miércoles, noviembre 02, 2016

No, señor Vargas Llosa


Mario Vargas Llosa publica desde hace varias décadas de forma regular artículos en El País sobre los más variados temas, y su prestigio como novelista refuerza la acogida que encuentran sus opiniones, expresadas en una prosa descuidada y a menudo basadas en generalizaciones más bien ligeras.

Con asombroso aplomo se lanza el hombre a pontificar sobre las negociaciones de “paz” en Colombia reproduciendo las más burdas patrañas de la propaganda terrorista, que le llegan a través de su amigo Abad Faciolince, personaje que ha llegado a ser para miles de colombianos el Goebbels de las FARC.

La relación de este escritor con la conjura terrorista se podría demostrar fácilmente pensando en su plena coincidencia con todos los demás propagandistas y con todas las falacias que propalan, la más característica de las cuales es llamar a los cobradores de masacres como Piedad Córdoba o Iván Cepeda "defensores de derechos humanos". El papel de Abad en la legitimación del genocidio llega a tal punto que es el narrador del documental La toma, creado para justificar la infame condena al coronel Plazas Vega: el premio a los violadores de niñas es “la paz”, la persecución contra quienes aplican la ley es “la justicia”.

Hoy 16 de octubre de 2016 aparece un nuevo escrito de Vargas Llosa en el que comenta el resultado del plebiscito. En él destaca la obscena oposición entre “la paz” y “la guerra”. Señor Vargas Llosa, la “guerra” que haya habido en Colombia es comparable a la que hay aún en Estados Unidos contra las organizaciones criminales creadas por ciudadanos de origen siciliano. Es rotundamente falso que los colombianos nos hayamos estado “entrematando” pues sólo lo han hecho los compañeros de Abad Faciolince y sus rivales en el negocio de la cocaína. Si toda labor criminal exitosa diera lugar a una “guerra” en la que un "bando" debiera ceder, no existiría en ninguna parte el derecho penal. Sólo primaría la ley del más fuerte, que es lo que mediante patrañas, falacias como las que usted reproduce y canalladas sin límites pretenden imponer los socios del castrismo en Colombia.

Señor Vargas Llosa, de no ser usted un indigente moral no se atrevería a escribir una mentira tan escandalosa como que “la popularidad de las FARC en algún momento del medio siglo transcurrido llegó a ser alta”. Realmente el Partido Comunista nunca ha llegado a obtener suficientes votos para superar el umbral que permitiría entrar en el parlamento a un partido en Europa, y eso que la propaganda intenta ocultar su relación con las FARC. NUNCA esta banda asesina ha figurado en ninguna encuesta con una popularidad superior al margen de error de la encuesta más indulgente.

Es obscenamente falso que "a los antiguos guerrilleros les costará muchos esfuerzos y una entrega real al quehacer político pacífico para recuperar un papel importante en la Colombia del futuro", lo que ocurre es precisamente lo contrario, que gracias a las decenas de miles de millones de dólares que tienen gracias a sus negocios criminales y al control que ejercen sus compañeros del Partido Comunista y los clanes oligárquicos sobre el poder judicial, son ahora mismo dueños del Estado, lo que es fácil comprobar viendo la situación en que están todos los líderes políticos que de algún modo podrían incomodarlos. Eso sin la menor duda empeorará cuando todas sus atrocidades resulten legalizadas por "la paz" que miles de miserables como usted promueven.

Es escandalosamente falso que los terroristas hayan renunciado a sus fines de abolir la democracia. Ya han manifestado claramente que desconocerán el resultado del plebiscito, tal como lo ha hecho su presidente (de usted y de ellos). Pero aunque fingieran aceptarlo, en centenares de ocasiones han proclamado su intención de seguir el camino de Cuba y Corea del Norte, lo que harán en cuanto puedan asegurar el control de la mayor parte del territorio y controlar totalmente a las Fuerzas Armadas. De hecho, ¿alguien ha pensado que de algún modo piensan retirarse del negocio de la cocaína? La expansión de esta industria es la base de "la paz" y del gobierno de Santos, que con increíble desfachatez se dedica a protegerla, por ejemplo cesando en la aspersión aérea de glifosato. No es sorprendente que Colombia haya vuelto a ser el primer productor mundial de esta sustancia, ni que la producción haya aumentado de 250 toneladas métricas en 2014 a 420 en 2015.

Señor Vargas Llosa, como oráculo intelectual usted es un patán repugnante. Cuando en su artículo se alude a "la paz" se mantiene la misma polisemia de la propaganda de los terroristas y su gobierno, porque los significados que provee el diccionario para esa palabra se confunden en una metonimia canallesca con "la negociación de paz", con lo que los colombianos que no quieren que los que han violado a sus hijas y hecho reventar a sus hijos como bombas humanas sean sus amos resultan los partidarios de la guerra y los que han llevado a cabo esas proezas resultan agentes de paz. Los políticos colombianos, gente mediocre y mezquina, se suman a esas falacias de la propaganda y apoyan "la paz" con ese sentido de "negociación de paz" porque esperan algún beneficio particular como parte en esa negociación, pero al obrar así son como quien ayuda a despojar a la víctima de un atraco convenciéndola de que no se resista. Sencillamente, la inmensa mayoría de los colombianos desean la paz como el cese de la violencia, no como el premio a los que la practican, que desde el poder, como dueños del poder judicial y de amplias regiones sin control de ley alguna, multiplicarán sus atrocidades. Los políticos aman la negociación de paz, el pueblo quiere vivir en paz, lo que no se consigue en Colombia nunca precisamente porque los criminales siempre encuentran aliados en políticos que ven el botín del atraco y corren a ver qué obtienen gracias a él.

Para esa mayoría de europeos ansiosos de sentirse nobles y generosos, sus escritos en apoyo de los asesinos pueden caer como suaves halagos, pero eso no cambia que sean absolutas canalladas, claros ultrajes a las víctimas, que no han estado matando a nadie sino que han recibido la visita de los subalternos de gentes como García Márquez o su heredero Abad Faciolince, gentes cuyo poder e influencia dependen de las exacciones y crueldades que sufren los colombianos humildes. Como hombre público, ya en una etapa final, usted deja una herencia repugnante, al hacerse cómplice de la abolición de la democracia y el premio del genocidio.

(Publicado en el blog País Bizarro el 16 de octubre de 2016.)