el monopolio legítimo de la fuerza el que corresponde construir.
En este párrafo la desfachatez orwelliana de estos asesinos llega a niveles casi cómicos: ¡la paz es la guerra! Lo que llaman "prolongación de la guerra" es cualquier esfuerzo de aplicar las leyes, mientras que la orgía de sangre de estos días, en medio del floreciente negocio de la cocaína con apoyo estatal venezolano, que a muchos de ellos sin duda hace prósperos, es la paz y la reconciliación, no faltaría más. Y claro, la frase final es una perla de esas que lo explican todo: ¡la legitimidad de la fuerza no consiste en el respaldo ciudadano sino en la bendición que dan ellos! La fuerza estatal no es legítima porque no está refrendada por los que castran gente en público y reclutan niños.
Quisiéramos rodear de optimista expectativa uno de los enunciados de la Declaración de las FARC aquí glosada: “Por nuestra parte consideramos que no caben más largas a la posibilidad de entablar conversaciones”. Diversas señales permiten pensar que está aflorando el sentimiento de que la prolongación de la guerra es un propósito que no tiene sentido, miradas las cosas desde el alto interés nacional.
No hacen ningún esfuerzo en ocultar su carta como un intento de cobrar la declaración de las FARC. Eso sí, el alto interés nacional es la conveniencia de los negocios y carreras de los firmantes, que en los veinte días pasados desde la fecha de la carta se ha cobrado varios cientos de vidas y en los próximos años se cobrará cientos de miles de vidas: no es la perversidad de estos asesinos lo que importa, sino la frivolidad e indolencia de la mayoría.
Usted, señor Presidente, ha insistido con razón que se le permita al gobierno proceder en materia de conversaciones con independencia y cautela. Esa observación la entendemos cabalmente en el plano operativo que implican los contactos, las imprescindibles exploraciones. Con toda convicción asumimos la justeza de tal advertencia, pero al mismo tiempo reiteramos que los problemas emanados de un conflicto que cubre al menos un cuarto de la historia republicana del país no pueden asumirse por la ciudadanía como asunto privativo, o bien de las instituciones armadas, o bien como asunto del fuero presidencial. La búsqueda colectiva de la paz es quizás el objetivo nacional a la vez más incluyente y exaltante.
La carta es perfectamente un encargo de Santos, cuyo hermano mayor siempre ha coordinado a esta clase de personajes, y tiene por objeto legitimar la negociación, como ya expliqué al principio. De repente estos cobramasacres resultan cobrando las bandas de asesinos, formadas por unas cuantas decenas de sicarios durante décadas, como "una cuarta parte de la historia republicana". ¡La búsqueda colectiva de la paz es la orgía de sangre que comenzó con la elección de Santos y ha hecho de este primer trimestre de 2012 el peor de todo lo que va corrido del siglo!
Comprometemos nuestra buena voluntad en coadyuvar a la construcción de un movimiento amplio por la paz en Colombia en la persuasión de que encontraremos también comprensión más allá de las fronteras del país, en pueblos y gobiernos que aspiran a que los conflictos se tramiten por los senderos civilizados de la controversia democrática, del respeto a los derechos humanos y a las normas del Derecho Internacional. Entendemos igualmente que la alusión contenida en la Declaración de las Farc a “un acuerdo de regularización de la confrontación” no tendría sentido alguno como figura pensada por fuera del contexto creado por el Derecho Internacional Humanitario. Para los analistas de conflictos, los cambios de lenguaje constituyen un síntoma y un paso fundamental para la búsqueda de la resolución negociada.
Tan dulces humanistas tienen una larga trayectoria, en la mayoría de los casos, como líderes de organizaciones comunistas y como jaleadores de los terroristas. El mismo señor Molano, citado arriba, reaccionó a la indignación de la gente con la orgía de asesinatos de los años del Caguán felicitando a las FARC por la masacre de Vigía del Fuerte (¿quién recuerda una sola de tantas masacres?) diciendo que "era una base paramilitar", y cuando los secuestros llegaron a ser de diez cada día, aparte de las innumerables atrocidades, salió a decir que lo mismo que se decía de Tirofijo se había dicho en su día de Bolívar. ¡Cómo no van a estar optimistas si en las mismas fechas en que redactan su carta se multiplican los asesinatos! César Gaviria nombró ministro a Camilo González como efecto de la alianza con el M-19, seguro que Santos nombrará en cargos importantes a muchos de estos firmantes, aunque para que quede legitimada la "paz" no bastan las presiones de firmantes, sino que harán falta unos cuantos cientos de miles de asesinatos, cosa que nadie se toma en serio, claro, como si no hubiera habido ya millones de víctimas de la ambición de estos filántropos.
Estimamos la contribución modesta que podamos hacer a un movimiento de esa naturaleza, también como apoyo a su propósito expresado en circunstancias extraordinarias, con las palabras que introdujimos en la presente misiva y que ahora la cierran: “… mi gobierno estará abierto a cualquier conversación que busque la erradicación de la violencia, y la construcción de una sociedad más próspera, equitativa y justa.”
Humildes y solidarios, los próceres ofrecen su ayuda a un gobierno tan noble. Claro que como las cosas van saliendo francamente bien y ya se extorsiona en medio país, pues no falta el que sale con pasos más audaces, como para materializar la ayuda. Por ejemplo, ¡oh sorpresa! un columnista de El Tiempo.

Iniciativas que podrían servir de base para avanzar en la construcción de una agenda de paz.
Es el lenguaje del Caguán: todos los días se hablaba de eso, cuando ya se habían dedicado varios años a la "construcción de la agenda de paz", el poder terrorista era tan grande que los constructores decían que "las partes necesitan llegar fuertes a la mesa de negociación". Sencillamente la agenda de paz es la principal tarea del accionar terrorista, el ir ganando legitimidad a punta de intimidación soterrada.
Muchos analistas del conflicto colombiano, columnistas y políticos en general nos preguntamos: ¿cómo transcurriría una posible negociación con las Farc?, ¿cuáles serían sus alcances, su metodología?, ¿a qué están abocados esa guerrilla y el Gobierno para lograr una salida política negociada?, ¿cómo ganar credibilidad frente al tema entre la opinión pública?

No sobra insistir en que estos interrogantes los formulamos sin desconocer que deben darse unas condiciones mínimas para que las partes puedan sentarse a la mesa de negociación. Pero perfilemos el escenario posible, luego de que se concrete la liberación de todos los militares secuestrados, de que fructifiquen las diferentes gestiones en marcha y de que ambas partes tomen la iniciativa que haga realidad los acercamientos. Es en ese momento cuando tales preguntas cobrarán vigencia.
"Ganar credibilidad frente al tema entre la opinión pública" es algo que el columnista dice sin darse cuenta, pero en lo que se evidencia la alianza del gobierno con los terroristas. ¿No? En un lado están los que se reconcilian y en el otro la opinión pública que puede desconfiar. El resto es como un dejà vu, la jerga del Caguán. Parece que quienes nacieron después de 1985 pueden consumir eso sin vomitar.
Entonces se van a requerir propuestas novedosas que permitan ganar confianza entre la ciudadanía y credibilidad en la opinión pública internacional, así que me atrevo a sugerir que se tengan en cuenta algunas iniciativas que podrían servir de base para avanzar en la construcción de una agenda de paz.

Si bien hablamos de una negociación nacional y global, con temas de ese nivel y condiciones ajustadas al mismo escenario, no se debe descartar que para avanzar en ella se puedan concretar algunos acuerdos integrales, de carácter regional o territorial que, con unas reglas del juego claras y mecanismos de verificación aceptados por las partes, vayan consolidando la ruta de la negociación.

Me explico: si el secretariado de las Farc y los delegados del Gobierno Nacional ponen sobre la mesa sus cartas y a partir de ahí se explora cómo empezar a materializar los compromisos y a definir el esquema aquí propuesto, se podría acordar un territorio determinado como comienzo de dicha apuesta de paz. Esa región puede ser, a manera de ejemplo, el Valle del Cauca, Antioquia y Chocó juntos, los Santanderes, u otro territorio del sur del país, cada uno por separado e incluso con tiempos y momentos distintos.
Ahí lo tienen: ya no es Pradera y Florida, ni regiones selváticas como el Caguán primigenio, sino el Valle del Cauca, Antioquia y Chocó juntos los que el hombre pide... bah, ¡sugiere! que se entreguen a los terroristas. No faltará el "enterado" que se burle, pero la brillante propuesta podría ir acompañada de las bombas que preparaban los estudiantes de la Pedagógica que explotaron este fin de semana.
En una de esas regiones, previo establecimiento de las reglas para un cese del fuego, se analizarían los focos de tensión del conflicto, bajo la dirección del Gobierno Nacional pero con participación de las autoridades locales, y se abordarían temas como el desminado, el reclutamiento de niños, cultivos ilícitos, minería ilegal, problemas de desarrollo regional, y otros de interés de las regiones y de las partes, mientras delegados de ambos bandos tratan temas nacionales en el orden político, económico y social, al igual que los mecanismos de definición de los acuerdos, sin descartar posibles desmovilizaciones y reinserciones parciales.
Ya se ve, los terroristas resultarían gobernando regiones en las que habitan al menos una cuarta parte de los colombianos, todo, claro en aras de la paz y la reconciliación. El caso, y TODA LA DESGRACIA COLOMBIANA ES QUE NADIE LO QUIERE ENTENDER es que la propuesta aparece en el diario de la familia del presidente, absolutamente hegemónico, mientras que los que discrepan de esos planes están marginados. Poner a gobernar a los terroristas es el plan de Santos, que ya gobierna aliado con ellos, por mucho que permitan a los militares matar tropa.
Este podría ser un punto de partida que vale la pena explorar como posible vía para la solución negociada y en perspectiva de la reconciliación nacional, sueño tan acariciado por los colombianos.
Seguro, los colombianos "acarician" el sueño de la reconciliación tal como los parientes de los secuestrados quisieran ver libres a sus seres queridos. Que los entusiasme pagar el rescate es otra cosa, pues el escrito de este terrorista es la más descarada legitimación del asesinato en masa y el más descarado cobro del rescate.

El Caguán fue como una aurora del horror que mostró a Colombia lo que podría vivir bajo el comunismo. La "paz" de Santos ya ha devuelto al país al periodo previo a esa tragedia, pero será muchísimo peor porque el control del Congreso y el poder judicial por Santos y su séquito es absoluto, y la gente no tiene otra esperanza que la añoranza del tiempo del caudillo enérgico.

En el escrito que publiqué con ocasión de la bomba de Caracol (en el que sale como cosa rara el obsceno canalla Gustavo Petro acusando a los que se oponían a premiar los crímenes) aludí al precio que tendría la voluntad de Santos de premiar a los terroristas: la multiplicación de los crímenes a niveles muy superiores a los del Caguán es tan segura como que el próximo año se conocerá como el 2013, pero es el destino de Colombia, de nada sirve advertir lo que pasará porque nadie hará nada para evitarlo.

(Publicado en el blog Atrabilioso el 28 de marzo de 2012.)

jueves, julio 19, 2012

La lotería en Bobilandia


La diferencia verdaderamente significativa entre Colombia y los países desarrollados es la clase de cosas que la gente cree y dice. Y la única forma de encarrilar a Colombia en el rumbo de las democracias modernas es hacer frente a esa mentalidad desenmascarando las mentiras imperantes. Esa labor es del tamaño de la desgracia colombiana porque lo que le resulta más difícil a la gente es pensar, sobre todo cuando hay que salirse de las rutinas y evaluar los juicios que se consideran más indiscutibles sólo porque son complacientes, cómodos y sobre todo comunes.

Esa conciencia de los colombianos no es sólo llamativa por el apego a los clichés ideológicos más funestos del siglo XX, sino por la coexistencia de la ignorancia más descorazonadora con el esnobismo más ostentoso: tal vez en ninguna otra parte haya tanta gente ansiosa por ser considerada intelectual, y eso que, según Alejandro Gaviria,
La mayoría de nuestros bachilleres no tienen las habilidades requeridas para entrar a la universidad. Más de la mitad son incapaces de realizar una operación aritmética básica: “Usted compró una camisa que costaba 20 mil pesos y recibió un descuento de 15%, ¿cuánto pagó finalmente?”.
Ese dato sirve para explicar que la inverosímil ortografía del alcalde de Bogotá no llame la atención de los estudiantes y doctores (dicen que sólo en Bogotá hay un millón de titulados universitarios): ¡nadie detecta ningún error!

Es decir, el reino del crimen se basa en una ignorancia y una estupidez tan atroces como ese hecho de que más de la mitad de los que salen del bachillerato no deberían haber superado la primaria. Todo ello incide notoriamente en la comprensión que la gente alcanza de la política o la economía. Y en la facilidad con la que la engañan las redes de poder de siempre.

Un paradigma perfecto de esa situación se puede ver en los lemas de las sempiternas protestas estudiantiles: ¿quién entiende cuáles son las pretensiones de los jóvenes? Más o menos como la operación del descuento mencionada arriba. Las mentiras son para personas que no han hecho la primaria, pero es imposible que algún estudiante se plantee el sentido real de todo eso.

Si las aspiraciones de los estudiantes fueran de tener educación de mejor calidad, ¿habrá quien se haya detenido a pensar qué es lo que entienden por "calidad". Yo lo sé: la calidad de unas instituciones educativas consiste en la ausencia absoluta de personas que vociferan, intimidan, ocupan las calles y destruyen el mobiliario urbano. Unos vándalos exigiendo calidad de la educación son tan grotescos como unos travestis exigiendo castidad a las monjas.

Lo que piden los estudiantes es no estudiar sino acceder a rentas gracias a su capacidad de hacer presión violenta, pero también más gasto en asegurarles sus títulos. ¿Por qué la gente cree que quien pide más tiene derecho a ello? Porque pocos entienden que el dinero que se destina a la "educación" se saca de otras partes. Lo que se gasta en las universidades se deja de invertir en infraestructuras, en salud, en pensiones para los mayores, en inversiones productivas de las empresas (que soportan una presión fiscal altísima) y en viviendas para la gente pobre.

Si se entendiera habría una actitud de rechazo a las protestas estudiantiles y aun gente que se manifestara en contra. Eso nunca se ve. En Colombia parece operar algo que denunciaba hace poco el periodista vasco Hermann Tertsch (aludiendo a España): La infantil concepción del Estado como demiurgo omnipotente. Una lacra del subdesarrollo cívico, un lastre de nuestra historia".

Una de las fuerzas que determinan esa creencia absurda es la suposición de que basta con llamarse "educación" para significar conocimiento y eficacia productiva. Nada más falso: las universidades colombianas sólo transmiten la ideología comunista y las personas que terminan sus estudios están preparadas para hacer la revolución pero no para producir bienes ni servicios. Cualquiera que conozca el mundo fuera de Colombia queda pasmado ante el hecho siempre comprobable de que las personas son más delirantes y fanáticas cuantos más estudios tengan. Muchas veces he comparado esos antros con las madrasas islámicas, de donde tampoco salen muchas patentes (aunque probablemente más que de los adoctrinaderos colombianos). Las universidades colombianas producen sindicalistas y militantes, algún tinterillo que se las arregla, según su relación con las grandes familias, para sacar partido de la extorsión o el tráfico de cocaína parece justificar ese gasto.

Otra falacia asociada a esa "educación" es que la inversión pública en universidades remedia la exclusión: de hecho, la aumenta. Los herederos del poder se aseguran rentas para promover sus carreras políticas al tiempo que cooptan clientelas y activistas, a costa del desarrollo del país. La gente puede obtener títulos que no significan que haya aprendido nada útil y menos que vaya a obtener buenos ingresos (como explicaba en este blog hace un tiempo Noel Carrascal), precisamente porque el precio de la educación "superior" realmente existente son las oportunidades de empleo calificado.

Con frecuencia, los colombianos creen que el desarrollo es el resultado de la educación universitaria, lo cual es más bien una causa del atraso. Muchas veces he citado a Jakob Burckhardt, que culpa a España del fin del esplendor renacentista en Italia: un siglo después de que Italia cayera en manos españolas, dice, ya nadie quería trabajar sino que todos querían sólo demostrar que tenían origen hidalgo o convertirse en médicos o abogados. Muy curioso, lo característico de los grandes genios del arte hacia 1500 era una fiebre laboriosa que desconcierta a quien tiene conocimiento de ella. No propiamente la ostentación de títulos de ninguna clase.

Para demostrar que la educación universitaria pública no contribuye al crecimiento sino más bien al atraso copio este cuadro que muestra el crecimiento del PIB de Colombia y de Chile en las últimas décadas.

Casualmente, las recientes protestas en Chile obedecían al hecho de que el país no tiene educación universitaria pública. De no ser por la mala fe reinante en Colombia sería evidente que el ahorro en "educación" "superior" tuvo que influir en la asombrosa expansión del país austral. Y que el despilfarro en proveer puestos millonarios a los dirigentes de las sectas comunistas determinó el estancamiento colombiano.

Otro mito de los que reinan en Colombia es el de que ese gasto formidable reduce la desigualdad. Insisto en que la estupidez de tales nociones se impone sobre la misma mala fe evidente de los beneficiarios y promotores de esa rapiña. ¿De qué modo va a reducir la desigualdad disponer de recursos comunes a favor de una minoría? ¿No es obvio que lo que se gasta en los estudiantes se deja de gastar en los que no estudian? Tampoco si fuera gratuita para los pobres, porque querría decir que se gastaba el dinero de los mayores o de las futuras generaciones.

Tampoco en términos estadísticos hay ninguna reducción de la desigualdad gracias a las universidades. Baste con ver de qué modo la desigualdad medida en el índice Gini aumentó escandalosamente a partir de 1991. En comparación, y en medio de una expansión económica fulgurante, Chile redujo ese indicador de 57.7 a 56,7 entre 1987 y 2004.

Insisto, claro que hay un daño moral profundo, cuyo principal aspecto, como denunciaba Octavio Paz, es la incapacidad de la crítica derivada de la Contrarreforma (perceptible en la incapacidad de buscar un juicio objetivo o en evaluar las pruebas de nada), pero además de ese daño moral y tal vez por efecto de él, hay un daño cognitivo, resultado de esa profunda pereza mental, multiplicada por el reino de la intimidación (un maestro que realmente quisiera esforzarse por conseguir que sus alumnos adquirieran el hábito lector estaría expuesto a ser asesinado por los fecodistas, que sólo necesitan catecúmenos resentidos).

Los colombianos, más cuantos más estudios "superiores" tengan, resuelven el problema con la deplorable rutina de declarar que la educación, o la salud, son "derechos". Esto se entiende como que los demás deben pagárselos a quien pretenda disfrutar de ellos, no como que nadie podría tenerlo prohibido. Esa mentalidad del castellano viejo llega a una presentación que daría risa a cualquier persona civilizada si la conociera: "La educación es un derecho y no un negocio". ¿Y la vivienda, la alimentación, el vestido, etc., sí son negocios? ¿Qué es negocio? Aquello que es negocio es lo que se demanda porque de algún modo es útil a las personas que lo compran. En la medida en que la educación no es un negocio, es decir, una fuente de rentas derivada de la prestación de un servicio, deja de ser un bien que el consumidor compra y se convierte en un mecanismo de dominación útil a quien pretende proveerlo. Y ciertamente es un negocio, fabuloso, para los sindicalistas y los afiliados a los sindicatos de maestros, que disfrutan de rentas en algunos casos altísimas (sobre todo los sindicalistas) gracias al gasto en ese "derecho" (de donde salen las clientelas fabulosas del comunismo, y los negocios que multiplicaron el patrimonio de Abel Rodríguez).

Esa noción tan enternecedora de los "derechos" lleva a idealizar el Estado de Bienestar europeo, que colapsó por el exceso de gasto y lastimó el desarrollo de ese continente (Muy recomendable para entenderlo este escrito de Guy Sorman). Es sólo un intento de salvar los muebles ante la caída del comunismo. Lo gracioso es que en la noción que transmite la educación colombiana parece que ese Estado de Bienestar fuera gratuito o que lo pagaran los millonarios. Si entendieran que una persona que se gane diez veces la renta media, como la inmensa mayoría de los mamertos de la Fiscalía y la Procuraduría, pagarían como mínimo el 40% de sus ingresos en impuestos sobre la renta, seguramente perderían el entusiasmo. Pero no es sólo eso, sino que una parte considerable del salario se va en la Seguridad Social. Es verdad que la mayor parte lo pagan las empresas, pero eso sólo significa que se incluye en el rubro de "costos laborales" y en últimas se deduce del salario.

Colombiano que se respete aborrece el capitalismo salvaje estadounidense y se sabe la cifra de personas que no tienen un seguro de salud. Es extraño que esa pobre gente no huya hacia Cuba en busca de educación y salud. ¿Cómo interpretar esos datos? ¿No deberían los gobernantes estadounidenses forzar a la gente a tener un seguro de salud, es decir, a gastarse su dinero en algo que pueden no considerar necesario? La probabilidad de una persona joven de padecer una enfermedad que comporte gastos elevados puede compararse con la que tendría de ganarse la lotería, lo cual recuerda el cuento
La lotería en Babilonia, de Borges, que trata de un sistema de premios y castigos por el azar, en el que se incluyen las enfermedades. (Las personas sin recursos en todo caso tienen acceso a servicios médicos de beneficencia.) Pero en todo caso, sumados los gastos del seguro médico de todos y los del servicio de los pocos que tuvieran que afrontarlos, los resultados serían parecidos. Siguiendo con el ejemplo de la lotería, el que haya personas que no quieran pagar seguros médicos es como el que en otros países haya personas que no quieran pagar seguros de vida o contra incendios, o que en todas partes haya personas que prefieren ahorrar el dinero o gastárselo en cosas distintas a la lotería (que no en balde se llama el impuesto de los bobos).

Ésa es la realidad de Colombia: mentiras, idioteces y vulgaridad. El ascenso de los secuestradores y tirapiedra en 1991 dio para que la revista
SoHo se convirtiera en el intérprete de la cultura nacional, al servicio de intelectuales como éste, naturalmente, progresista:

Lo dicho: BOBILANDIA.



(Publicado en el blog Atrabilioso el 21 de marzo de 2012.)

domingo, julio 15, 2012

2014


(Advertencia: con esta entrada termina la serie que empecé el año pasado sobre el ciclo histórico colombiano de las últimas décadas. En "Memorias del posconflicto" intenté demostrar que la negociación con las FARC sólo sería continuación de la que ya tuvo lugar con el M-19, cuyo sentido fue en últimas una alianza de los políticos gobernantes con los terroristas que hoy sólo los cínicos niegan, con los efectos que se hacen patentes al cabo de veinticinco años. Con "La creación de la realidad" traté de indagar en el verdadero origen del M-19 y los intentos de ocultar a quienes lo organizaron y controlaron. "Ocultos tras el arbusto asesino" es un intento de explicar el papel de la industria de la droga y sus ramificaciones "académicas". "Déficit de civismo" trata de señalar la ausencia de activismo ciudadano honesto como la principal causa de los problemas colombianos. "Ilusiones perdidas" alude al uribismo como solución falsa. En Colombia saudí me ocupé del porvenir del país como exportador de materias primas con una muy probable hegemonía de Santos y sus herederos, aliados con los residuos de las bandas terroristas. Esta vez quiero comentar lo que ocurrirá dentro de dos años, que es el momento en que se verá si el juego de Santos da resultado.)

Hay que partir de una obviedad que por desgracia suena rara para muchos colombianos, y que fue la primera idea de esta serie de artículos: toda idea de negociación política con las organizaciones terroristas lleva en sí la abolición de la democracia. ¿De qué sirve lo que la gente vote o el mandato que reciban los gobernantes si después éstos hacen lo que quieren, por ejemplo cambiar las leyes para complacer a unos criminales?

Ya es tedioso señalar hasta qué punto todos los partidarios del terrorismo están hoy unidos alrededor del gobierno de Santos. El hecho de que los tres presidentes de los noventa sean entusiastas tanto de la persecución judicial y mediática contra el anterior gobierno y contra los militares como de la negociación política con las FARC, sólo demuestra que su juego es la pura rapiña, en aras de la cual no vacilan en buscar el premio de los crímenes.

Es necesario entender que las guerrillas siempre han tenido aliados poderosos dentro del Estado, bien los grupos de oligarcas que las crearon, bien las clientelas del sindicalismo, bien los nuevos tinterillos salidos de la universidad y aventajados a la hora de obtener puestos gracias a su organización y a menudo a la misma presión de las bandas terroristas. Ese control se hizo hegemónico después de la Constitución de 1991 y de los gobiernos de los noventa.

Esta vez la abolición de la democracia colombiana sería definitiva porque la nueva riqueza petrolera y minera permitiría a los herederos de Santos comprar apoyos para su proyecto de integración en una región dominada por el chavismo y sus versiones "moderadas".

Ojalá la experiencia de la década anterior permita entender que no se puede ir a buscar simplemente puestos ni a compartir el poder con los santistas, so pena de resultar irrelevantes y en últimas de aliarse con ellos (como hicieron casi todos los congresistas y senadores elegidos por los partidos que promovía Uribe): es necesario plantearse enderezar el país, cambiar la Constitución y desarmar la maquinaria de terror que la oligarquía y los comunistas han creado en el poder judicial.

¿Es eso posible? Lo que se mostró es que a pesar de la intensa propaganda la gente no se resignó a someterse al acuerdo de Pastrana con las FARC y aun reeligió a Uribe en 2006: según qué se le diga, podría formarse una nueva mayoría. Pero para eso hay que tener claros esos objetivos y empezar ya: el enemigo que una mayoría ciudadana tendría que combatir es la Unidad Nacional, que no es más que la consumación de lo que quedó a medias en la Constitución de 1991.

Y como se trata de oponerse a la Unidad Nacional, hay que olvidarse de toda lealtad por parte de los políticos de esos partidos, que sólo abandonarían al dueño de las llaves del botín cuando lo vieran perdido, es decir, que sólo se sumarían a la oposición para degradarla y corromperla.

También es necesario desbaratar el proyecto de país de Santos y la cleptocracia, consistente en la compra de voluntades con los recursos públicos mediante la multiplicación de la burocracia: aparte de desarmar la tiranía del hampa que impusieron aliados los comunistas y los mafiosos, es necesario sentar las bases de una economía productiva favoreciendo fiscalmente a las empresas y cobrando impuestos a las personas ricas (con el sistema actual sólo pagan las empresas, no los multimillonarios parásitos del Estado).

Al pensar en las posibilidades de ese cambio hay que tener en cuenta que hacia 2014 la situación internacional no será la misma: puede que haya empezado la transición a la democracia en Cuba y también que los demócratas estadounidenses, tan complacientes con las dictaduras tropicales, ya no estén en el gobierno. De ese modo, los apoyos exteriores de Santos podrían menguar.

Pero es algo que hay que empezar a plantearse ya: ¿cuál es el candidato de la mayoría que quisiera insertar a Colombia en las democracias modernas? ¿Cuál es el programa? Como ya he explicado muchas veces, tratar de elegir de nuevo a Álvaro Uribe sería una forma de ayudarle a Santos a reelegirse o dejar un heredero seguro (que creo que es lo que más probablemente hará). Quienes creen que sin el expresidente todo esfuerzo es baldío deberían pensar en convencer a su hijo o a alguien así para que encabece esa propuesta.

Pero la verdad es que dudo mucho que los uribistas hagan algo en ese sentido. Y también que otros grupos coherentes se lo planteen. La apuesta de Santos, su descarada traición a sus electores, estuvo bien concebida: no hubo respuesta, ya va a completar dos años de infamias y mezquindades sin límites y no asoma el menor atisbo de oposición.

(Publicado en el blog Atrabilioso el 14 de marzo de 2012.)

martes, julio 10, 2012

Colombia saudí


(Advertencia: esta entrada es continuación de una serie que empecé el año pasado sobre el ciclo histórico colombiano que comienza en la época de la violencia y el Frente Nacional y tiene su centro en la Constitución de 1991: "Memorias del posconflicto"; sobre el sentido y los resultados de la negociación con el M-19, "La creación de la realidad", sobre la historia de esa banda y la ocultación de sus verdaderos líderes; "Ocultos tras el arbusto asesino", sobre el tráfico de drogas y su uso como pretexto de los cómplices del terrorismo; "Déficit de civismo", sobre la indolencia ciudadana como fundamento del reino del crimen e "Ilusiones perdidas" sobre el fracaso del uribismo.)

Democracia
En cualquiera de mis escritos en este blog uso este término para referirme al tipo de organización social y política que impera en los países de Norteamérica y Europa occidental, respecto de los cuales Colombia está tan lejos como cualquier otro país de la zona andina o del continente africano. Puede que incluso peor, porque la disposición de los colombianos a asignar cualquier nombre a cualquier cosa agrava la situación. El mismo partido encargado de cobrar los crímenes y forzar la renuncia a la voluntad ciudadana en favor de la imposición de unos asesinos se llama "Polo Democrático". Resumiendo un poco, Colombia es un país semiesclavista con ciertas similitudes con el desaparecido régimen de Apartheid de Sudáfrica, con la Rusia poscomunista y con algunas sociedades árabes. Aunque hay que insistir: en ninguna otra parte es tan obscena la corrupción del lenguaje, en ninguna parte el despojo por parte de una minoría parasitaria se disfraza a tal punto de igualitarismo e indignación moral, en ninguna otra parte se agrava el índice Gini subvencionando copiosamente a los ricos, cuya única ocupación es quejarse del índice Gini, no porque estén descontentos de sí mismos sino sólo como pretexto para robar y parasitar más.

Porfiriato y príato
Respecto de la democracia, hay que pensar que es inconcebible si no hay demócratas. Y más aún, que no puede haber gobierno del pueblo si éste se desentiende del interés común. ¿Hay demócratas en Colombia? Sí, dado que cualquier palabra significa cualquier cosa. De otro modo no. El segundo gobierno de Uribe dejó mucho que pensar. ¿A cuánta gente le molestó la mamarrachada del Estado de Opinión, que no vacilaban en defender en presencia de personajes que podrían darla a conocer en el exterior, con la consiguiente humillación para el país, como Savater o el séquito del príncipe Felipe de Borbón? Bueno, no hay que complicarse la vida: ¡a muchísima gente le molestó lo del Estado de Opinión!, lástima que fuera, de la primera persona a la última, la misma gente que aplaudía el Caguán y aplaude la disposición de Santos a premiar a los terroristas. Cuando uno reprocha a los uribistas esa deriva caudillista siempre lo encuentran ambiguo: ¿será uno partidario del Caguán? La democracia les resulta a los colombianos como un unicornio que apreciarían si lo pudieran concebir.

Para encontrar símiles, el gobierno de Uribe fue el intento fallido de un porfiriato, que es como se llamó en México al régimen que imperó en las décadas de cambio del siglo XIX al XX: una autocracia plebiscitaria dispuesta a acomodar las leyes a su voluntad y a prescindir de la alternancia. Ese proyecto no fracasó, como ya he explicado, porque hubiera resistencia de los demócratas sino porque el aparato estatal lo controla gente que tiene otros propósitos. Con el ascenso de Santos y su Unidad Nacional (proyecto del que hablaba hace años Eduardo Posada Carbó, que no en balde resultó entusiasta del premio a las FARC, y del que me ocupé en este blog) se pretende instaurar una especie de príato, la larga dictadura de un partido único que agrupa a los diversos usufructuarios del Estado. Está por verse si funciona, lo cierto es que al no haber demócratas la resistencia al proyecto es en la práctica nula y los mismos entusiastas de la segunda reelección de Uribe que conservaron algún cargo con Santos se han convertido en sus perseguidores más rabiosos.

Las perspectivas de éxito del nuevo proyecto dependen del difícil equilibrio entre las diversas facciones de herederos de cargos públicos que definen a la vieja Colombia. Eso hace pensar en las dificultades que encontraría Santos si quisiera presentarse a la reelección: lo que permitió el éxito del PRI durante siete décadas fue el ajuste interno previo a la elección. La hegemonía de una misma camarilla habría echado a perder el proyecto.

Prosperidad inesperada
Las perspectivas económicas de Colombia variaron radicalmente en los últimos años gracias al aumento de las diversas actividades de extracción que permitió el avance de la política de Seguridad Democrática en los años de Uribe y a la multiplicación del precio de las materias primas. Los esfuerzos del anterior gobierno por alentar la actividad productiva autónoma pueden haber empezado a caer en saco roto sin que se note, debido a que aumentan los ingresos del país. La reciente prosperidad alienta a su vez la rapiña y la adhesión al régimen, que no vacila en gastarla en comprar apoyos. No otra cosa es la Ley de Víctimas. No otra cosa es la multiplicación del funcionariado.

La disposición de Santos a entenderse con los gobiernos del Foro de Sao Paulo se explica a la luz de esa situación: fue exactamente lo que hizo el PRI, que hasta permitía una oficina de las FARC en México. Los comunistas en Colombia tienen una enorme influencia al haberse hecho con el control de importantes nóminas del Estado, en la justicia y la educación. Lo más sensato es buscar gobernabilidad gracias a su apoyo. El control de los medios de comunicación, reforzado por la concentración del ingreso en el mismo Estado, hace que la resistencia ciudadana al giro emprendido se minimice.

Santos parece aplicar el viejo consejo de un emperador romano: "Paga a los soldados y olvídate del resto". Le basta con comprar a los lagartos y ya cuenta con mantener aprobación y apoyo. La increíble incapacidad de ejecución del gasto lo demuestra: los únicos recursos que importan son los que permiten comprar apoyos. El régimen tiene una enorme similitud con el de Putin.

En una ocasión explicaba Carlos Alberto Montaner la forzosa inclinación de Chávez a destruir empresas y arruinar toda economía independiente: de ahí saldrían los anunciantes de una prensa crítica y los financiadores de políticos de oposición. El mismo impulso se ve en Santos, y para nadie es un misterio el aumento de la concentración de los recursos en el Estado. Pero es más interesante lo que ocurre con los sindicatos. Forzados a aceptar el TLC, los demócratas estadounidenses encontraron en la alianza con los sindicatos colombianos una forma de anularlo en la práctica, con la colaboración del gobierno de Santos (como explica Rudolf Hommes en este artículo), necesitado de buscar clientelas para su proyecto y de anular cualquier competencia empresarial.

Está por verse si les dará resultado. Obviamente las materias primas no alcanzarán para que el país sea como Arabia Saudí, pero eso nunca ha importado: al igual que en las repúblicas hermanas, al igual que en varios siglos, la generosidad del gobierno permitirá a unos cuantos emigrar con grandes recursos y asimilarse a países avanzados.

(Publicado en el blog Atrabilioso el 9 de marzo de 2012.)

viernes, julio 06, 2012

El fascismo baboso


¿Qué es lo más urgente en Colombia? Pese a lo que mucha gente cree, lo más urgente siempre es llamar a las cosas por su nombre. No hay nada más característico del país que la mentira, les puedo asegurar que en ningún país desarrollado habría quien tomara, si los conociera, a personajes como Iván Cepeda o Javier Giraldo como "defensores de derechos humanos". No es que nadie los tome por tales, al menos en Colombia, sino que las palabras son vacías para los colombianos y a cualquier cosa le ponen el rótulo que les conviene y se sienten avispadísimos. Baste con recordar a los pretenciosos trotskistas de los setenta diciendo "con las armas, con el pueblo, con María Eugenia al poder" tan pronto como se aliaron con el M-19: los comunistas siempre estuvieron dispuestos a todas las perfidias y perjurios, y tal vez por eso en la patria del crimen sigue habiendo muchísimos comunistas, tan avispados que niegan que lo son.

Esa elasticidad del lenguaje afloró de forma fascinante en los comentarios de la prensa y en las redes sociales con ocasión de la anulación del nombramiento de la fiscal Viviane Morales: miles de personas salieron a defender a la funcionaria como adalid de lucha contra la corrupción. ¿En algo los habría afectado conocer su prontuario como asesora de los paramilitares y su matrimonio con un asesino que tiene muchísimas muertes en su haber? Es muy difícil suponer que esa señora tenga menos relación con corrupción o crímenes que su compañera en la cofradía samperista, la finadita Martha Catalina Daniels, o que la otra filántropa de la misma orquesta, la ex senadora Piedad Córdoba.

La tragedia no ocurre en selvas remotas ni en despachos secretos de malvados manicurados, está ahí, en la primera persona que uno encuentra. ¿Creen que es difícil encontrar en cualquier prisión de cualquier país asesinos y secuestradores dispuestos a dar clases de moral, de democracia, de honradez, etc.? Lo que no hay en los demás países es gente que tolere eso, como ocurre con los colombianos de clases acomodadas, que en la mayoría de los casos tienen parientes y conocidos que leen en Semana al inefable benefactor de la humanidad León Valencia.

Por todo eso uno empieza un artículo en el que se relaciona el régimen imperante en Colombia con el fascismo y siempre tiene un pesar tremendo: ¿qué entenderán? Parafraseando un dicho famoso de Sartre, "el fascismo son los otros". Para el colombiano, "fascista" es sólo el que le cae mal a uno.

Y no obstante, ¿cómo se podría definir un régimen en el que la prensa, el poder judicial, las corporaciones de funcionarios públicos y el Poder Ejecutivo se dedican a perseguir por delitos inventados y empleando montajes a quienes podrían incomodarlos, en alianza con redes de políticos corruptos y organizaciones terroristas? Ciertamente estaría muy lejos del fascismo clásico, empezando por la falta de "carisma" del mandatario y de hegemonía cesarista, pero más lejos aún de una democracia decente, en la que los jueces observan cierto apego a la ley y la prensa es algo más que el órgano de propaganda del gobierno y el grupo oligárquico que controla el poder judicial.

Es muy importante considerar, porque de otro modo no se entendería nada, que es lo mismo la persecución de líderes políticos ligados al gobierno anterior y la de militares que de alguna manera sobresalieron en el combate contra las bandas terroristas. El antiuribismo es la reacción de quienes esperaban afirmar su poder gracias a la negociación del Caguán y que tuvieron que esperar ocho años para recuperar la esperanza. Las mismas organizaciones terroristas terminan siendo meros brazos ejecutores de quienes tienen un proyecto de país que necesita la destrucción del ejército y la abolición de la democracia (no otra cosa es la negociación política, y el cinismo con que TODOS los comentaristas de la prensa se "distraen" acerca de eso deja ver su altura de miras).


El reconocimiento que alcanzó Álvaro Uribe por parte de la mayoría de los ciudadanos como líder que defendía la democracia termina siendo la principal baza del régimen: el gravísimo desliz de intentar otra reelección en lugar de cambiar la constitución heredada de Pablo Escobar y sin crear un partido que se opusiera al acuerdo de los que briegan por premiar a los terroristas, terminó en la recuperación total del poder por el bando del Caguán. Les bastó con calumniar sin cesar a Uribe y amenazarlo judicialmente para neutralizar toda resistencia. El ex presidente es hoy por hoy un consejero no deseado del gobierno y sus manifestaciones no muestran más que el desconcierto con una situación que no preveía y vagos sueños de volver a ser candidato. La gente ve avanzar la negociación que dará un régimen de partido único ("Unidad Nacional") y mira a su líder, que no quiso romper la baraja cuando podía, salvo para hacerse presidente vitalicio, y ahora menos va a querer: su juego es ser imprescindible para obtener votos, para lo cual conserva las alianzas en el gobierno, incluso haciendo componendas con el repulsivo ponente del "Marco Legal para la Paz", sin poder efectivamente impedir que todos los proyectos necesarios al futuro gobierno que integraría a las FARC y el ELN avancen a ritmo seguro.
El fascismo clásico se basó en las multitudes, el fascismo baboso que impera en Colombia no cuenta con la misma cantidad de personas, pero la calidad es tal vez aún peor: la persecución de una especie de sicariato contra las víctimas del poder judicial recuerda los saqueos de los judíos por las tropas de asalto del partido nazi. El principal argumento del odio, azuzado por "periodistas" tan obstinados y desvergonzados que prácticamente admiten obrar por incentivos monetarios, es que las víctimas de la persecución son acusadas, toda vez que la cuestión de la responsabilidad penal no está al alcance de la comprensión de las huestes organizadas por Fecode: incluso se observa claramente el renacer del delito de autor, típico del nazismo, pues si Luis Carlos Restrepo fuera responsable del fraude del frente Cacica Gaitana, ¿cómo iba a ser inocente el ministro de Defensa, jefe de los militares que podrían haber engañado al primero? De hecho, ¿no es claro delito de autor el olvido judicial de los "falsos positivos" que el sicariato usaba contra el actual presidente cuando era candidato y la estridente impunidad de la ex senadora Piedad Córdoba y todos los que aparecían en los computadores de Raúl Reyes?

La calidad de ese sicariato la hemos denunciado muchas veces en este blog: comparar a esos agitadores con los fascistas es una injuria para éstos. Son sólo chusma criminal de un muladar remoto que reina gracias a los sueños de poder de una casta de bandidos. En la defensa de la fiscal encontré esta maravilla:

Ahí lo tienen, doscientos mil civiles inocentes asesinados por el ejército que creó Uribe y que un dechado de moralidad como la fiscal iba a destapar. Claro que la heroína no sólo lo publica en Twitter, también en el diario español El Mundo aparece la misma perla:
Este episodio [de desmembramiento con motosierra] se vive a diario desde hace tres décadas. Es el modus operandi de un grupo creado por Álvaro Uribe Vélez en sus días de gobernador de Antioquia.
No vayan a creer que El Mundo es un órgano del comunismo residual. Más bien es para muchos en España un órgano de extrema derecha, que durante varios años estuvo explotando la teoría de que la masacre del 11 de marzo de 2004 había sido obra del PSOE. Es el periódico español para el que trabaja la famosa columnista dominical de El Tiempo, Salud Hernández Mora, personaje equívoco que engatusa a los colombianos con cuatro dichos del folclor local y se ha convertido en una especie de autoridad. Siendo que ese periódico tiene una corresponsal en Colombia, ¿no debería explicar un poco lo que publican? La señora Hernández forma parte de la misma trama criminal, de otro modo no aparecería en El Tiempo, o habría aclarado alguna vez las lindezas de esta otra corresponsal.

Un rasgo del fascismo es el reino de la mentira, pero mucho más grave es que sea el reino del silencio: ¡los doscientos mil civiles inocentes asesinados por el ejército de Uribe casi no interesan a los periodistas! No quiere eso decir que se aparten de la corresponsal de El Mundo, por ejemplo la decana de la facultad de Derecho de la Universidad Jorge Tadeo Lozano, Natalia Springer, famosa por la foto en que aparece con León Valencia, Iván Cepeda, Claudia López e Iván Velásquez, recomendaba seguirla en Twitter, ¡por el valor de su indignación! Claro que esa señora de cana no vacila en condenar a las FARC en sus escritos, esperando que alguien crea que ella, colaboradora frecuente del "periódico" de Vladdo, es alguien distinto a esa organización criminal.

Es sólo un ejemplo del tono delirante que alcanzan los propagandistas del odio en un régimen que dispone del patrimonio público para ensanchar la burocracia, pagar medios serviles, complacer a las organizaciones delincuenciales que llevan décadas prosperando gracias a las bandas terroristas y en el medio plazo aliarse con éstas para imponer un régimen como el venezolano. Cada día que pasa se hace más claro que la desmoralización del ejército a punta de persecución judicial tiene por objeto permitir el ascenso de las bandas terroristas para hacer forzosa la negociación política en la que los mismos que se aliaron con los comunistas desde los años cuarenta o antes se afianzan como dueños del país. Esa desmoralización no es objetivo sólo de los magistrados sino también del gobierno, cosa que se evidencia cada día que pasa con la adhesión de los habituales propagandistas del terrorismo.

Sinceramente, creo que el avance de ese juego es inevitable. Durante el gobierno de Uribe a nadie se le ocurrió crear un partido basado en ideas y masas sino que se agruparon los viejos clientelistas para que apoyaran la reelección de 2006 y la siguiente. Hoy esos personajes son el principal sustento de Santos y su proyecto fascista. La dicha de tener un líder carismático despertó en sus seguidores sobre todo apego al puesto y a sus ventajas. Una vez disuelta la mayoría, sin ningún norte ni base de poder que no sea la fe en la personalidad del hombre providencial, el uribismo se quedará en una especie de conservadurismo extremo, sin verdadera relevancia política. Y tampoco se puede decir que haya otras propuestas.

(Publicado en el blog Atrabilioso el 2 de marzo de 2012.)

lunes, julio 02, 2012

Hemipléjicos e hijueputas


Ojalá prestáramos atención a la famosa frase de Ortega y Gasset sobre la izquierda y la derecha:
Ser de la izquierda es, como ser de la derecha, una de las infinitas maneras que el hombre puede elegir para ser un imbécil: ambas, en efecto, son formas de la hemiplejía moral.
Es algo urgente porque una de las bases de la estrategia de las bandas terroristas y de sus jefes oligarcas es presentar la tragedia colombiana como un enfrentamiento entre la izquierda y la derecha. La confusión que crean se agrava en la medida en que los colombianos son poco apegados a la precisión lingüística y llegan a extremos cómicos en su disposición a tomar por verdad lo que les resulta halagador y por justo lo que les conviene. La unánime desconfianza hacia todas las estadísticas lo confirma. De tal modo, el que se identifica con la "izquierda" jamás se detiene a pensar en el contenido de esa noción y menos en la relación entre lo que predica y lo que efectivamente producen las redes de poder que se atrincheran tras esa retórica. El "derechista" lo acompaña como acto reflejo, tanto en la ignorancia sobre el sentido de las nociones que defiende como en la falta de interés por la aplicación práctica de su ideología.

La frase de Ortega no conduce a sugerir que se deba ser de "centro" sino a rechazar esas referencias ideológicas como un defecto moral. En consecuencia, una persona recta no debería pensar en ser de izquierda ni de derecha, pero como esas nociones de todos modos existen y mucha gente las acepta, voy a intentar discutir el principal punto de contraste bajo la óptica del gran pensador madrileño.

Izquierda y derecha se entienden a menudo como opuestas respecto a diversas cuestiones: libertades, jerarquías, tradiciones, igualdad... Pero tal vez el tema más característico sea el del privilegio. Vale la pena detenerse en esa noción, porque lo que en Colombia llaman izquierda no es más que el barniz de las castas tradicionales y en una sociedad menos propensa a la mentira y el servilismo serían sencillamente derecha: incluso en el más rutinario examen marxista, las camarillas de delfines que conspiran para dar golpes de mano y poseen los medios de comunicación, desde los cuales animan a grupos parasitarios que disfrutan de grandes privilegios gracias a la rapiña, no son más que sectores retrógrados que obstruyen el "desarrollo de las fuerzas productivas".

Pero la cuestión del privilegio merece un poco de atención. Leí la novela Sobre los acantilados de mármol sin poder explicarme el prestigio de su autor, pero me llamó la atención la idea de que en medio de los cambios de la vida siempre hace falta alguien que sepa con certeza lo que está bien y lo que está mal, y que por eso todos los pueblos honran la nobleza de sangre. Bueno, no sólo todos los pueblos sino todas las personas, al menos yo no conozco el primero que rechace emparentarse con familiares de personas prominentes, ricas, nobles, etc.

La noción de privilegio es muy amplia y sólo la gente muy vulgar la reduce a los nexos familiares o al patrimonio. Las personas con una inteligencia excepcional, algún talento único, algún sentido muy desarrollado o algún encanto infrecuente no les parecen privilegiadas. Sólo hace falta que entren en relación con ellas. Si uno se pone a pensar en cosas como la tecnología o los frutos del conocimiento científico, las personas enemigas del privilegio resultarían enemigas también de la penicilina y de todos los inventos importantes, que no fueron provistos por la Providencia Divina ni surgieron de la suma de los esfuerzos de los sufridos y sudorosos peones que acumulaban plusvalía para los dueños de las fábricas, sino que los hicieron personas privilegiadas en favor de otras personas privilegiadas que los pagaban. De hecho, si se piensa al revés, en el disfrute de salud, en la ausencia de desventajas físicas o psíquicas notables, la mitad de la población podría considerarse privilegiada. Y pensando en el largo plazo, todos somos descendientes de los privilegiados que sobrevivían. A saber la cantidad de comunidades que fueron aniquiladas por completo en la prehistoria.

La hemiplejía "de derecha" vendría a ser el apego a privilegios a costa de la justicia, de la sensatez, del interés común y de la solidaridad y al precio de ocasionar el sufrimiento ajeno. Una sociedad hemipléjica que sólo defendiera el privilegio sería una sociedad inicua y opresiva. Sería hemiplejía por sólo tener sentidos para las ventajas del privilegio desatendiendo el sentido de igualdad de las personas. La imagen inversa, la hemiplejía de izquierda, es algo por desgracia muy familiar para un colombiano: el resentimiento más brutal que hace que todo mérito o acierto se vuelva una acusación contra alguien y que la envidia más rastrera se considere tácitamente una virtud. El odio enfermizo a los estadounidenses, a los ricos, a los guapos y finos y cultos. La arrogancia del criminal que no hace más que cometer iniquidades que interpreta como corrección de otras iniquidades.

Lo interesante de Colombia no es sólo que ese resentimiento contra los privilegiados sea un recurso de dominación de los más privilegiados, porque eso mismo lo intentaron los jesuitas en todo el continente con la Teología de la Liberación, sino que les ha dado resultado: los radicales jaleadores del asesinato de José Raquel Mercado desde la revista Alternativa, Daniel Samper Pizano y Enrique Santos Calderón, descendientes de lo más selecto de las castas dueñas del país, consiguieron poner a sus hermanos menores como presidentes.

Pero es una norma, un rasgo del país: el caso más sangrante es la educación superior, en la que se gastan cantidades ingentes en proveer rentas a una minoría privilegiada que no vacila en asegurar que eso que reciben a costa del despojo de los pobres provee igualdad de oportunidades. Es la vieja rutina de lo que en Colombia llaman izquierda, es decir, de los asesinos y demagogos que accedieron al poder gracias a los carros bomba de Pablo Escobar y a la graciosa técnica de llamar "dar" al "quitar": lo que quita oportunidades a los pobres y genera desigualdad es el gasto en universidades públicas y el regalo que se da a los que controlan las privadas al prohibir el lucro, y con eso proveer exención de impuestos (léase, rentas más altas y seguras).

Es decir, lo más perverso de la derecha se presenta como izquierda. Y no es que esas personas representen ninguna nobleza de sangre porque al final sólo proceden de bandidos que tuvieron suerte saqueando, esclavizando y exterminando a los aborígenes. No en balde lo dijo ya tempranamente fray Bartolomé de Las Casas:
La causa por que han muerto y destruido tantas y tales y tan infinito número de ánimas los cristianos ha sido solamente por tener por su fin último el oro y henchirse de riquezas en muy breves días y subir a estados muy altos y sin proporción de sus personas.
La tradición tiene un nombre para las personas del nivel más bajo de la escala social, los que no pueden aspirar a ninguna honra: los hijos de las prostitutas. El lenguaje popular ha hecho el término sinónimo de "malvado" o "malhechor". La historia de Colombia es la de la opresión inicua de dinastías de hampones "igualados", a los que denunciaba Las Casas, que al carecer de honor no vacilan en mentir.

Característica de esa estafa, de ese despojo a los pobres consumado en medio del bochinche "izquierdista" es la Constitución de 1991. Al que le interese la evaluación de esa Constitución en términos de valores "de izquierda" como la equidad, le recomiendo este artículo del ex ministro Alberto Carrasquilla, del que copio unas frases:

Gran parte del llamado “Gasto Social” que respalda, en lo práctico, la filosofía del Estado Social de Derecho (ESD) y que debería ser teledirigida a combatir la pobreza, va para las clases pudientes. Según un revelador trabajo de J. Núñez, la población que goza del 20% de mayores ingresos, se queda con el 44.8% de todos los subsidios que otorga el Estado y esa cifra está subiendo. En contraste, el 20% más pobre termina recibiendo solo el 13.7%. Esto se seguirá profundizando, creo yo, porque a la presunción de gratuidad que tiene la clase media en cuanto a sus pensiones y su educación superior, se le suma la nueva presunción de gratuidad en salud. En la Constitución de hecho, la pobreza no importa.
Y eso que en 2010 no ganó Mockus, cuyos partidarios no vacilan en asegurar que querían subir ¡aún más! los impuestos a las empresas, es decir, a la gente productiva (no a los empresarios, que deberían tributar según su ingreso igual que los beneficiarios de rentas salariales, sino a las empresas, cuya existencia es la base del ingreso de los que realmente trabajan duro y tienen rentas miserables).

Pienso en la retórica de los mamertos que predominan en las r
edes sociales y en los comentarios de la prensa y comprendo que el título de esta entrada contiene un error. Suponía que la hemiplejía de los resentidos servía a los cínicos oligarcas y a sus lambones. Concebía en Colombia una parte de patanes fanatizados, los hemipléjicos, que servía a los intereses de una minoría de Isazas y gente así. Pero me doy cuenta de que es inconcebible tanta ingenuidad, de que el adorno justiciero e igualitario es un disfraz de rateros y opresores que carecen completamente de escrúpulos. Son ambas cosas a la vez, hemipléjicos e hijueputas. Las tropas de niños que ensanchan su poder los reflejan con gran precisión: a fin de cuentas no es raro que los jaleen con falacias ridículas (como llamar "paz" al logro de los fines de los asesinos).

No es que sean de izquierda o de derecha, es que carecen de honor y el único privilegio que conciben para sí son los peculados que consiguieron convertir en leyes a punta de asesinatos y carros bomba.