viernes, mayo 29, 2015

García Márquez y las guerrillas


Por casualidad me encontré un escrito de García Márquez (divulgado en Facebook por el director de la revista El Malpensante) que responde a una publicación de El Tiempo en la que se le reprocha salir más o menos huyendo de Colombia hacia México. Eso ocurría en 1981, al final del gobierno de Turbay, cuando la guerrilla aún era insignificante y, si bien era hegemónica en la universidad pública, hay que pensar que entonces había muchos menos estudiantes que ahora. El sucesor de Turbay, Belisario Betancur, amigo de García Márquez, comenzó el largo camino de la paz que tantos resultados maravillosos ha traído.


De modo que el novelista mantuvo una larguísima relación con Fidel Castro y su régimen, que incluía varios viajes anuales a La Habana, donde disfrutaba de una mansión, y un claro papel en la revista Alternativa, que era el órgano oficioso del M-19 (aunque tenía redactores y publicaba textos relacionados con las demás bandas terroristas que dependen del régimen cubano). Y además esa relación llegaba al punto de que en una entrevista el primer director de la revista insinuaba que el escritor era el verdadero representante de Castro ante la redacción:
La tercera Alternativa guerrillera opera tras una transición de pleitos internos, retirada de la mitad de los socios, entre el n.º 90 y el 110, y que se prolonga luego hasta la liquidación de la revista. Consolidada bajo la dirección de Enrique Santos tiene la estrecha asesoría de Jaime Bateman y el montonero, «el gordo» Paco. Es una Alternativa de combate que rechaza la elaboración de análisis, teorías y reformas propias de ”los intelectuales”- Rechaza también el quehacer político para consagrar la insurgencia y la rebelión armada. Inmersa en la estrategia cubana de la Tricontinental y la formación de los mil vietnams antiimperialistas.

Marcha al unísono con las tácticas de combate empeñadas por los Tupamaros, los Montoneros, los Movimientos de Izquierda Revolucionaria y por supuesto del ELN. Jaime Bateman está en plena acción, en 1977-1978, crítico de las farc y constructor de la Anapo radical y del M19. Después del robo de la espada del Libertador y antes de la toma de la embajada Dominicana, padece la urgencia de dotar a su movimiento, el M19 y luego Firmes, de una publicación de envergadura nacional, con su ideología inmarcesible del “sancocho a la colombiana”: acciones intrépidas y consignas de raca mandaca.

Lo intenta una primera vez con la “Alternativa del pueblo”, pero al parecer no logra asumir la dirección, sino la militancia de algunos. En la segunda arremetida gana Bateman con la venia de García Márquez… y de Fidel supongo –porque ambos prefieren a un chico más travieso y mágico que a todos sus Aurelianos Buendías peleados en mil guerras, pero ya a la espera de la pensión de retiro: Manuel Marulanda, Jacobo Arenas, Fabio Vásquez Castaño…
Ciertamente, García Márquez no niega en absoluto su amistad con Bateman ni su adhesión al castrismo. Con ocasión de la muerte del líder del M-19, publicó en Semana un reportaje que es todo un panegírico. Todo se le perdona porque, como él mismo dice, nadie le ha dado tanto prestigio al país. Ese prestigio interesa más a los colombianos de clases acomodadas que la vida de cientos de miles de personas, como José Raquel Mercado, con cuyo asesinato tenía por fuerza que ver García Márquez como promotor de la banda de Santos Calderón y Bateman.

No tienen por qué sorprender estas declaraciones de alias Popeye, el jefe de sicarios de Pablo Escobar:
El último contacto que yo conocí entre Fidel Castro y El Patrón, fue con ocasión de haber sido enviado por él a los EE. UU., para comprar un misil Stinger tierra-aire. Dado que mi vuelo hacía escala en la ciudad de México, Pablo, conociendo la amistad de Castro y el escritor Gabriel García Márquez, así como su importante papel de mediador de causas, le solicita hacerle llegar una comunicación a Fidel, que me entrega en un voluminoso sobre sellado. 
Llegué al Aeropuerto Benito Juárez de la ciudad de México y el escritor me estaba esperando, rodeado de gente, en la puerta de la sala. Me saludó amablemente y le dije: 
-Maestro, aquí le envía Pablo para que por favor le entregue esta carta al comandante Fidel Castro. 
Simplemente me la recibe y me dice: 
- Así se hará.
Sólo es que para el caso se olvida cómodamente la implicación del régimen cubano en el tráfico de cocaína, copiosamente documentada desde hace mucho tiempo. Y del M-19, banda cuyo cordón umbilical con los tiranos de la isla era García Márquez.

Más elocuente aún es lo que dice el extinto jefe de las FARC alias Alfonso Cano en un correo electrónico que se encontró en el PC de alias Raúl Reyes:
... Los demócratas de USA, en Colombia, que antes estaban en Venezuela, dicen tener una clara postura hacia una negociación política con las Farc. García Márquez está a cargo de esa intermediación con las Farc por cuenta de USA y estos quieren que Panamá sea el país a través del cual se hable con las Farc. Para ello, García Márquez ya le transmitió esa solicitud a Torrijos y este aceptó. Clinton le dijo a García Márquez, en Cartagena "quiero tener una tarea personal. Quiero ayudar a Colombia. Hay que buscar un acuerdo con las Farc". El senador McGovern le dijo a García Márquez que: Bush quiere hacer de Colombia lo que era Alemania occidental frente a la Europa socialista y hay que impedirlo. Dice además que el analista político especialista en Colombia de los demócratas es Adam Isackson. Alfonso Cano.
Teniendo en cuenta estos testimonios, ¿qué sentido tienen las críticas de Jursich a lo que publicaba El Tiempo en 1981? A su indignación subyace la idea de que los asesinos tienen derecho a matar si cuentan con el reconocimiento de algunas personas importantes o con prestigio intelectual. Toda una declaración de principios, algo que compromete a todas las clases altas colombianas, ¿o alguien recuerda a algún columnista, a algún político o a alguna eminencia académica que creyera que García Márquez debería ser procesado por su relación con esas bandas de asesinos?

Vale la pena detenerse en los hechos que motivaron su fuga-refugio en 1981. Al menos en el texto de un tal "Ayatollah" que motivó el escrito que enlazó Jursich y que apareció en El País de Madrid. Según este artículo sobre García Márquez, "Ayatollah" es Rafael Santos Calderón, cosa que tiene su gracia porque entre las personas que fueron a despedir al embajador cubano (responsable de la alianza entre el M-19 y el Cartel de Medellín, según se explica en el texto de Mauricio Rubio enlazado arriba) se contaba su tía, Clemencia de Santos, madre del actual presidente. Parece que siempre juegan a todas las cartas.

Lo anterior, al igual que el escrito de "Ayatollah" se puede leer en el texto enlazado.

Resumiendo, García Márquez corrió a pedir asilo en la embajada de México porque le anunciaron que podría interrogarlo el ejército por su relación con el M-19, el régimen cubano y el desembarco de más de cien hombres armados que habían pasado por Panamá (donde reinaba Omar Torrijos, su amigo íntimo). Teniendo en cuenta lo expuesto, surgen varias preguntas que el lector debería plantearse:

¿Es verosímil pensar que García Márquez tendría alguna relación con el desembarco de los guerrilleros y que estos fueran efectivamente armados y entrenados en Cuba? (Recuérdese el caso del buque Karina.)

¿Es razonable que al respecto las autoridades quisieran interrogarlo o no?

¿Se pueden perdonar los colombianos que en vida del escritor nunca se planteara un proceso penal contra él por todo lo que hizo en relación con las guerrillas?

¿No es como un sobreentendido en el preámbulo de Jursich que enlacé al principio, que a GGM no se le podría preguntar sobre su relación con la lista monstruosa de crímenes del M-19 y las demás bandas ligadas al régimen cubano?

La Constitución de 1991 estableció que el asesinato para hacer la revolución es legal, de modo que los "juristas" que la interpretan y aplican parten de ese criterio y la gente corriente a menudo no lo entiende. El deber de ser cómplices de García Márquez es algo aún más grave: el asesinato de personas inocentes para implantar la tiranía no sólo es legal sino también honroso, y no según los embelecos de unos tinterillos sino según la opinión de los colombianos. ¡Sobre todo de los intelectuales!

Es difícil describir un "país" más asqueroso.

(Publicado en el blog País Bizarro el 23 de abril de 2015.)

viernes, mayo 22, 2015

La carta de Sepúlveda

La historia colombiana reciente es como un tobogán en el que se va cada vez más rápido hacia una tiranía como la cubana y todas las instituciones y costumbres propias de las sociedades democráticas se van transformando en las que definen a los regímenes totalitarios: el poder judicial no aplica la ley sino que persigue a quienes incomodan al gobierno, la prensa no informa sino que hace propaganda, el legislativo no discute las leyes sino que aprueba lo que ordena el mandamás, las escuelas no enseñan más que las mentiras que definen a la ideología de la burocracia...

Si se toman sólo las noticias de ayer ese proceso es claro: los terroristas masacran a once militares y el presidente utiliza el hecho para insistir en la "necesidad de acelerar las negociaciones", cosa que se debe entender como presión para que los ciudadanos acepten más premio a los terroristas.
No parece demasiado atrevido pensar que la masacre tenía ese objeto, habida cuenta de la presteza con que los cobramasacres salieron a exigir el cese al fuego bilateral.

Por lo demás, ese final de la negociación en un régimen socialista es algo que los terroristas proclaman sin vacilar y por lo que sus clientelas presionan día tras día.
El montaje del "hacker" Sepúlveda destaca entre todas las infamias de la persecución que emprendió el régimen para intimidar a todo el que pueda incomodar a la "paz" por el nivel de falsedad y disparate a que llega: no es que la restitución de Petro (que nunca se aplicó en otros casos y que deja sin función a la Procuraduría), el encarcelamiento de los funcionarios relacionados con Yidis Medina (parece que fuera el primer caso de clientelismo que ocurre en el país), la condena a Andrés Felipe Arias a 17 años por algo que hicieron todos sus predecesores, sin siquiera argumentar que hubo dolo, o la prisión a Luis Alfredo Ramos no sean crímenes en toda regla, pero el montaje del "hacker" ya es, como señala Eduardo Mackenzie, un salto cualitativo hacia la implantación de la tortura como forma de obtener confesiones.

No es raro que la prensa no haya publicado la carta que Sepúlveda leyó en su juicio. Es un documento al que vale la pena prestar atención.
Su señoría, me dirijo respetuosamente a usted para hacerle dos solicitudes, primero, deseo ofrecer disculpas públicas, he preparado un documento el cual he escrito a mano y mi familia me ha ayudado a transcribirlo, el cual, una vez lea, deseo entregarlo a los medios de comunicación.
La carta fue noticia pero a través de las "interpretaciones" de los medios. Su texto sólo aparece en la página de Periodismo sin fronteras. Y el arrepentimiento sólo tiene el sentido de confirmar la existencia del delito según la conveniencia de sus verdugos. Un antecedente interesante de dicha carta es el caso de Yidis Medina, la congresista presuntamente sobornada para que aprobara la reforma que permitía la reelección de Uribe, como si no fuera lo que ocurre públicamente todos los días en el Congreso, y claramente condenada para perseguir a Uribe. Los incentivos y amenazas la convirtieron en enemiga no de quienes la llevaron a la cárcel (en la que según esa doctrina deberían estar todos los legisladores), sino de sus supuestos sobornadores. Esos hechos sólo son posibles porque hay colombianos capaces de sostener su licitud. Todos los crímenes terroristas son sólo el efecto de esa disposición, no se puede concebir un lugar en el que la gente "razone" así y no haya violencia. CONCEBIR que algo así se puede hacer sin incurrir en una inmoralidad profunda es más o menos lo mismo que contratar a un sicario.
Segundo, a título personal, sin ningún tipo de presión y bajo mi total voluntad, deseo decirle y solicitarle de la manera más respetuosa, que mi custodia sea asumida en su totalidad por la Fiscalía General de la Nación y el CTI.
Se trata al parecer de asegurarse condiciones de reclusión benévolas. en las que el prócer sigue secuestrado pero no expuesto a la situación de los demás presos, con los que por otra parte podría hablar y divulgar informaciones sobre lo que condujo a su confesión.
Teniendo en cuenta los 4 atentados que sufrí en la picota bajo la custodia del INPEC, las múltiples amenazas que recibo casi a diario y todos mis riesgos de seguridad, deseo estar bajo la protección y custodia del CTI. No tengo nada personal contra el INPEC, pero teniendo en cuenta el curso de la investigación de mi caso y a mi colaboración eficaz, la cual, la Fiscalía General de la Nación puede dar fe, no me siento seguro seguir colaborando con la justicia si mi seguridad no es garantizada, ya que basado en mis declaraciones y evidencias, hay personal del Ejército, Policía, DNI, entre otros, que se encuentran privados de la libertad y vinculados a mi proceso y para serle sincero, si a mis diligencias deben asistir grupos especializados como antiexplosivos, tácticos, de operaciones especiales y un grupo de seguridad de más de 40 personas, sólo el CTI de la Fiscalía me puede brindar esas medidas de seguridad.

Espero sea atendida y tenida en cuenta mi solicitud, a usted, gracias.
Todo el proceso es una farsa, y claramente lo era también su actuación en la campaña de Zuluaga. Es evidente, una vez más, que las ilegalidades tenían por objeto comprometer a la oposición para justificar la persecución. Sepúlveda recibe amenazas de muerte todos los días pero no tanto como Petro, Teodora, Collazos y los demás figurones de Genocide Inc.
Buenas tardes, su señoría, señores fiscalía, señores ministerio de defensa, señores ministerio público y asistentes a esta audiencia, se dirige a ustedes Andrés Fernando Sepúlveda Ardila. 
Hace 11 meses y 5 días fui capturado por la Fiscalía General de la Nación en mi oficina, desde donde funcionaba el mayor centro de espionaje contra el proceso de paz y la central de propaganda negra de la campaña presidencial del candidato opositor.
Como una mentira de un niño: el "hacker" tiene muchas ganas de autoinculparse para poder enlodar a los que lo contrataron en su campaña política. De ahí ese burdo espectáculo de "arrepentimiento", que claramente recuerda los procesos de Moscú. Aunque es como la segunda parte del escándalo de Yidis Medina, que es el nuevo paso en la persecución judicial de Uribe y sus compañeros: gente ansiosa de confesar delitos en los que sólo la perversidad de los encargados de imponer castigos pueden encontrar participación de otros.
Muchos han hablado de mi historia, he realizado tres entrevistas en total, pero esta es la primera vez que hablo en una audiencia y deseo contarles lo que aún nadie me ha preguntado. 
En la actualidad cuento con 30 años de edad, de los cuales, más de 15 he dedicado en su totalidad a la tecnología, he sido un emprendedor empedernido, he contado con buenos maestros y a pesar de las dificultades económicas que he afrontado, he tenido la suerte de salir siempre adelante. 
A mis 18 años conocí por primera vez la política, recuerdo que pocos meses antes se había acabado la zona de distensión con el grupo terrorista de las FARC, mi familia había recibido varias amenazas de muerte por parte de ellos y se veía un nuevo camino, pensé que todo era mejor. 
A los 21 años tuve la oportunidad de trabajar por primera vez en política, lo mejor, para la persona que tanto admiraba y respetaba, se creó un nuevo partido político con el cual me sentía plenamente identificado. 
Con el paso del tiempo, mi carrera profesional fue dando grandes pasos, pero mi afinidad por la política se afianzaba, con tan mala suerte que me radicalicé, me convertí en lo que tanto odié, en un radical empedernido que no estaba dispuesto a discutir con absolutamente nadie mi ideología, porque simplemente, si no la compartía, yo lo consideraba un traidor.
Una burda mentira: Sepúlveda trabajó con Rafael Pardo y con Santos, y evidentemente no tenía ninguna proximidad especial con ningún grupo ideológico. Un pretexto para descalificar a las víctimas anunciadas de la persecución. ¿Lo es Sepúlveda? Claramente es un cautivo de la Fiscalía que declara lo que lo obligan a declarar.
Pasaron los años y mi experiencia profesional aumentaba, con tan buena suerte que mi afinidad política hacía parte de mi trabajo, fui asesor en temas de seguridad informática y estrategia política en medios digitales en las campañas presidenciales y regionales más importantes de América Central y Suramérica, además, por cosas del destino, terminé haciendo una de las cosas más importantes de mi carrera profesional, ayudar a ubicar y capturar delincuentes, terroristas, etc. 
Mi trabajo con la fuerza pública fue muy corto, informal y muy productivo, ayudé en varios casos importantes, lo hice con la mejor intención y el mayor amor a mi patria, lastimosamente cometí el peor error de mi vida, uní mi trabajo y mi afinidad política. 
Debo decir tristemente que tuve mis argumentos para hacer lo que hice, fueron exactamente iguales a los que usan quienes han cometido crímenes atroces, “el fin justifica los medios” y “por amor a la patria”. Al unir mi trabajo y mi afinidad política, me convertí en un paria de la patria, afecté el honor y la lealtad de los miembros de nuestro glorioso ejército y policía nacional, todas las acciones en las que participé para luchar contra el terrorismo, fueron heridas de muerte cuando me involucré en la campaña presidencial del año 2014.
Es decir, además de la oposición política, es necesario calumniar e intimidar a los militares y policías que podrían estorbar a la "paz" o imposición de la tiranía comunista. De ahí que el tremendo espía mienta (como decir que se reunió con el general Rito Alejo del Río), a lo mejor después de espiar los aviones del Comando Sur. La tosquedad de esas mentiras que Sepúlveda repite deja ver la intención de los verdugos que lo orientan: funcionarios que no tienen por tarea aplicar la ley sino violarla, no la justicia sino la iniquidad, no esclarecer la verdad sino inventarse montajes. El Estado en manos de criminales, eso es lo que ha llegado a ocurrir en Colombia a partir de la Constitución de 1991, en particular con la Fiscalía y el poder judicial.
Debido a las acciones que estaba realizando y las que faltaron por realizar contra el proceso de paz, pude desencadenar una guerra más fuerte y atroz que la que está viviendo actualmente nuestro país, aunque me abstengo de dar los detalles, la Fiscalía ya los conoce, pero sé que todo aquel que fuera afectado por lo que iba a hacer, sería mi total responsabilidad, realmente pudo ser algo nefasto para muchas personas. En estos 11 meses y 5 días que llevo privado de la libertad, he tenido las 24 horas para pensar en absolutamente todas mis acciones y no me queda más sino decir lo siguiente:
Tremendo, el hombre reflexiona y se da cuenta de todo el daño que le hacía al proceso de paz (al que Zuluaga nunca se ha opuesto ni hay el menor testimonio de ninguna intriga contra él aparte de las declaraciones del increíble arrepentido). La falsedad y tosquedad de todo eso es una falta de respeto al ciudadano, pero ¿hay en Colombia ciudadanos? La inmensa mayoría de los que han ido a la universidad ostentan su deformidad moral aplaudiendo cualquier iniquidad que se cometa contra quienes identifican como sus enemigos, mostrando su percepción de la justicia y el derecho, no ya propia de salvajes sino propiamente de criminales. Sepúlveda no podía afectar ni afectó en nada a la componenda de La Habana, tenía el encargo de hacer parecer que ocurría tal cosa para empapelar al uribismo.
Primero, quiero dejar claro que NO ofrezco disculpas al grupo terrorista de las FARC y mientras esté vivo, nunca haré un buen comentario sobre ellos. 
Ofrezco disculpas a nuestras gloriosas fuerzas militares y de policía, lamento profundamente el daño que les causé, lamento cada día haber afectado el buen nombre y el honor de quienes realmente dan la vida por nosotros, merecen todo mi aprecio y todo mi respeto, desde el fondo de mi corazón, mil disculpas. 
Ofrezco disculpas a la Fiscalía General de la Nación, quienes en su momento fueron “mis mayores enemigos”, ahora son quienes día a día velan por la seguridad de mi familia y por la mía, lamento profundamente el daño que causé por varias acciones que hice, las cuales no voy a mencionar. 
Ofrezco disculpas a todas las personas que han participado en el proceso investigativo de mi caso, a los fiscales, policía judicial, abogados y jueces, tristemente, todo aquel que se involucra en mi caso, recibe amenazas de muerte e intimidaciones, a ellos, mil disculpas. 
Ofrezco disculpas a todo aquel que se haya visto afectado por mis acciones.
Sus disculpas sirven sólo para producir la impresión de que él sí tenía relación con militares y policías, y de paso para decir que los sicarios que lo aleccionan son víctimas de amenazas de muerte. ¿Cómo es que dichas amenazas no son noticia nunca y si lo son todos los días las que "sufren" Petro y Teodora? La desfachatez de los criminales que le encargan la sarta de mentiras al cautivo define la condición moral e intelectual del país: tal vez lleguen a distinguirse de los que mantienen gente en alambradas en la selva por el calzado, fuera de eso son viejos militantes de la Juco maquinando crímenes para hacer avanzar su revolución. Estudian Derecho pero lo primero que se enseña en las facultades de Derecho en Colombia es que "el Derecho no es más que la voluntad de la clase dominante erigida en ley", y así lo que verdaderamente ha asimilado el "jurista" es la conveniencia de delinquir.
Ofrezco disculpas a mis padres, mis hermanos y mis hijos, lamento todos los días que esto haya pasado, pero sobre todo, lamento cada lágrima derramada por mi culpa, no las merezco, pero quiero que sepan que siempre me sentiré orgulloso de mis apellidos y haré lo que esté en mis manos para que esta experiencia terrorífica que hemos vivido, sea convertida en algo bueno. 
Antes de terminar, quiero decir algo muy importante, específicamente a mis padres, mis hermanos, a mis dos hijos y a quienes se vieron involucrados en mi caso. 
En estos momentos estoy afrontado una pena privativa de la libertad, probablemente pasará un buen tiempo antes de ver a mis hijos y reencontrarme con ellos, abrazarlos y decirles cuánto los amo, me separé, afecté a mi familia y los lastimé en lo personal y laboral. 
Aquí estoy, con la frente en alto, poniendo la cara a todo este asunto, a este gran problema, luego de vivir rodeado de tecnología, ahora sólo cuento con un radio y un teléfono público, no me importa, aquí sigo firme, sigo adelante, aunque me tilden de loco, mentiroso, megalómano y toda clase de improperios, yo sé quién soy y qué quiero.
Heroísmo no le falta: saca pecho de la noble labor que ahora desempeña en compañía de sus antiguos "enemigos" de la Fiscalía para luchar por la verdad y por corregir todo lo que hizo antes. Esos malhechores no tienen noción del ridículo.
A las personas que en grandes declaraciones de prensa dicen que estoy loco, que tengo problemas mentales y otras cosas más, no me resta sino decirles que asuman las consecuencias de sus actos, eso estoy haciendo yo, aquí estoy, aceptando mis errores y pagando por ellos.
Eso es la declaración, un encargo para criminalizar al uribismo, como cuando estaba en la campaña y grababa videos en los que intentaba dar la impresión de que Zuluaga u Hoyos estaban involucrados en algo ilegal. (Los entresijos de la intriga con el espía español infiltrado por la Fiscalía no son el tema de este escrito y sin duda se podrán encontrar informaciones más precisas.)
Cuando tuve una noche de libertad al mes y medio de ser capturado, lo primero que me dijeron fue que saliera del país, yo les dije que no, que afrontaría esto, misteriosamente, luego de mi recaptura y mi traslado a la picota, las amenazas en mi contra crecieron exponencialmente, tuve 4 atentados en mi contra, una lista de amenazas reales que no para de crecer, me movilizo con un grupo de entre 40 y 50 personas, grupos tácticos, antiexplosivos y de operaciones especiales, con alimentación restringida por alto riesgo de envenenamiento y con medidas extremas de seguridad, pero ahora me dicen loco, tan loco y enfermo mental que están haciendo lo posible por callarme y asesinarme, pero ¿saben algo?, ya es demasiado tarde, afortunadamente para mí y desafortunadamente para ustedes, he contado muchísimas cosas y seguiré haciéndolo, yo soy un hombre, yo no tengo necesidad de “declararme inocente” y luego huir del país, así como lo están haciendo algunos de los que antes yo “admiraba” y con la misma afinidad política que tenía, los mismos que me dijeron que no habría lugar en el mundo donde me pueda esconder porque me encontrarán y acabarán con mi vida.
Más calumnias encargadas por los mismos con el mismo tono, con la misma falta de imaginación y el mismo sentido de tratar de involucrar a los que lo contrataron como experto en redes sociales de la campaña. No porque sean en absoluto ningún estorbo para la paz sino porque la tiranía sólo se puede sostener por medio del terror generalizado.
Ahora este “enfermo mental” les dice que sean hombres y afronten todo, la verdad es una sola y yo la estoy contando. 
Para terminar, no me resta más que seguir adelante, quiero terminar con esta frase del Conde de Montecristo: “Solo el que ha conocido el extremo del infortunio puede sentir la felicidad suprema. Es necesario haber querido morir, para saber cuan dulce es la vida”.
Y de nuevo la exhortación final a las víctimas de la persecución para que reconozcan su "verdad" que es un invento de criminales patéticos, como se puede comprobar en cada palabra de la declaración.

Esas víctimas son totalmente inocentes de toda conducta ilegal, pero no por eso le han hecho menos daño a la democracia colombiana: después de ocho años de éxitos, Uribe no fue capaz de tocar el engendro de 1991 y remover a los jueces claramente alineados con el Partido Comunista. Sus aliados, los que lo promovían para un tercer periodo, se convirtieron en enemigos en cuanto llegaron al Congreso, y no obstante siguió haciendo componendas con ellos. Pese a la perversidad evidente de la "negociación de paz", los uribistas nunca han sido capaces de denunciarla porque creen que si lo hacen podrían perder apoyos y tener más hostilidad de la prensa, de modo que las cuatro elecciones que ha habido después de 2010 son un solo plebiscito en el que ningún candidato discute la conveniencia de premiar a las FARC...

La persecución tiene por objeto intimidar al uribismo y forzarlo a desistir de toda oposición a la tiranía terrorista. Y lo consigue, (obviamente no lo van a declarar así), por eso toda su disidencia respecto al premio del genocidio es pura "crítica constructiva" que no cuestiona los fundamentos morales del mayor crimen de la historia del país. El que quiera hacer oposición que piense en llevar a las FARC a la CPI por genocidio, demostrable en muchos casos, pero sobre todo que sepa que el uribismo siempre estará en el otro lado, que sus miras se definen exactamente por la alianza que llevó al poder a Santos y por la contratación de este valiente adalid para hacer la campaña.

Curioso, en 2010 se veía cierto activismo "profesional" a favor de Santos en Twitter. En 2014 no lo había a favor de Zuluaga, a pesar de las decenas de millones que le pagaron a este modelo de ciudadano veraz y valiente. Parece que no se dieron cuenta, no están para eso sino para buscar su puesto en La Habana.

(Publicado en el blog País Bizarro el 16 de abril de 2015.)

miércoles, mayo 13, 2015

El discurso de Fernando Vallejo el 6 de abril, golpe a golpe

Arte, cultura y paz
La parte decisiva de la paz y en últimas de todos los gobiernos totalitarios es la propaganda: los recursos se gastan copiosamente en imbuir a la población de lo que interesa al administrador y con ese fin se recluta a una populosa tropa de intelectuales, artistas, figurones, científicos sociales, periodistas, literatos y cuanto vividor pueda haber para que la comunidad vea a sus líderes comprometidos con los nobles fines impuestos. Se podría decir que esa tropa es la base social de los regímenes comunistas; y aun que el comunismo florece allí donde ciertos sectores sociales poderosos requieren esas fuentes de rentas.

Dentro de la incesante orgía de despilfarro de recursos gigantescos en propaganda de la paz, que igual es con marchas como la de Mockus o con anuncios como los del Soy Capaz, se convocó otro acto solemne de los que tanto gustan a los promotores del genocidio, en los que las multitudes manipuladas de jovencitos arribistas ansiosos de estar cerca de sus superiores sociales y adornarse de arte y cultura reconocen y aplauden la infamia monstruosa de entregar el poder a unos criminales y brindarles reconocimiento por las atrocidades que han cometido. ¡La Cumbre Mundial de Arte y Cultura para la Paz de Colombia!

El bando de Molano
Es inevitable llegar a las ideas de este blog que escandalizan a los colombianos, que pueden odiar a las FARC y aun a Piedad Córdoba pero respetan a personajes como los dos Daniel Samper, Antonio Caballero, Roberto Pombo o Alfredo Molano. Aborrecen las balas con su impacto sangriento y doloroso pero no a las pistolas que las disparan porque a fin de cuentas son objetos atractivos. Da igual que uno les explique miles de veces que TODOS los miembros del Secretariado y todos los dirigentes importantes de las FARC hoy en día salieron de universidades y que estas son en esencia adoctrinaderos de asesinos. No es tan fácil como odiar a la negra atrevida.

Por eso uno de los principales auditorios de la capital estaba dedicado al lucimiento de Alfredo Molano, un antiguo profesor de Sociología de la Universidad Nacional ligado ya al grupo de Camilo Torres en los años sesenta (todos los creadores de la facultad de Sociología procedían de familias presidenciales). Este prócer tiene una carrera formidable como columnista del periódico del Grupo Santodomingo durante varias décadas.

Los escritos de ese hombre son crímenes tan atroces como la bomba de El Nogal, pero en Colombia el crimen es ser pobre, indio o mulato. En los tiempos del Caguán hubo una oleada de indignación porque las FARC habían castrado a un policía delante de sus vecinos en un pueblo del Tolima y habían quemado vivo a un campesino que se negaba a entregar a sus hijos. Molano respondió que era lo mismo que se decía de Bolívar en su tiempo. Cuando los asesinos masacraron a 30 soldados en Vigía del Fuerte, replicó que era una base paramilitar. Sencillamente, cada columna suya es aliento descarado a los asesinos, legitimación y en últimas cobro y usufructúo de todos los crímenes terroristas.

Ya en esa época se le veían tremendas ganas de lucrarse copiosamente de su relación privilegiada con los genocidas a los que promueve. Se hizo público que intentó cobrarle una fortuna a la revista Semana por una entrevista a los líderes de las FARC. Recientemente no sólo ha sido beneficiario de los millones con que se pagaron los bodrios de la Comisión Histórica sino también contratista del ya olvidado "Carrusel de la Paz".

Alrededor de personajes como él, o el finadito Gaviria y muchísimos otros pulula una jauría de vividores que sólo en Colombia se conciben como algo distinto de los asesinos. Recuerdo que en una ocasión aludí a Molano como un criminal en el blog del ahora ministro Alejandro Gaviria, que se indignó de que se descalificaran así las opiniones de alguien. Es típico, es en realidad todo lo que pasa, pues los asesinatos son sólo la sombra de los designios de esa gente tal como la bala que rompe la carne sólo es el efecto de la voluntad del que aprieta el gatillo.

Para la ocasión invitaron de comparsa a Fernando Vallejo, escritor que por una parte aporta prestigio intelectual y por la otra despotrica de todo el mundo y los universicarios sencillamente no saben nunca de qué habla. Era un adorno para el lucimiento de Molano, otro grande.

Comento su discurso:
Este sinvergüenza que tenemos en la presidencia, a la que subió predicando la guerra y en la que se reinstaló predicando la paz, por lo menos unas cuantas diferencias tiene con sus interlocutores de La Habana, los hampones de las FARC, con los que negocia de igual a igual: que no vuela torres eléctricas, ni siembra minas quiebrapatas, ni secuestra, ni mata, aunque sí extorsiona, a través de la DIAN, y recluta, a través del Ejército, a cuanto muchacho pobre logra agarrar.
El párrafo no tiene verdaderamente ningún aporte ni ninguna idea interesante, sí mentiras como lo de "predicar la guerra", pues la política del gobierno Uribe era de ofrecer negociación a los terroristas y mientras los persuadía, aplicar la ley. ¿Qué era lo que había que hacer? A Vallejo no le importa, porque con una "curiosa variación" de Santos tiene para descalificarlo. Tampoco entiende qué ocurre en La Habana, donde no "negocian de igual a igual" sino que ganan tiempo para exportar cocaína y acomodan plazos y ocasiones para preparar la tiranía comunista. Santos no pone minas pero se hace responsable de ellas al premiarlas.
A lo que le sumo su concierto para delinquir en calidad de director concertador de tres de los grandes combos o mafias de esas que aquí llaman partidos políticos: el de la U, el Liberal y el del Cambio Radical. Cuál cambio, cuál radical, si esto siempre ha sido aquí lo mismo, el reparto del botín de los puestos públicos y sus contratos entre un grupo de bellacos amafiados que se dicen buenos ciudadanos y que montan y desmontan partidos para sus fines.
Si bien la descripción general de los "partidos" colombianos es veraz, no tiene sentido el "concierto para delinquir", porque el delito presupone la ley. Es otra floritura de su espectáculo de violencia verbal.
La ruina de Colombia es inconmensurable: económica, social, cultural, moral, total. Millones de exiliados, millones de desplazados, millones de desocupados, una deuda externa de 100.000 millones de dólares, un sistema financiero de estafadores, un Congreso de corruptos, un poder judicial corrupto, el campo en ruinas, el peso en picada, la prensa arrodillada, las ciudades en manos del hampa, la inseguridad en todas partes, y como última razón y causa de todos nuestros males, la desaparición del Estado, el cual incumpliendo su función esencial de garantizar la vida y los bienes de todos no se los garantiza a nadie y solo existe aquí para atropellar y atracar: para atropellar con sus trabas y atracar con sus impuestos.
Resulta casi un chiste encontrar al iconoclasta echando de menos el Estado. Por lo demás, la descripción de la situación colombiana tampoco es muy objetiva: el primer gobierno de Santos fue una época de bienestar para amplios sectores gracias a la expansión de la producción de combustibles y a los precios altos que éstos alcanzaron. Uno de los mayores crímenes de Santos es dilapidar esa tremenda bonanza en pagar parásitos que lo sostienen, pero la mayoría de la gente no se enteró porque a fin de cuentas las décadas anteriores fueron mucho peores.
Pues para tapar la realidad monstruosa con cortinas de humo que no dejen ver lo que pasa, al sinvergüenza le dio por armar en Cuba un dizque “proceso de paz” con la banda más dañina y criminal que haya conocido Colombia, los bandoleros de las Farc. Surgido de la crema y nata de la gusanera de la clase política colombiana y traidor nato, el sinvergüenza de que estoy hablando se llama Juan Manuel Santos.
No, el proceso de paz de Santos no es para tapar lo que pasa sino el plan de su clan desde hace muchas décadas. Lo que planeaban ya en los tiempos de Alternativa y lo que aseguraron con la Constitución de 1991, que alienta a matar para abolirla e incluye los delitos que restan penas a los otros, amén de la provisión maravillosa de rentas para las clientelas universitarias y de otros funcionarios.
Que haya sentado en Cuba a sus enviados a negociar con los de las FARC como iguales se me hace perfecto porque lo son: alimañas todos. Unos bribones negociando con unos hampones. ¡Pero que haya sentado también a nuestros generales! Generales de Colombia que van a La Habana: ¿acaso a ustedes o a sus hijos los secuestraron o los lisiaron o los mataron los criminales de las FARC? No: a sus soldaditos, reclutados entre los muchachos pobres del pueblo, o a la gente humilde del campo que aquí siempre paga el pato. Ustedes están mandando desde la seguridad de sus oficinas de Bogotá, bañándose en la piscina del Club Militar y mamando a lo grande del presupuesto. Miserables.
Tampoco entiende muy bien Vallejo qué es lo que pasa con los generales que negocian y que van a reconocer a los generales del otro bando (como los llama Antonio Caballero), que en realidad esperan lucrarse ayudando al enemigo a matar a sus subalternos, sin que nadie resista porque al fin de cuentas un militar es un mercenario y nada puede hacer lícitamente si la sociedad elige como gobernantes a los criminales.
Bendecida por los Castro (sostenedores desde siempre de las guerrillas colombianas porque son como ellos, carceleros, asesinos, narcotraficantes y dizque revolucionarios), la mesa de negociaciones de La Habana lleva ya dos años largos en ellas. ¿Y cómo negocian? En la oscuridad, aunque el sinvergüenza hace creer que es a la luz del día. ¿Y qué negocian? El botín, el de los altos puestos públicos y sus contratos. Los que durante doscientos años han gozado del botín enzarzados en guerras civiles y elecciones resolvieron ahora que a los de las FARC les tocaba probar el pastel al estilo de lo que ya hicieron con los del M-19, quienes lo que no lograron con las armas y el derramamiento de la sangre lo están logrando con el engaño de las urnas. Ya tienen la alcaldía de Bogotá y acabaron con la ciudad. Ahora van a seguir con Colombia.
Vuelvo al otro. Maneja sus marionetas de La Habana desde aquí mandando llevar y traer. Hoy van las víctimas, mañana los generales, pasado mañana irá Francisco, que es tan bueno. Que aproveche este san Francisco para lavarle los pies a Castro, el tirano que bendijo Wojtyla.
Vallejo ni siquiera se ha enterado de que "las víctimas" son seleccionadas por Carlos Medina, un asesino de la Universidad Nacional tan descarado como Molano, ni de que las representa Piedad Córdoba. Realmente su visión de la paz es superficial y pronto lleva a su habitual diatriba anticatólica.
Hace cinco años, una semana antes de las elecciones en que lo eligieron, el manipulador de marionetas repetía como disco rayado que Álvaro Uribe era el más grande presidente de la Historia de Colombia. No bien salió elegido y al más grande presidente de la Historia de Colombia y su protector le dio su buena patada en el culo, perdón, trasero. Hasta risa me dio. Últimamente le tocó su patada a su exjefe Gaviria. Este payasito traidor sí es muy gracioso. Traiciona aquí, traiciona allá, es el traditor traditorum que diría Cicerón, nuestro traidor de los traidores.
Todo cierto pero demasiado conocido.
A García Márquez hace un año, cuando murió, para sacar partido del muerto porque se le tambaleaba su reelección le organizó un homenaje de cenizas presentes en el Palacio de Bellas Artes de México y dijo en tan solemne ocasión que era el más grande de los colombianos: de hoy, de ayer y de mañana. A mí estas hipérboles garciamarquianas de nuestro Nostradamus criollo me encantan, máxime que a Gabito también lo usó y lo tiró. Él usa y tira vivos o muertos, según le sirvan o no le sirvan. ¡No estar vivo Gabito que era tan amigo de los Castro para que le ayudara ahora en sus negociaciones de paz!
Ídem.
Paso a hablar de las dos ocurrencias más geniales que ha tenido el guerrero pacifista: la “potencia emergente” y la “justicia transicional”. ¿Una potencia emergente con millones de pobres, millones de desplazados, millones de damnificados y millones de exiliados que lavan inodoros en el extranjero? Lo que somos es una potencia exportadora: de colombianos. En cuanto a la “justicia transicional”, en realidad es la impunidad permanente. ¡Dizque esto es una democracia! Esto es una monarquía, y la impunidad la reina de Colombia. Juan Manuel Santos no es más que su primer lacayo.
Colombia debería ser una potencia emergente, el segundo país de Sudamérica en población y en economía, pero todo eso se echó a perder gracias al gasto de Santos en propaganda de la paz y en cebar clientelas. La justicia transicional no es un invento de Santos, sino lo que necesita ofrecerle al servicio doméstico armado de su clan para que acepte ayudarle a ganarse el Nobel de la Paz.
Consumado el proceso de paz, ¿Timochenko irá de candidato a la alcaldía de Bogotá? A la alcaldía no: a la presidencia. Para la alcaldía va Iván Márquez compitiendo con los pacifistas Mockus y Petrus. Mockus, lituano huido in útero de Stalin se instaló en Colombia a matar perros con su sicaria Beatriz Londoño, la electrocutadora de Engativá. Pasa por bueno pero es malo. Se hace el loco pero es un imbécil. ¿Y Petrus, el reintegrado del M-19, los que se robaron la espada de Bolívar? Se la habrán robado, pero la devolvieron, y como la devolvieron no se la robaron y entonces ahí no hubo delito. Como no habrá delito, en virtud de la justicia transicional, para el que le voló los ojos con una mina quiebrapatas a un campesino o a un soldado. O los oídos. O las piernas. O para el que lo mató con un burro cargado de cilindros de gas. ¿Y la reparación satisfactoria a estas víctimas qué? ¿Cómo se logra? Ningún problema. Viene Cristo y les devuelve la vista, el oído, el caminado, la vida a los afectados. ¿Y si no viene? ¡Cómo no va a venir! ¿Entonces para qué somos un país católico?
Ahora mezcla temas y termina en la previsible blasfemia.
Ciento sesenta y dos órdenes de captura pesan sobre Timochenko, quien sumando las condenas que le han impuesto los varios jueces que lo han juzgado tiene que pagar 178 años de cárcel. ¿Cómo resuelve esto la justicia transicional? Muy fácil. Puesto que con capturar al fugitivo una vez ya queda capturado, las 161 órdenes restantes salen sobrando: con una sola captura basta. ¡O qué! ¿Es que usted captura a un prófugo 162 veces? Y puesto que el prófugo se entregó motu proprio acogiéndose a la justicia transicional, quedó sin haber captura pues fue entrega. ¿Y los 178 años de cárcel? Los paga en milisegundos. En la justicia transicional un año es un milisegundo. Por eso es tan transicional. ¿Entonces Timochenko solo va a pagar 178 milesegundos de cárcel? Pobre, no va a alcanzar ni a comerse una empanada de iglesia. 
Habiendo pagado su condena, Timochenko saldrá de la cárcel para las elecciones y de las elecciones para la presidencia. Excelentísimo señor doctor don Timochenko, presidente de la República de Colombia: Espérese un poquito aquí en el lobby antes de ingresar a la sala, que le vamos a tocar el himno. “Oh gloria inmarcesible, oh júbilo inmortal”. ¿Qué querrá decir inmarcesible? Piedad Córdoba ha de saber. Piedadcita conoce todas las coordenadas.
Efectivamente, un asesino como Petro despierta un gran respeto en Colombia.
Colombianos: maten, roben, extorsionen, violen, secuestren, que el anticuado concepto del delito aquí desapareció. Somos una potencia emergente, somos la revolución jurídica, somos la vanguardia del planeta.
También, la monstruosidad de abolir el derecho penal se presenta como modernidad, paz, arte, cultura, sensatez, no violencia... Y sólo es corrupción, cohecho, prevaricato, complicidad con los criminales. Lo interesante es que desde la simplicidad de sus juicios y la anticuada confianza en la palabra inspirada, Vallejo detecta lo importante porque sólo en un infierno de servilismo es concebible someterse a una monstruosidad semejante. Colombia sólo se entiende pensando en la humildad impotente y repulsiva de la gente pobre, acostumbrada al látigo de los Molanos y gente así. En ningún otro país se diría que simplemente se reconcilian los asesinos con sus partidarios y es como si no hubiera pasado nada.
Al Padre Eterno le salió su Único Hijo bobo. Se hizo colgar de una cruz para redimirnos, han pasado dos mil años y miren dónde estamos. Peor no puede estar Colombia ni puede estar el mundo. ¿Cuántos años más se van a necesitar para que surta efecto su redención? ¿Otros dos mil? El Hijo de Dios e insultaba con nombres de animales como cualquier Fidel Castro: “Id y decidle a ese zorro que yo predico y hago milagros”, le mandaba decir a Herodes. “Serpientes, raza de víboras”, les decía a los fariseos. Y dizque “No les deis las perlas a los cerdos”. Sí se las doy, y a mis perros caviar. Nunca le cupo en su cabecita loca que puesto que los animales sufren también son nuestro prójimo. Los zorros, los cerdos, los perros, las vacas sufren, por lo tanto son mi prójimo. Su mal ejemplo pervive. Por eso Beatriz Londoño, la sicaria de Mockus, puede electrocutar impune a cuatrocientos perros en Engativá mojándolos con agua en el amanecer de la sabana y tirándoles varillas de hierro electrizadas. ¡No ser yo presidente de esta republiquita para electrocutar a esa vieja en pelota y mojada con agua fría!
Aquí Vallejo se sale del tema y se ocupa de sus dudas sobre el cristianismo y su indignación con la crueldad con los animales. Lo interesante es que muchos en Colombia conciben a la guerrilla como la izquierda o la modernidad o el ateísmo, y con eso le dan su gran pretexto: la Gran Conjura Genocida de los Molano y los Santos no es contra los católicos ni es liberal ni moderna, sino la perpetuación de una vieja dominación. Toda respuesta que suponga el retorno a planteamientos confesionales los favorece.
Vuelvo al loquito de Galilea que no quería a los animales como Antanas Mockus. Le dio por abolir la Ley del Talión, la del ojo por ojo y el diente por diente, y miren cómo está el mundo. El hombre nace malo y la sociedad lo empeora. Su tendencia natural es a obrar mal y no tiene redención. Al niño hay que castigarlo para que aprenda. Sin castigo para el que hace el daño no puede existir la sociedad. Solución rápida: que se restaure la Ley del Talión pero perfeccionada: los dos ojos por uno, todos los dientes por uno, y como el hombre no tiene sino una vida, que el que mate pague con la suya y con la vida de su madre. Repudio la justicia transicional. Repudio que siga habiendo aquí prescripción del delito. Que no se quede en Colombia sin castigo ni el robo de un tornillo. Máxime si se lo sacaron a uno de la cabeza.
Ni la Teología ni las nociones jurídicas de Vallejo merecen mucha atención.
Dos años llevan en La Habana con el cuento de la paz, escamoteando desde el principio, deliberadamente, el punto esencial, el de si van a pagar cárcel por sus crímenes los delincuentes de las FARC. Si sí, cuánto y en qué. ¿En años, o en milisegundos? ¿Por qué lo están dejando para el final? Para embrollar y diluir la infamia contando con la olvidadiza memoria humana. Nada van a pagar. Se reintegrarán a la sociedad como los reinsertados de Uribe, que siguen delinquiendo, y formarán un nuevo partido, el de Justicia y Libertad, para sumárselo al Liberal, al Conservador, al de la A, al de la B, al de la C, al de la U, a la Alianza Verde, al Polo Democrático, al Centro Democrático, a la Opción Ciudadana, al Cambio Radical, y se pegarán de la ubre pública como los de todos estos.
No entiende nada: el problema no es cuánta cárcel vayan a pagar las FARC, sino el poder que tendrán gracias a que los colombianos se les someten. Todo el dinero y las armas y el control total del Estado. Si se disolvieran, devolvieran el dinero, entregaran las armas, pidieran perdón y desistieran de su proyecto político se podría pensar en la Amnistía. Los argumentos de quienes se oponen a ese perdón son atendibles, pero no si olvidan que nada de lo que mencioné arriba se va a cumplir. Sencillamente ascenderán como Petro, como Navarro, como León Valencia, como Angelino Garzón, para mencionar asesinos comprometidos con las organizaciones criminales, los que los dirigen, como el hermano mayor de Santos, no tienen el menor reproche de nadie. No es que queden impunes sino que quedan mandando y nadie parece preocuparse porque en las cuentas de Uribe y su séquito conviene más engañar a la gente haciéndola creer que con la paz ya no habrá FARC pero hay que exigirles que vayan a la cárcel.

La idea de los desmovilizados de Uribe que siguen delinquiendo es vulgar y desinformada. Claro que los miembros de ejércitos criminales pueden volver a delinquir, pero las AUC desaparecieron. ¿Que se formaron otras bandas? ¿Quién demuestra que las forman los mismos de las AUC?
Andaba de asesor en narcotráfico en México y de negociante en La Habana, de donde acaba de regresar a ocuparse del desminado (no con sus propias manos, claro, con las ajenas), un general Naranjo, de cuatro soles, Ministro para el postconflicto, quien sin haber cruzado una bala con delincuente alguno ha llegado a ser el mejor policía del mundo. O sea que aquí tenemos: el mejor policía del mundo, el mejor presidente del mundo y el mejor colombiano del mundo. ¡Cómo no vamos a ser el país más feliz del mundo! En las pasadas elecciones, para servir a la patria, este general-policía se le ofreció a Santos de vicepresidente para el período de la reelección. No se le hizo porque no contaba sino con dos votos, el suyo y el de su mujer, y Santos le dijo que tenía que poner dos millones, que multiplicara su caudal político por un millón. Pero que llega, llega, y no a la vicepresidencia: a la presidencia. Entonces Santos sentirá en trasero propio lo que sintió Uribe. El que a hierro mata a hierro muere. ¡Ministro del postconflicto! ¡Cuál postconflicto! Mientras no se castiguen los crímenes de las FARC aquí no se ha acabado ningún conflicto.
De nuevo, un párrafo desordenado y superficial.
Santos: Hace un año en declaraciones a El País de España dijiste (y me podés ver en YouTube leyéndolas en un ejemplar de ese periódico en la última Feria del Libro de Bogotá), que ibas a convocar a un referendo o plebiscito para que Colombia aprobara o rechazara lo que se acordara en La Habana. Como sos un negociante que compra y vende y un fumista que lanza pantallas de humo, te pregunto si nos vas a escamotear ahora el plebiscito.
Resulta más bien gracioso ver al furibundo antinatalista clamando por procedimientos democráticos. ¿En qué parte finge por provocar escándalo?
Compradores de conciencias con puestos públicos, traidores de lealtades efímeras: Repudio su reconciliación. Repudio su paz. Solo quiero que se les haga justicia a las víctimas de las FARC y se castigue a sus victimarios, y de paso a los que los solapan con conversaciones de impunidad que llaman de paz.
César Gaviria le entregó a Pablo Escobar a Medellín y a Bogotá para que los bombardera y devastara; le permitió construir su cárcel privada de La Catedral en Envigado para que desde allí siguiera delinquiendo y asesinando y le metiera preso a su viceministro de Justicia; sin haber pavimentado ni una calle abrió la importación de carros y embotelló el país; abrió la importación de textiles y demás productos que aquí se producían y acabó con la industria colombiana.
También la visión económica es frívola y en última instancia, vulgar.
Andrés Pastrana, para hacerse elegir, fue a los Llanos a abrazar a Tirofijo y ya electo le entregó el Caguán para lo convirtiera en su bastión desde donde nos atacara. Álvaro Uribe instauró para sí mismo la reelección inmediata; extraditó a los Estados Unidos a espaldas del país, de la noche a la mañana para que no hablaran, a los grandes capos paramilitares, que allá tenían cuentas pendientes por narcotráfico pero que aquí las tenían por los más monstruosos crímenes de sangre; hoy muchos de sus funcionarios más cercanos andan fugitivos acusados de montones de delitos de los que él se lava las manos; y aunque sus hijos se han hecho ricos echando azadón y pala, él como papá está pobre. Pues Juan Manuel Santos fue ministro de los tres y por lo tanto su cómplice. Juan Manuel Santos es el más grande bellaco de la Historia de Colombia, y estas jornadas por la paz una farsa.
De nuevo, información falaz y burda. No tiene sentido decir que Uribe extraditó a los jefes de las AUC para que no hablaran, menos con tanta seguridad. Es algo que dicen los terroristas porque ellos siempre mienten, pero no tiene ningún sentido dar por sentado que desde Estados Unidos los jefes de las AUC no van a poder hablar. De hecho lo hacen, calumniando a Uribe para vengarse de que los extraditara. Y también es muy estúpido aludir a la gravedad de los delitos que cometieron en Colombia, porque el caso es que estando en Colombia podrían quedar impunes gracias a componendas con unos jueces que no se pueden distinguir de los terroristas sino en el calzado. Por esto mismo es sumamente vulgar hablar de los funcionarios fugitivos o presos, porque sólo son víctimas de persecución, y sólo desde la mala fe de un seguidor de Molano es concebible que Andrés Felipe Arias sea condenado a 18 años de cárcel por hacer lo mismo que hacían todos sus predecesores en el ministerio, sin siquiera la menor acusación de dolo en el proceso, mientras que los genocidas van a quedar impunes. También es burdo hablar de los negocios de los hijos de Uribe, pues si hubiera el menor indicio de un delito hace tiempo que estarían condenados como Arias.

Queda la impresión de que Vallejo lee de vez en cuando la prensa y saca conclusiones creyéndole, por mucho que despotrique de todo. Pero al final las verdades básicas que dijo sobre la impunidad y su rechazo a la infamia del espectáculo de homenaje a Molano representan un punto de dignidad raro en Colombia, donde TODOS los demás escritores habrían ido encantados al acto y habrían mostrado esperanzas en la paz sabiendo que simplemente se lucran y obtienen figuración ayudando a los criminales. Las pocas verdades que dijo lo describen como alguien que no se va a sumar a ese coro de malhechores serviles que se reconcilian con los que agraviaron a otros y esperan que alguien los vea como otra cosa que como hienas.

(Un colombiano en Colombia se relaciona con gente que rehúye las polémicas y puede suponer que la disposición a rechazar a las FARC es generalizada. Si viajara a Europa vería que prácticamente todos los inmigrantes colombianos son amigos de las FARC, dado que es lo que les genera ventajas entre los europeos.)

(Publicado en el blog País Bizarro el 8 de abril de 2015.)

jueves, mayo 07, 2015

Adiós al tinterillo de Genocide Inc.


No hay día en el que no se presente la ocasión de rabiar por la increíble impunidad de los terroristas en Colombia, y no me refiero al aspecto judicial que afectaría a los autores directos de los crímenes sino del prestigio y comodidad de los que les ordenan cometerlos. La muerte de Carlos Gaviria sirvió para mostrarlo: los columnistas, que en su gran mayoría tienen alguna relación con las bandas de asesinos, salieron presurosos a escribir panegíricos del personaje. Me tomé el trabajo de hacer una lista de las perlas que publicaron en Twitter.
Lo interesante es la tranquilidad con que hablan de moral esa sarta de rateros, asesinos y sicofantas, pero tiene mucho sentido porque en Colombia nadie los confronta y la gente se escandaliza cuando uno recuerda que Petro, por poner un ejemplo, era un secuestrador y asesino.

En cierta medida, todo lo que escribo es una sola cosa que siempre hay que repetir porque parece que en Colombia nadie la pudiera concebir: los crímenes terroristas no son el capricho de unos rústicos fanatizados sino el plan de grupos de las clases altas que son los que los cobran y usufructúan.

Recuerdo esto porque cuando uno señala a un personaje como el finadito Gaviria de asesino la mayoría de los que lo oyen se escandalizan. ¿Cuánta gente protesta cuando la propaganda del narcorrégimen presenta a ese desalmado como un modelo de rectitud y respetabilidad? Prácticamente nadie: el crimen no importa, lo que importa es la calidad de la indumentaria. Eso resume a Colombia y todos los días se demuestra.

Hay que empezar por decir que la principal causa de todos los crímenes cometidos por las bandas terroristas después de 1991, incluidos los que cometieron las bandas que no dependían del Partido Comunista, en alguna época agrupadas como AUC, es la impunidad garantizada en la Constitución. Si levantarse para abolir la democracia es legal y el hecho de pretender despojar de derechos políticos a la gente se define como "altruista" (todo homicidio es altruista porque favorece a la víctima, que deja de estar en un mundo en el que hay gente capaz de aceptar una monstruosidad semejante), pues los asesinos sólo tienen que persistir hasta obtener el premio por sus crímenes.

Los que esperan que por una vez no se hagan reproches a Uribe y su séquito pueden empezar a decepcionarse: esa infamia, ese crimen sistémico, está en la Constitución de 1991 y en ocho años de uribismo no hubo el menor atisbo de querer cambiarla. Ni siquiera ahora, salvo en la propuesta de Luis Carlos Restrepo, cuyo fin es regatear una constituyente para las FARC.

Pero no obstante hubo en alguna época magistrados que intentaron limitar esa infamia. Así, una sentencia de la Corte Constitucional en 1997 planteaba límites al "delito político" al declarar inexequible el artículo 127 del código penal, que establecía que “los rebeldes o sediciosos no quedarán sujetos a pena por los hechos punibles cometidos en combate, siempre que no constituyan actos de ferocidad, barbarie o terrorismo”. El demandante era el general Harold Bedoya Pizarro.

Se trata abiertamente de la licencia para matar, y como bien señala la corte en la sentencia enlazada, "pierde sentido una eventual amnistía o indulto que cobije a los delitos políticos y a los delitos conexos, como quiera que estos últimos, desde su comisión, estarán exentos de sanción".

Pues perdón por volver al principio, ¿qué es lo que pasa en Colombia? Que los comunistas controlan las universidades desde los años sesenta y los estudiantes se dedican a hacer la revolución, los afortunados que obtienen el título, ejerciendo su profesión, con mucha frecuencia el Derecho, y los demás haciendo el trabajo sucio. Y el ejercicio de la profesión comporta a menudo el ingreso en la carrera judicial o en cargos nombrados por el poder político. Los miembros del partido forman un lobby formidable que le resulta más útil a la revolución que las bandas armadas y sus formidables recursos. Hoy en día el poder judicial está casi totalmente controlado por el Partido Comunista.

Puede que en 1997 hubiera aún alguna resistencia, de ahí la citada sentencia. El magistrado Carlos Gaviria escribió un salvamento de voto (que se puede leer al final de la sentencia enlazada) que es abierta defensa del interés de los terroristas y de su licencia para matar. Al respecto escribí un comentario hace ya casi nueve años. La lectura de la sentencia y del salvamento de voto es ya pesada, y mi comentario se hace realmente muy largo para el lector de blogs. Para formarse una idea de la clase de argumentos del finadito les copio un párrafo:
Imaginemos el siguiente ejemplo: unos rebeldes, que por definición son personas que se alzan en armas contra el régimen constitucional, efectúan unos combates contra unas patrullas militares, en los cuáles mueren varios soldados y son destruidas algunas tanquetas. Supongamos igualmente que también muere en esos combates un asesor militar extranjero, y que tal conducta ha sido establecida como causal de extradición con el respectivo Estado. Supongamos finalmente que se captura a dos de los insurrectos, Pedro Pérez y Juan Rodríguez, y que se prueba que el primero fue quien dio muerte al asesor militar extranjero durante el combate y que el segundo destruyó una de las tanquetas. En tales circunstancias, y con base en la declaratoria de inexequibilidad del artículo 127 del estatuto penal, llegaríamos a la siguiente paradójica situación: Pedro Pérez podría ser extraditado al otro país por el homicidio del asesor extranjero, pues éste sería un delito no político, a pesar de ser una consecuencia directamente relacionada con la rebelión. Y Juan Rodríguez, después de cumplir su pena, no podría nunca ser congresista o diputado, por haber sido condenado por un hecho punible con pena privativa de la libertad distinto de los delitos culposos y de los delitos políticos.
¿Es tan difícil entender que garantizar la impunidad de los crímenes es más grave que cometerlos y que por tanto el papel de Gaviria en el genocidio es de primer orden? Da la impresión de que lo es sólo para colombianos, criaturas serviles y bajas que sólo odian a los asesinos por tener las uñas sucias y cara de indios o mulatos. En el mejor de los casos.

Que nadie venga a hablar mal de la guerrilla como si fuera algo distinto al coro de desalmados que entonan el canto fúnebre por ese asesino. Tal vez sí es algo distinto, es algo menos asqueroso.

(Publicado en el blog País Bizarro el 2 de abril de 2015.)

viernes, mayo 01, 2015

Vladdo contra la pena de muerte


Hace poco hablé con un colombiano cuyas ideas y actitudes me parecieron muy razonables, aunque al final llegamos a un punto de absoluta discrepancia, al que probablemente llegaría yo con la mayoría de los lectores de este blog: la idea de que lo que ocurre en Colombia es frecuente en otros países. Esa idea es la más monstruosa de todas, el fundamento del crimen. La suposición de que el músculo de mamífero se parece y no hay escándalo en que en algunas partes provenga de vacas o cerdos y en otras de seres humanos.

Nadie debe tener ninguna duda: en ningún país del mundo va a ocurrir que alguien quema a una persona viva y los demás lo toman con indiferencia mientras que los que encargan hacer eso se llaman defensores de derechos humanos. En ninguna parte puede ocurrir que el presidente del órgano legislativo diga que es preferible que los asesinos estén legislando y no matando, o que el fiscal se declare abiertamente partidario de los que queman gente viva. Todas esas monstruosidades se resumen en la idea de que Colombia no es diferente, de que el colombiano es una criatura moralmente asimilable al resto de la humanidad. Los que hacen esas cosas sólo comparten la opinión general y creen que sus proezas son casi lícitas.

Esta semana se me ocurrió leer la prensa colombiana y encontré un artículo de Vladdo sobre la pena de muerte. Inmediatamente me acordé del colombiano que cree que los problemas colombianos son similares a los del resto del planeta. Alguien como ese caricaturista es inconcebible en cualquier parte, pero ese artículo ya roza la broma macabra. Sólo que en Colombia hay un público para eso, la formidable clientela de las FARC, que hoy por hoy es la clase alta y que durante décadas ha suscrito la fascinante descripción de los activistas legales de las FARC (que aparecen como tales en los computadores de alias Raúl Reyes) como "defensores de derechos humanos". Cuando se trata de los "intelectuales" comunistas casi se los puede excusar, vista la rentabilidad fascinante de su tarea (un escrito de unas 50 páginas le reportó 46 millones a cada miembro de la Comisión Histórica, menos de los que obtuvieron Mockus con sus contratos con Ecopetrol o Natalia Springer por ayudar a la Fiscalía, mientras que cientos de ex decanos y ex rectores cobran más de 15 millones de pesos mensuales de pensión tras un par de décadas de divulgación de la propaganda de las bandas terroristas). No son ellos los que más asco y desprecio inspiran en Colombia, ¿Qué decir de millones de personas de ingresos modestos que se afilian a ese bando de la maldad porque SIENTEN que hacerlo les provee ascenso social? Si se cuentan los que sólo son indiferentes ante eso, ya saldrían la mayoría de los colombianos.

Comento el citado artículo.
¿Mataos los unos a los otros? 
En esta espiral de violencia de todos los tintes que vive Colombia, es común la proclividad a resolver las cosas a punta de bala
El tema de la pena de muerte es sólo un pretexto, el fondo es el viejo "argumento" universitario de que en lugar de la violencia hay que sentarse a dialogar.
Cuando a los 12 años leí La pasión de Sacco y Vanzetti, de Howard Fast –mi primer libro no infantil–, no entendí muy bien por qué una persona podía disponer de la vida de otra. Aquel libro relataba la historia de dos anarquistas italianos ejecutados en Massachusetts, en la década de los años 20, por un crimen que no cometieron. A esa edad me causó un gran impacto ver cómo un par de ciudadanos indefensos fueron procesados y condenados a la silla eléctrica en un sistema judicial politizado y discriminatorio. Ese texto, que ha inspirado numerosas películas y obras de teatro, fue mi encuentro racional ¡y brutal! con la pena de muerte, que desde entonces me parece inaceptable.
Alguien debería hacer un documental honesto sobre Sacco y Vanzetti, porque esas ejecuciones, sea cual fuera la culpabilidad de los dos anarquistas, sirvieron de excusa para una intensísima movilización de la Komintern en aras de llevar la lucha de clases a Estados Unidos. Aun admitiendo en gracia de discusión que su condena fue injusta, ¿alguien se puede imaginar cuántas personas inocentes morían ejecutadas entre tanto en el Imperio soviético, sin contar las que morían de hambre? Los partidarios de ese régimen criminal enviaron varios millones de cartas a Estados Unidos oponiéndose a la condena, en un acto de cinismo que anticipa lo que hace el gobierno de los criminales hoy en día en Colombia.

Pero en Colombia nadie sabe nada de eso, por lo que Vladdo explota un tema que permite a los partidarios del terrorismo acusar a Estados Unidos de algo que la copiosísima inversión en propaganda durante casi noventa años ha hecho que parezca una obviedad. ¿Alguien recuerda una sola vez en que Vladdo o alguien de su medio condene los niños bomba que envían las FARC, o crímenes como la incineración del soldado Perdomo Rodríguez? En el mejor de los casos, les parecen muestras de la degradación del conflicto que se debe negociar como la gente civilizada, no a punta de bala. (Perdón por repetir eso, pero es casi lo único que falta entender: la persona que tolera esos discursos sin sentir malestar físico no es menos monstruosa que la que comete los crímenes. Más bien es más monstruosa.)
Ahora, cuando en el estado de Utah, en el oeste de Estados Unidos, se ha reimplantado el pelotón de fusilamiento para los condenados a muerte, vuelve y me asalta esa vieja pregunta: ¿qué puede llevar a alguien a matar a sus semejantes? Desde entonces, esta ha sido una inquietud recurrente en mi vida y después de muchos documentales, clases, lecturas, conferencias, películas, seminarios, etcétera, sigo sin hallar respuesta.
"Matar a sus semejantes" se vuelve una figura enternecedora: ¿en qué consiste esa acción? Hitler no mató a nadie, y de hecho se las arregló para que el Holocausto no pareciera iniciativa suya ni algo que él había autorizado. En cambio, los que pusieron la horca a los jerarcas nazis en Núremberg sí mataron a sus semejantes. ¿Qué puede llevar a alguien a hacer eso? Claro, el señor Santos, que teóricamente aprobó la Operación Fénix, mandó matar a su semejante mientras que Vladdo, que forma parte del grupo Colombianos y Colombianas por la Paz, concebido para rentabilizar el secuestro de Íngrid Betancur, en el que tomaban parte todos los defensores de Derechos Humanos que aparecen como parte de la conjura terrorista en los computadores de alias Raúl Reyes, ¡no mató a nadie! Otra vez: sin limpiarse lo colombiano el mundo se ve como tras unas gafas cuyos lentes fueran de plástico de burbujas. Nadie que haya matado a sus semejantes avergonzaría tanto a la humanidad como los colombianos que suscriben esas mentiras, que a fin de cuentas tienen como única función cobrar el asesinato e incineración del soldado Perdomo. 
[...] 
Y me pongo a cavilar: ¿cómo se le puede ocurrir a uno hacer parte de un pelotón de fusilamiento? ¿Qué puede experimentar un individuo al disparar directamente al corazón de otro? ¿Cómo dormirán luego los verdugos? ¿Podrán dormir?
No se pone a cavilar cómo puede uno vivir cobrando los secuestros, legitimando a los que los cometen, lucrándose copiosamente gracias a ellos. No, de repente todos los pelotones de fusilamiento son lo mismo y el mundo se divide entre los que aplican la pena de muerte y los buenos que se horrorizan de esa posibilidad, por mucho que manden niños bomba, hechos que NUNCA merecen la menor atención del humanista.

Todos estos asesinos sólo les proveen una justificación a sus clientelas, que creen que la farsa que viven se puede justificar y que "catedrático", "decano", etc. son lo mismo en otros países (un catedrático colombiano está mucho más lejos de uno de un país civilizado que Diomedes Díaz de Benjamin Britten). 
Claro que esa frialdad en la sangre también es común en Colombia, donde el año pasado hubo unos 13.000 homicidios, la mayoría cometidos con arma de fuego. En esta espiral de violencia es innegable la proclividad a resolver las cosas a punta de bala: desde una disputa de tierras hasta el robo de un celular; desde la discrepancia ideológica hasta los enredos sentimentales; desde un altercado de vecinos hasta un problema laboral; desde la lucha ideológica hasta un lío familiar.
El atracador que tiene el filo de su navaja cerca del cuello de su víctima se siente todo un pacifista porque calcula que si el otro se queda quieto todo saldrá bien. De lo que trata este artículo es del proceso de paz (llamémoslo así): el intento de aplicar la ley y detener al que viola niñas y mata policías se describe como agresión y ganas de resolver los problemas a punta de bala. Lo que pasa es que algo tan atroz, un cinismo que muestra a este canalla como alguien mucho peor que cualquier asesino de función más modesta, no tiene mucho rechazo en Colombia, donde el que no es del bando terrorista es servil ante los de arriba.
Estamos tan familiarizados con el asunto que pocas muertes violentas nos conmueven, a menos que se trate de figuras conocidas. Como es obvio, los medios no alcanzan a registrar la gran mayoría de asesinatos cometidos y solo informan de aquellos particularmente espantosos, crueles o numerosos; como cuando la guerrilla pulveriza un pueblo, la mafia vuela un avión o los ‘paracos’ cometen una masacre.
¿Cuántos años han pasado desde la última masacre "paramilitar"? Los asesinos son dichosos culpando a las armas. Pero no: el crimen organizado es el que más mata en Colombia y el que impide que se aplique la ley. El crimen organizado es la organización a la que pertenece Vladdo, que no dispara ningún arma tal como Eichmann no empujaba a nadie a ninguna cámara de gas.
Sin embargo, sin desconocer la gravedad de ninguna muerte individual o en grupo, legítima o ilegal, me inquieta mucho la lógica que guía a aquellos homicidas que se enfrentan cara a cara con su víctima; y cada vez que se conoce la noticia de un magnicidio, un atentado, un atraco o cualquier tiroteo –incluidas las ejecuciones–, me pregunto qué le pasará por la cabeza al victimario al apretar el gatillo. ¿Sentirá rabia? ¿Alegría? ¿Emoción? ¿Susto? ¿Desprecio? ¿Compasión? ¿O simplemente no siente nada? Quizás haya explicaciones científicas, antropológicas o psiquiátricas –las tiene que haber–, pero ya sea por orden judicial, en legítima defensa o en medio de un crimen, sigo sin entender por qué en Utah, en París o en el Meta los hombres nos tenemos que seguir matando.
El cinismo y el engaño de este malhechor no tienen límites: la pena de muerte tiene muchos detractores, y vista la clase de motivos de los que la apoyan con entusiasmo es muy explicable que los haya. Pero no es lo mismo que un juez condene a muerte a un criminal que ha tenido un juicio justo a que unos ambiciosos como los que le pagan al payaso-vampiro ordenen cientos de miles de asesinatos de personas inocentes. Ese engaño es otro crimen, pero es necesario para mantener el optimismo de las clases acomodadas cuya fuente de renta son esos asesinatos.
Colofón. Hace 25 años, con el asesinato de Bernardo Jaramillo Ossa, la violencia nos quitó a un hombre valioso y este país dio otro paso hacia la oscuridad.
Claro que ese hombre valioso pertenecía a la dirección del Partido Comunista, que mataba a miles de colombianos cada año. Curioso, esos asesinatos eran obra del conflicto y el problema es que no se los premió antes. ¡Cuando mataban impune y abiertamente no se iba hacia la oscuridad! El que todo colombiano capaz de leer la prensa conozca a personas que razonan así y no los encuentre sencillamente criminales define al país: no el homicidio sino la disposición a lucrarse de él invocando buenas intenciones y sirviendo a los que lo cometen. Y la monstruosidad llega a tal punto que todos creen que es algo que pasa en todo el mundo.

(Publicado en el blog País Bizarro el 27 de marzo de 2015.)