martes, marzo 29, 2011

Colombia: generosidad y elegancia por milloncitos


Acerca de Bolívar decía Salvador de Madariaga que en él estaban presentes al mismo tiempo la arrogancia del conquistador y el rencor del conquistado. Eso mismo se descubre en la disposición de casi todos los hispanoamericanos. Y es una desgracia espantosa porque cada vez que la arrogancia va a lograr algo aparece el resentimiento para impedirlo, y al revés. De la arrogancia podrían haber surgido grandes naciones en el territorio de México o Argentina, tierras mucho más acogedoras que Canadá y Australia, con mucha más población hace un siglo, y sin embargo miserables. Y podría haber surgido un gran imperio continental, como tal vez soñara el mismo Bolívar.

Del resentimiento podrían haber surgido sociedades justas, como esas comunidades de cuáqueros que prohibían el arte y la poesía a sus adeptos y conversaban en jergas inventadas para que nadie fuera a resultar más refinado o inteligente que los demás. Pero cada vez que en Hispanoamérica alguien se pone de parte de los débiles, como sería normal exigir a un cristiano, termina recordando, si lo puede, su origen patricio y dando por sentada su preferencia en el mando, que es lo que ocurre con los jesuitas y otros sacerdotes católicos, siempre dispuestos a mandar a los pobres a matarse para adquirir poder ellos.

Esa misma ambivalencia se detecta respecto del clasismo. Centrándonos en Colombia, el colombiano sufre más que por cualquier otra cosa por la arrogancia de los privilegiados oligarcas, pero casi siempre reproduce esa conducta odiosa en cuanto tiene relación con alguien más negro o más indio, más rústico, rural, pobre o débil. Y el efecto también es tremendo porque el grupo ínfimo de los privilegiados no tiene mucha necesidad de pulir sus rasgos, ya que de abajo no le surge ninguna competencia: nadie es tan clasista para empezar a comportarse como si fuera un verdadero príncipe, y entonces los oligarcas privilegiados que miran a los demás con tan insufrible desdén resultan unos patanes tan lamentables como cualquiera.

Y si hubiera un igualitarismo más profundo, que no fuera corregido por las pretensiones de estrato de todo colombiano, tal vez el conjunto de la sociedad habría progresado más, sobre todo en el aspecto del progreso que es más apremiante, que es la prosperidad. De hecho, todos los grupos sociales serían más refinados si la gente en lugar de vivir para corresponder al rango que se atribuye en la jerarquía y tratar de sacar ventaja de eso se pusiera a trabajar ligando el propio bienestar al servicio a los demás.

En esa tensión entre arrogancia y resentimiento es peligroso tomar partido a la ligera, sobre todo porque cada respuesta que se dé puede ser engañosa. Cuando una muchacha de estrato 3 se jacta de no saber cocinar o planchar está pretendiendo que su condición social es superior a eso, pero en la realidad cada vez que una persona aprende a cocinar o a cuidar la ropa está mejorando su condición social, y las mujeres de los grupos más privilegiados suelen saber cocinar y planchar. En todo caso, convendría que el arribista controlara sus gestos serviles ante los poderosos, tanto el portero como el subgerente: esos gestos son un rasgo de Colombia tan repugnante para un extranjero como los indigentes que proliferan en cualquier ciudad.

Un caso muy interesante sobre el peligro de tomar partido es el del famoso frac de Uribe. ¿Es mejor saber llevar el frac o no? Le damos o quitamos importancia a eso según nuestra adhesión al ex presidente, con lo que el desprecio por no vestirse bien aumenta el odio por la alianza con los empresarios y el quitarle importancia corresponde al ánimo de quienes piensan sobre todo en el crecimiento económico. Yo diría que el presidente tiene que saber usar el frac, ojalá lo supiéramos todos, como con tantas cosas secundarias pero convenientes. Los que saben llevar el frac, sean quienes sean, tienen razón en sentirse orgullosos de su cultura o educación a ese respecto.

Pero ya que algunos presumen de tales características, ¿no sería el momento de evaluar hasta qué punto son tan finos como pretenden? El caso del comentarista de la prensa que más criticó lo del frac es perfecto. Podríamos empezar por la suficiencia con que se burla de la ortografía de Tomás Uribe. Felipe Zuleta y sus lectores se creerán grandes autoridades al respecto. A tal punto que nadie le ha señalado al columnista las singularidades de su escritura. No las pueden ver.


La relación de la ortografía y del lenguaje en general con el vestido es sumamente llamativa. Yo no soy quién para juzgar la indumentaria de nadie, pero no sería raro que este genio se vistiera tal como escribe. En un medio de indigencia generalizada nadie se daría cuenta. Y tengo que volver al comienzo de este escrito porque ésa es la gran tragedia nacional, que el patricio es tan "mañuco" que no se distingue del delincuente. No es raro que Pablo Escobar atrajera a la diva que sin duda desearían los más supuestamente refinados señoritos de las páginas sociales.

Nadie debe creer que me ensaño con el columnista por lo que escribe en Twitter, donde de todos modos lo hace desde un computador. Para probarlo mostraré las dos últimas entradas de su blog:

Desde el título, la conciencia del lenguaje, y es perfecta la analogía con el vestido, es grotesca. Es un lenguaje "descachalandrado" y sus recursos serían despreciables aun en un presidio. La calumnia idiota de llamar "don Berna Moreno" a Bernardo Moreno refleja la categoría intelectual del grupo social de que Zuleta es portavoz. La pretensión de que se dicte orden de captura preventiva contra altos funcionarios del gobierno anterior refleja la conciencia del derecho de los grupos poderosos, así como la certeza de que si los miembros de la Comisión de "absoluciones" no condenan a Uribe serán castigados por prevaricar. (¿Para qué habría pues una Comisión de Acusaciones? Ya lo sé, para que obre según altos conceptos de moral y derecho como los que permitieron la absolución de Samper.)

De paso, con esas convicciones de este inverosímil personaje se ve quién controla la Corte Suprema de Justicia y qué intereses tiene detrás, pues no es ningún secreto para nadie que Zuleta Lleras forma parte de la camarilla de Ernesto Samper. Pero ¿y qué? Mucho más interesante es que el motivo de sus iras sea la destitución de Piedad Córdoba, portavoz abierta de las FARC, dato interesante para los que dudan de que la banda asesina obra al servicio de los clanes patricios que dice combatir.

Es tremendo el aporte de Felipe Zuleta Lleras como paradigma de la Colombia que condena a Uribe, de su aristocratismo, intelectualismo y decencia. A veces uno siente que en realidad es un agente del uribismo dedicado a desnudar a los críticos de la corriente ideológica mayoritaria. Pero también podría ser que efectivamente Colombia sea un país tan invertido que hubiera que buscar rasgos de nobleza y grandeza sólo entre la gente que duerme en la calle.

Porque si se trata de nobleza y grandeza, ¿qué mejor ejemplo que la columna que publicó el 25 de diciembre este líder intelectual de las clases altas, sucesor del también inefable dandi taurino, que en todo caso ostenta mejor ortografía y recursos más vistosos para sus manipulaciones.

El conmovedor escrito se llama "Generosidad nacional", idea que ya orienta sobre su verdadero objetivo: parece que lo importante fueran los milloncitos que aporta el columnista y no la desgracia que abruma a millones de colombianos. Pero hay más, mucho más: como un mapa de la vida colombiana actual:
Vemos al gobierno del presidente Santos asumiendo el tema con juicio, disciplina, rigor. El equipo de gobierno se siente organizado, bien comandado y dirigido, tratando, por ahora, de llegar con las primeras ayudas a los millones de compatriotas que lo necesitan.
¿No habrá nadie que recuerde las lindezas que decía Zuleta sobre el lamentable Master Komponendas? "Santos positivos" lo llamaba, entre muchas otras afrentas. En cuanto el gobierno se dedica a favorecer por intereses mezquinos a lo más podrido de la politiquería tradicional, a Vargas Lleras, Pastrana, César Gaviria y Samper, estos valedores de Piedad Córdoba se ponen de su parte. El tono servil y laudatorio explica perfectamente los motivos de las descalificaciones anteriores y de los ultrajes a Uribe y su familia: las hondas motivaciones de este pensador hacen temer que ante cualquier crítica severa va a responder con una bofetada reforzada con una hoja de afeitar entre los dedos, como hacían los de su condición hace unas décadas. Ahora que contribuye a la persecución del uribismo y al refuerzo del poder de la camarilla de Samper, que en últimas es el de las organizaciones dedicadas al tráfico de drogas, Santos resulta el paradigma del buen gobernante.
En igual sentido vemos a la primera dama, trabajando sin descanso, organizando, dándoles apoyo a quienes lo necesitan, llena de compasión y generosidad.
Tremendo, ese mundo de las primeras damas "trabajando" en figurar para que el pueblo sienta la protección de tan generosos seres es el que reivindican los defensores del chavismo y Piedad Córdoba. Pero lo más gracioso viene después:
Cada uno de nosotros, de acuerdo con las posibilidades, hemos puesto nuestro granito de arena. Yo, y no debería decirlo porque es de pésimo gusto, lo he hecho como lo hago desde hace mucho tiempo con la fundación Eudes, que maneja extraordinariamente el padre Bernardo Vergara y quien trabaja con los niños VIH positivos o que tienen sida. Es poco, lo sé, pero como le dije al padre, esos pocos milloncitos deben llevarles alguna felicidad a esos niños, a quienes conozco y quiero entrañablemente.
Es un rasgo incomunicable, y a menudo pienso que yo noto esas cosas por vivir lejos de Colombia: el colombiano cree que la decencia consiste en decir "Soy decente". No hay modo de que entienda que ésa es casi toda la indecencia. Este patán cree que por mencionar que es de mal gusto ya está autorizado a contar que aporta unos pocos milloncitos, todo con tal de figurar al lado del Gran Timonel y su familia. ¿No es Colombia un triste muladar? Estoy seguro de que en las fiestas a que acude Zuleta Lleras se tira pedos sonoros, convencido de que es muy gracioso, tal como el genial Samper Ospina desechó la religión porque encontró una espiritualidad superior en la poesía.
Muchos de los empresarios de este país han dado un ejemplo de generosidad. Las familias Santo Domingo, Ardila y Sarmiento lo han hecho. Bien por ellos, es así como realmente se construye patria; mejor diría se reconstruye, porque al país hay que rehacerlo en más de un 50%.

Ver nuevamente obras como Teletón, la campaña de los dineros para los soldados extraordinariamente organizada por el grupo Éxito, promovida por W Radio, la impecable organización de Colombia Humanitaria, nos hacen recuperar la confianza en Colombia, en sus empresarios y en su gobierno. El hecho de saber que es la propia primera dama quien está detrás del manejo de los recursos, nos da una gran tranquilidad.

No podemos dejar de felicitar a la Policía Nacional que, milagrosamente, ha redoblado esfuerzos haciendo presencia en cada uno de los sitios del país que requieren de su presencia. Los vemos alzando damnificados, levantando colchones, manejando máquinas, cargando enseres, dando primeros auxilios. En estos días pensaba que tiene que ser muy verraco para un ciudadano enfrentarse al tiempo con el hampa mientras ayuda simultáneamente a una ancianita que apenas puede tenerse en pie. Eso hacen los policías al mando del general Naranjo y el país debe reconocerlo magnánimamente. ¡Gracias, amigos!
Es fascinante comprobar hasta qué punto la "educación" en Colombia es algo aún más grave que un doblepensar: no hay un solo radical antiuribista legitimador de Piedad Córdoba que no esté con Zuleta, y por tanto con la familia de Ardila Lülle y la primera dama, y con el general Naranjo, que tanta decencia demostró calumniando a asesores y funcionarios del gobierno ante autoridades extranjeras: todos están en la misma tarea, y es que en realidad las FARC son un servicio doméstico armado de la minoría que tan elocuentemente expresa este inspirado pensador. De hecho, cualquiera que conozca a las clases altas colombianas habrá encontrado a menudo personas para las que la adhesión a las FARC, y a Piedad Córdoba, Chávez y William Ospina, es un adorno que refuerza su rango.
Qué diferencia todas esas muestras de generosidad, amor, solidaridad, con las conductas asumidas desde la internet por un grupo de malhechores que, al peor estilo gaminesco, se han dedicado esta semana a calumniar a periodistas, a tratar en vano de enlodarlos en su prestigio, denigrando aun de sus propios abogados. ¡Mafiosos son mafiosos!
Ése era el sentido de toda la generosidad nacional y del modesto esfuerzo de los milloncitos: aprovechar la desgracia del diluvio y el sufrimiento de millones de colombianos para las habituales calumnias e insultos contra Uribe, secundadas inmediatamente por los burócratas frustrados que posan de grandes académicos porque leen algún blog de economistas estadounidenses y que sólo son apéndices del contubernio que tiene en Zuleta a su portavoz.

No es cosa de sorprenderse: tratándose de Ernesto Samper, Daniel Coronell y su camarilla, esas lindezas son las respuestas corrientes. ¿Por qué no explica más bien Zuleta qué es lo que dicen que hacía en Perú? Lo único que puede hacer es batirle la cola al poderoso, amenazar al crítico y ostentar las estridencias de la gente de su condición.

Mafiosos son mafiosos, "locas" son "locas", pero las "locas" mafiosas sólo tienen audiencia en un país que todo lo envilece, aun los negocios de los caballeros de industria y los delirios neurasténicos de estos filántropos que salvan la decencia.

(Publicado en el blog Atrabilioso el 3 de enero de 2011.)

lunes, marzo 21, 2011

Los defensores de Daniel Coronell

Mientras el mejor amigo del Maestro Componendas que lleva a Colombia por el camino de Venezuela convierte a su país en la triste tiranía que ha sido la mayor parte de su historia, con la absoluta indiferencia de gobiernos como el de Obama, por no hablar de los demás mejores amigos, en Colombia andan ocupados con los cinco minutos de odio al ex presidente Uribe: es el tema casi único de las discusiones políticas y del comercio en las redes sociales.

Bueno, el último motivo del acoso es el hecho de que el ex presidente abrió una cuenta de Twitter y en lugar de callar y otorgar y permitir que las calumnias del sicariato verbal prosperen, responde a las acusaciones. El nivel de degradación biológica de la vida colombiana, ese punto en el que ninguna bajeza sorprende, en el que ninguna mentira es excesiva porque ya nadie se escandaliza, se hace patente con este asunto: los más hediondos calumniadores resultan garantes de la decencia y lamentan que el ex presidente deshonre la presidencia no dejándose destruir por mafiosos y socios del terrorismo. ¿Qué proporción de la prensa se dedica actualmente a defender la majestad de la "ex presidencia"?

El reciente episodio de un accidente ecuestre ha sido como el compendio de la fiesta de odio de los discípulos de Abad Faciolince, repugnante calumniador que acusa al ex presidente de planear matar a María del Pilar Hurtado si declara la "verdad", teoría tan elegante que resumiría el espíritu del sicariato moral de la mafia mediática si no tuviera eco en la siniestra etiqueta #ApoyoAlCaballo en Twitter. De hecho, entre la barahúnda de sugerencias de asesinato aparecían frases que evocaban a ese delicado prócer que casi emula a Borges:
¿Por qué se va al exilio la señora Hurtado? Para no tener que decir de dónde venía la orden de oír a los jueces, a los políticos y a los periodistas, ya que confesar esa verdad era lo mismo que poner una lápida en su pecho. Mejor callada en Panamá que acorralada aquí entre la pared de la verdad y la espada del miedo.
Ese tono de veladas y no tan veladas insinuaciones de asesinato, de calumnias disparatadas y desvergonzadas, recuerda al que precedió al asesinato de Álvaro Gómez Hurtado. Después de que Abad lo sugiere como mordiéndose la lengua ("Porque eso sería lo mejor para todos: que se callara") ya no sorprende que lo manifiesten abiertamente los usuarios de Twitter: "tocará buscar animales más agresivos y contundentes". Eso sí: los "amorosos" anuncian cada semana que dejarán solo a Uribe, pero en realidad es que ya no tienen nada distinto al asesinato para sugerir a sus huestes, y no vacilan en hacerlo, aunque sea en cuentas secretas de Twitter.

De momento los planes de asesinato, pese a las innumerables insinuaciones, no parecen haber avanzado mucho, pero en cambio los intentos de censura han conseguido que el ex presidente consiga cada día mil seguidores nuevos en su cuenta, lo que multiplica la desesperación del sicariato moral. En ese contexto apareció la semana pasada una columna de Daniel Coronell en la que acusaba a un hijo del ex presidente de reunirse en Panamá con personajes interesados en licitaciones. ¿Qué es lo que denuncia? No se sabe, porque los lectores de todos modos tienen un juicio odioso y exaltado y no van a fijarse en que no hay por ninguna parte ningún delito. Las acusaciones son como los juicios estéticos que profiere el amante de una ninfómana: pretextos para la comunión de esa parte de Colombia que veía con ilusión la paz que se acercaba en tiempos de Pastrana y que requería que las partes llegaran fuertes a la mesa de negociación. (De hecho, gracias a Juan Manuel Santos están reagrupados y esperanzados: ya se verá cómo la Unidad Nacional requiere la reconciliación y puede que algún control de la extrema derecha.)

Las respuestas del ex presidente y de sus hijos en Twitter dieron lugar a la campaña de esta semana, continuación de las que se lanzan todas las semanas desde hace diez años, obviamente promovida por los seguidores de Piedad Córdoba, o sea, de la Ola Verde, que son siempre los mismos, la tropa universitaria de paniaguados y exaltados que a punta de intimidación pretenden imponer el chavismo en Colombia, alentados por esos medios cuyos intereses habría que evaluar con atención.

Escribo este artículo porque debo responder a uno de un bloguero incluso enlazado en Atrabilioso, que respondió a mis reproches por su apoyo al periodista en el contexto de esa escaramuza en Twitter. El interesado en conocer en detalle los argumentos de Gaviota Jurídica puede leer, si quiere, antes el artículo al que éste es respuesta. Dado que siempre estas discusiones se extienden más allá de lo que aconsejarían la paciencia y la disponibilidad de tiempo de los lectores, citaré sólo lo más sabroso de dicho escrito (en cursiva).
... aclaro antes de entrar en materia, le aclaro a @ruizpaisbizarro que no entraré en el juego de responder a preguntas sobre por qué el denunció o no denunció determinado ‘asunto’. Para ello, habría que preguntarle a él y no a mí. Lo que sí puedo decirle desde ya, es que ninguna de esas preguntas constituye argumento de absolutamente nada. A lo sumo, sería un indicio, y eso se maneja es a nivel probatorio y no a nivel de argumentos.
Esto es muy interesante confrontado con lo que sigue:
Apoyo a Coronell porque me parece un periodista serio. Por periodista serio me refiero a aquel que es capaz de revelar hechos que no son de conocimiento público y que implican una labor de investigación. Por periodista serio también me refiero a aquél que revela hechos (sean ciertos o falsos) y no que emite juicios de valor tales como: “criminal”, “mafioso”, “bueno”, “malo”, “glorioso”, “intachable”, o similares.
Siempre hay algo incomunicable cuando uno discute con colombianos. Que Coronell sea un periodista ya es algo bastante problemático, salvo en el contexto colombiano. ¿Qué es periodista? Los escritos de Coronell no tienen nunca por objeto informar de nada, sino sólo persuadir de aquello que interesa a sus negocios o a lo que promueve el medio en que publica. Si cada propagandista es un periodista estamos ante un lenguaje falseado al extremo, y es que la vida colombiana parece una representación de la vida humana ejecutada por una compañía de micos.

Entre las tareas de este periodista serio destaca la de aportar datos que permitan a los enemigos del gobierno de Uribe perseguir al ex presidente y a sus funcionarios por las supuestas interceptaciones a defensores de los derechos humanos como Piedad Córdoba y Gustavo Petro, a periodistas como Hollman Morris o Jorge Enrique Botero, a altos funcionarios judiciales como los que festejaban con Ascensio Reyes y recibían regalos de Giorgio Sale... Fascinante esa seriedad: por una parte, lo cierto es que tales interceptaciones estarían legitimadas en cualquier país, pues se trata de relaciones claras con enemigos del país, con organizaciones terroristas o con bandas de traficantes de drogas. Pero ¿qué? La seriedad llega a extremos tan fascinantes que el mismo Coronell publica en su noticiero interceptaciones ilegales sin que a nadie se le ocurra investigar. Genial, ahí está pintada Colombia: averiguar en qué anda Piedad Córdoba es un delito gravísimo, mientras que es honroso publicar las conversaciones de un abogado con su defendido, por no mencionar el hecho de que esas conversaciones interceptadas y publicadas ilegalmente dieron lugar a varios asesinatos, extrañamente de personas poco afines a los defendidos por Coronell, su noticiero y la revista en que publica.




Todo eso es particularmente interesante porque la extraña variación de los filántropos que dominan las altas cortes en Colombia basta para entender el valor de los razonamientos de Gaviota Jurídica que remiten al derecho: el derecho en Colombia es eso, la arbitrariedad de una secta de malhechores que hacen lo que quieren. El derecho en Colombia es cualquier envoltorio abstruso cuyo único sentido es la resolución final. Leer los considerandos podría ser un ejercicio de humor para lectores en extremo pacientes.

Uno puede seguir con el periodista serio y sus consuetudinarias acusaciones contra el ex presidente Uribe y su familia. Por ejemplo, del artículo que dio lugar a la respuesta de Uribe:
Cuando se hicieron públicos los gigantescos beneficios económicos que recibieron por la decisión de funcionarios del gobierno de su padre de declarar zona franca unos terrenos en los que ellos tenían intereses, se conoció la existencia de dos sociedades panameñas envueltas en el negocio. Los hermanos Uribe afirmaron que una de ellas, Achlys Investements Corporation, les pertenecía.
Se trata de una calumnia sutil, y la prueba, pese a la despreciable justificación de Gaviota Jurídica, es que Coronell no fue a presentar una denuncia por eso a pesar de tener a los árbitros de su parte. A pesar de la estremecedora desfachatez de los malhechores que ejercen la "justicia" en Colombia. La decisión de funcionarios del gobierno de Uribe era la que tenían que tomar en derecho, con lo que no sólo no hay delito probable sino tampoco ninguna conducta dudosa. Conforme, conforme: ¿cómo explicar que los micos no pueden entender la menor noción de verdad ni de buena fe? ¿Acaso Coronell mencionó la palabra delito? ¿Qué importa que todos los lectores crean que hubo un trato doloso en la conducta de los hijos del presidente? Yo les diré qué importa:
ninguna de esas preguntas constituye argumento de absolutamente nada. A lo sumo, sería un indicio, y eso se maneja es a nivel probatorio y no a nivel de argumentos.
Es la vida colombiana: como una competencia entre criminales a ver cuál es más astuto. Los profesionales del derecho se lavan las manos cada vez que tienen que evaluar una belleza como ésa: eso sí, es explicable que Gaviota Jurídica admire a Coronell por no limitarse a los adjetivos y juicios de valor: él sí lo hace, del mismo modo que a semejante desalmado lo considera un periodista serio, atribuía al ex presidente Uribe o a José Obdulio Gaviria (bah, a la "extrema derecha", da lo mismo mencionarlos o no) la bomba de Caracol.

Tan serio es Coronell como periodista que todavía no ha contestado a los señalamientos de Uribe de exigir una pauta de gasto público. ¿Cómo va a responder? Él acude a la justicia, a esa entidad superior que por ejemplo esta semana denunció a Francisco Santos y al mencionado José Obdulio Gaviria por calumniar a unos sindicalistas, pese a que nadie niega los hechos. Si tuviera que acudir a los argumentos, como hacen los periodistas en el mundo plenamente humanizado, tendría menos recursos para defenderse de las acusaciones de "periodista mafioso":



Este otro enlace de El Colombiano complementa el de arriba de la foto y es absolutamente necesario para evaluar la seriedad del periodista. Bueno, ya puestos a publicar enlaces, ¿por qué no seguir con un texto de este blog, el aleccionador escrito "Rodeados de bandidos", de Jaime Restrepo, sobre las pretensiones de Coronell y su abogado Bejarano de obtener del erario 11.000 millones? Perdón, perdón, once mil millones son algo muy serio, lo que no veo es el periodismo. Pero tal vez mejor seguir atendiendo a la vindicación de Gaviota Jurídica.
Apoyo a Coronell porque además de considerarlo un periodista serio, está siendo constantemente atacado por el expresidente Uribe, con ofensas y calificativos que podrían ser considerados como calumnias. En otras palabras, no defiendo a Coronell porque sepa o no que lo que dice es cierto. Lo defiendo es porque es objeto de ataques ridículos en la red por parte de Uribe y sus seguidores (como es el caso de los twitters que motivan esta entrada).
Siempre se acierta acerca de Colombia asegurando que los pájaros disparan a las escopetas. ¿De modo que el ex presidente se dedica a descalificar y calumniar al periodista. ¿No habrá notado nadie que no ése sino cuatro de cinco columnistas de la edición impresa de Semana y cuatro de cada cinco columnistas de El Espectador se dedican a publicar calumnias sobre el ex presidente? ¿Qué interés tendrá Uribe en lo que escribe Coronell? Ya he mostrado la calidad humana del periodista con la tremenda pseudodenuncia sobre las zonas francas. De repente un tipo, del que no me considero en absoluto seguidor, pero un tipo en extremo sacrificado y que dedicado a sus negocios sería un potentado, resulta descrito como un vulgar ladrón que pone a sus funcionarios a firmar decretos para enriquecer a sus hijos, y si llega a protestar por eso resulta un perseguidor de un débil. Semejante visión moral es como un autorretrato que nos regala Gaviota Jurídica, y no sólo de su persona sino del medio del derecho en Colombia.
Considero que el hecho de que Álvaro Uribe haya sido presidente no le da derecho a pasar por encima de las mínimas reglas de decencia y convivencia. Hasta donde yo sé, sigue siendo ciudadano colombiano, sometido a las leyes colombianas, y esas no facultan a expresidentes a injuriar personas y menos aún en espacios públicos.
Genial, ahora resulta que si el señor Uribe responde con acusaciones precisas sobre un personaje dudoso, acusaciones como que Noemí Sanín le transmitió la necesidad de pagar publicidad al noticiero del periodista o que a éste se lo relaciona con actividades de traficantes de cocaína, es porque cree que tiene derecho a "pasar por encima de las mínimas reglas de decencia y convivencia". Bah: no puedo más. Llegando a este punto no puedo admitir la posibilidad de la menor buena fe por parte del comentarista. Creo que Coronell debería explicar si es verdad lo de Noemí Sanín, cuáles fueron sus tratos con Perafán y Villegas, qué pasaba con la demanda por once mil millones, etc. Escudarse en el activismo de los partidarios de Piedad Córdoba y en el idéntico sesgo y venalidad de los funcionarios judiciales es indigno ya no de un periodista sino de cualquier ciudadano que se ve acusado de hechos graves. Es una confesión en toda regla, a tal punto que su posterior escrito es la habitual denuncia de persecución, que en Colombia ocupa cientos de veces más espacio en la prensa que las personas bomba o las masacres de soldados.

Insisto, no puedo seguir sin un tremendo malestar los razonamientos de Gaviota Jurídica porque me quedo pensando si leerá alguna vez la prensa. ¿De modo que el ex presidente, que ni siquiera ha mencionado la lindeza de Abad Faciolince que cité arriba, se dedica a perseguir a ciudadanos inermes por capricho? Creo que quien cae en eso ya se insulta suficientemente, por no hablar del sesgo inverosímil de las interceptaciones de la policía y las de los partidarios de Piedad Córdoba y demás.
En otras palabras, mi apoyo a Coronell deriva del hecho de ser perseguido por Uribe. Si tiene o no razón, no me consta porque no estuve en Panamá, ni conozco a Tomás ni a Jerónimo Uribe. Sin embargo, desde ya considero que creo que sí tiene razón, a pesar de no poder estar seguro de ello. Esto último es una simple opinión.
Es decir, responder a la calumnia es perseguir. Bah, ¿no es Colombia fascinante? En los foros de El Espectador hay decenas de exaltados convencidos de que Piedad Córdoba y aun Chávez son bondadosos agentes de la compasión mientras que Uribe es quién sabe qué criminal. ¿Habrá quien no sepa que son militantes del mismo Polo Democrático que cobra las proezas de las bandas de asesinos chavistas? No, son pobres perseguidos por Uribe. El sufrido ciudadano Coronell ha prosperado a partir de los privilegios que da el poder de los promotores del terrorismo, como los mismos dueños de Semana (poder que explica la distracción de los jueces ante las interceptaciones y demás prodigios de la revista). Y ha prosperado fabulosamente gracias a que sus investigaciones le otorgan muchísimo poder, es decir, muchísimas posibilidades de acceder a los millones del erario. Y a que carece del menor escrúpulo para mentir.

Por ejemplo, durante la campaña electoral publicó esta perla:
Unos días después del inusual discurso de inscripción, los verdes volvieron a sorprender. El Consejo Nacional Electoral entregó los resultados finales de la consulta interna. Tenían derecho a recibir cerca de 7.500 millones de pesos como gastos de reposición de campaña. Una suma que habría podido volverlos competitivos frente a otros aspirantes que cuentan con una mayor financiación que se ha notado en la publicidad y en la capacidad de movilización.

Necesitaban esa plata, pero optaron por un gesto que reforzó los principios de la campaña. Invocando el respeto por los recursos públicos y la austeridad, declinaron recibir 4.500 millones de pesos que no habían gastado pero que seguramente les harán falta en estas semanas. Con esa plata, sugirió Peñalosa “el gobierno podría construir, por ejemplo, un colegio maravilloso en un sector popular”. (Ver video)

La decisión no salió en la primera página de ningún periódico y los contendores de Mockus no reconocen en ella mérito alguno.
La frase que he señalado en negrita es rotundamente falsa: la ley estipula que no se puede cobrar más de lo que se gaste, y Mockus ya intentó cobrar otra vez, como si las elecciones fueran un negocio. Lógicamente Coronell conocía eso, pero no su público, que en realidad anda ocupado en asegurarse privilegios gracias al poder de las redes sindicales o soñando con un paraíso como Cuba, y sobre todo rabiando contra los finqueros y ganaderos, sobre todo paisas, y no tiene tiempo de meterse en sutilezas.

El resto del texto de Gaviota Jurídica se ocupa de argumentos jurídicos más bien vagos, de disparates como que Uribe es poderoso respecto de Coronell (que trabaja al servicio de los primeros dueños del poder, los de El Espectador y Semana y formidables maquinarias políticas y empresariales) y reivindicaciones de ese estilo. El interesado puede encontrarlas en el texto reseñado. En todo caso creo que debo responder, como me pregunta Gaviota Jurídica, por este tweet:

@Gaviotajuridica Todavía mejor dicho, su #ApoyoACoronell es una grosera afrenta al derecho y legitimación de las mafias asesinas samperistas

Grosera afrenta al derecho porque se escuda en leguleyadas y tecnicismos para rehuir el caso de que Coronell calumnia al ex presidente con lo de las zonas francas, de que no contesta a los señalamientos de explotar el chantaje de su opinión para conseguir pauta publicitaria o de tener relación con mafiosos y de que persigue al anterior gobierno por las supuestas interceptaciones que él sí practica descaradamente. Dicen para burlarse del arte moderno que "el arte es lo que hacen los artistas", que a su vez son los graduados en Arte. Eso mismo pasa con el derecho, que es lo que hacen los juristas y por eso tienen carta blanca para legitimar atropellos tan infames como las calumnias de ese periodista serio. No es ninguna sorpresa que alrededor de su causa, como alrededor de la de Piedad Córdoba y antes la de Martha Catalina Daniels estén los pensadores y filántropos del samperismo, como Felipe Zuleta, Ramiro Bejarano, Rodrigo Pardo y muchos otros.

Son aliados tan característicos que la oleada incesante de calumnias contra Uribe en estos días es el ruido con que pretenden tapar la declaración abierta de dictadura en Venezuela y la complicidad del gobierno colombiano. El que el #ApoyoACoronell sea el complemento de la fiesta por la #malloria y el preludio del #ApoyoAlCaballo no es ninguna sorpresa: los pobres ciudadanos perseguidos no tenían Twitter en la época en que hubo necesidad de hacerle justicia (¿o derecho?) a Álvaro Gómez Hurtado. Siempre estarían los juristas invocando alguna norma que correspondiera a esa necesidad.

(Publicado en el blog Atrabilioso el 29 de diciembre de 2010.)

lunes, marzo 14, 2011

Adiós a la década esperanzada

Es muy curioso que nadie parece haberse dado cuenta de que en una semana se acaba la primera década del siglo XXI. La mayoría de los balances que publica la prensa aluden sólo a lo ocurrido en 2010 y no a la década. Tal vez porque pese a las innumerables discusiones sobre el fin del siglo XX siguió habiendo una mayoría que creía que se acababa al final de 1999.

Para la historia de Colombia en cambio esas fechas describen un periodo preciso. Casi que coincide exactamente: hace diez años la desesperación de la mayoría de la gente con los crímenes de las FARC empezó a determinar el apoyo generalizado al candidato proscrito y calumniado día tras día en la prensa: casi tanto como hoy. Esa corriente de rechazo generalizado al proceso de Pastrana llevó a comienzos de 2002 a la suspensión del proceso de paz y el despeje. Por entonces ya la mayoría uribista estaba consolidada.

Lo que tal vez no se ha entendido bien es que ese vasto movimiento popular ha cumplido su ciclo y hoy en día la realidad es completamente diferente: el gobierno de Santos no es de ninguna manera la continuidad del uribismo, y tampoco el retorno al pastranismo, como muchos han sugerido. La visión del actual presidente es un proyecto que día tras día deja ver su esencia de forma inequívoca.

Y ese hecho, esa traición al electorado que quería continuidad del uribismo y rechazó las formidables campañas de los medios, marca una etapa nueva. Un nuevo mapa político y una nueva situación que ha cogido por sorpresa a los uribistas y a muchos políticos convencidos de la imbatible hegemonía derechista, que con una serie de gestos hábiles del mandatario desleal se ha quedado en una vaga corriente de opinión que sin dificultad puede encarnar el presidente cada vez que le convenga.

Un cambio tan rotundo tiene que ser el motivo de que el planeta responda airado, y no otros pecados, como cree el general Valencia Tovar, y al parecer muchos otros comentaristas de la prensa colombiana. Al trauma de un golpe de timón lo acompañan las lluvias apocalípticas exactamente como la catástrofe de Armero acompañó a la decapitación del Estado colombiano por las mafias del tráfico de cocaína hace 25 años.

Es muy interesante la forma en que al parecer a cada generación de colombianos le toca una experiencia diferente, pues el panorama de la vida política cambia rotundamente cada 25 años: en 1910 se instauró la Asamblea Nacional Constituyente y un periodo de relativa estabilidad, hacia 1935 la Revolución en Marcha marcó el comienzo del enfrentamiento feroz entre liberales y conservadores, hacia 1960 se consolidó el Frente Nacional y la paz entre los partidos tradicionales, al tiempo que la revolución cubana anunciaba el comienzo de un nuevo paradigma y en 1985 la inestabilidad relacionada con las mafias y el terrorismo marcó el comienzo de la época más triste de la historia del país.

Antes de seguir con el significado del cambio de rumbo que impone Santos conviene detenerse en lo que ha ocurrido durante esta década, pues de la postración con que comenzaba 2001 se llegó a la euforia popular del segundo gobierno de Uribe, refrendado en las urnas, con la disolución de buena parte de las tropas de las mafias y la derrota estratégica de las bandas totalitarias.

La determinación con que se emprendió el combate contra los terroristas y la acción de gobierno permitió una inesperada recuperación en todos los órdenes a partir de 2003, recuperación que al final del segundo gobierno de Uribe se había convertido en euforia pese a la crisis mundial (que afectó menos a Colombia que a la mayoría de los países de la región).

El acierto de la gestión, y sobre todo la determinación de hacer frente a los innumerables problemas del país se le abonan al ex mandatario y justifican de sobra su popularidad. No obstante, su falta de visión de largo plazo condujo al ascenso de Juan Manuel Santos y a la relativa disolución de su facción política. Sin duda, la desafortunada pretensión de buscar una segunda reelección impidió la adecuada selección de un sucesor representativo de la mayoría, error del que todavía no ha dado muestras de ser consciente. También fue esa ocurrencia lo que distrajo la acción de gobierno y envalentonó a sus enemigos, que generaron un ambiente de agitación al final de su segundo mandato.

Si digo que la conducta del nuevo mandatario es un cambio rotundo es porque claramente de ser elegido contra la prensa y la oposición se volvió su representante: la orgía de odio contra Uribe ya no lo incluye a él, al tiempo que todos los comentaristas que legitiman el terrorismo y descalifican la labor de Uribe lo defienden. Vale la pena pues detenerse en el sentido de su actuación.

La idea de Unidad Nacional que logró imponerle al nombre del partido creado para agrupar a los que acompañaban a Uribe parecía vacía hasta que Santos fue elegido. Cuando empezó a parecer un proyecto serio de integración de la oposición y "superación de los odios" parecía una jugada hábil para gobernar sin oposición y con amplio reconocimiento. No habría nada serio que objetar.

Pero el nombramiento de Germán Vargas Lleras como ministro del Interior, la reconciliación con Chávez, el reconocimiento de las propuestas del insignificante (en términos parlamentarios) Partido Liberal y sobre todo la alianza con los magistrados de la Corte Suprema de Justicia dejaron ver una nueva disposición: no la superación de los odios, sino la alianza con los grupos poderosos en aras de una gobernabilidad que le permitiera prescindir de Uribe y de la gente que lo eligió.

El contenido de esa gobernabilidad se expresa claramente en las leyes de Víctimas y Tierras, y es una lástima que el ruido de la prensa no haya permitido discutir su sentido real. No es sólo la instauración de una cleptocracia "engrasada" con una fortuna de casi el 20 % del PIB de un año, pues, como ya he dicho muchas veces, al final las "víctimas" que se repartirán esos fondos son los políticos, jueces y ONG, junto con algunas víctimas reales que se convertirán en clientela de los intermediarios del presidente. Es algo mucho más grave: la alianza con los instigadores del "conflicto".

Es lo que debemos considerar ante todo. ¿Qué es el "conflicto"? ¿Cuáles son las víctimas? De repente, profundizando en el espíritu con que la Constitución del 91 ofreció tan generalizado reconocimiento a la noción de "delito político", con los resultados formidables que tenemos hoy en día, por ejemplo en relación con la "farcpolítica", el intento de destruir el sistema democrático para imponer otra Cuba resulta legitimado: no es un crimen contra la democracia, sino la expresión de un "conflicto". Como si un asaltante entra a nuestra casa y nos pide indemnización por el daño que le hicimos con los trozos de vidrio que habíamos puesto en la pared para protegernos.

Ese sentido de indemnizar a los revolucionarios que pudieron haber sufrido alguna molestia cuando intentaban dejarnos sin propiedades ni derechos políticos lógicamente no sale en la prensa, aunque ya la millonaria indemnización pagada al temible mártir heredero Iván Cepeda la anunciaba. En unas declaraciones a la prensa ese representante del Polo Democrático exigía la indemnización para las víctimas reclutadas a la fuerza por las guerrillas, pretensión que es el intento descarado de asegurar la pensión a quienes le aseguran su carrera política y han cimentado el formidable poder de su facción. Pero siempre parecería una pretensión audaz de un sector extremista.

Ese aspecto de esas leyes como reconocimiento y compensación a los universitarios y políticos que desde hace medio siglo han estado haciendo la revolución, queda patente no sólo en la generosidad inverosímil con el presupuesto del proyecto, sino más aún en el proyecto de redistribución de la propiedad agraria: la base social rural de las FARC se volverá un poderoso lobby de dueños sin escrituras, a los que habrá que compensar copiosamente.

Pensando en eso resulta claro todo el juego de Santos: surgirá un poderoso sector de herederos de la Constitución del 91, con los miembros de las altas cortes, los socios de Ernesto Samper, César Gaviria y Andrés Pastrana, los "pacifistas" del PDA y el Partido Verde, todos agrupados alrededor de Santos, gestor del botín y también de las redes clientelares, pues por una parte son muchos y están organizados, pero individualmente son muy débiles.

En ese contexto se entiende la alianza con Chávez, y es lo que anunciaba Jaime Restrepo en su artículo del lunes aquí: los socios de Piedad Córdoba no van a dedicar su vida a derrotar a las FARC, con lo que el nuevo régimen está forzado a buscar una negociación. Puede que en las cuentas de Santos esta vez sí habrá resultados, dada la debilidad de la banda terrorista, sólo que la reconciliación y superación de los odios comportará una velada adhesión a la multinacional chavista y una cesión de poder a las FARC. Bueno, esa cesión de poder terminará siendo negociable, y el resultado inevitable será que las partes necesiten llegar fuertes a la mesa de negociación, como explicaba la prensa hace diez años.

No faltará el que encuentre muy aventuradas estas suposiciones. ¿Por qué no pensar en la actitud arrogante del ministro Vargas Lleras respecto de Uribe? ¿Y en los innumerables casos de reconocimiento a la persecución del hampa judicial contra el uribismo, como en el caso de la ex directora del DAS? Si es por la aparente imposibilidad de volver a un proceso de paz, hay dos preguntas que valdría la pena hacerse: ¿no parece también absurdo romper con las mayorías que lo eligieron para volverse aliado de una minoría? ¿Qué otro sentido tiene buscar que se elija en Unasur a una persona como María Emma Mejía, ligada al PDA?

Es decir, frente a lo que está Colombia es a un golpe de Estado que da Santos apoyándose en la capacidad de la cúpula judicial de encarcelar a los que permanezcan leales a Uribe, y aun de la misma comisión de acusaciones de perseguir al ex presidente, que al parecer no tiene otro remedio que apoyar la destrucción de su obra para no quedarse aislado. El otro puntal de Santos es la prensa, embelesada con su gestión hasta la más cómica indignidad.

No creo que sea fácil salir de ésta. Si la mayoría de la sociedad, correctamente orientada en cuanto al deseo de vivir en un país asimilado a las democracias modernas, tuviera un poco de madurez política y no la disposición a la pasión personal por un líder, sería la ocasión perfecta para acabar con el engendro de Pablo Escobar y las mafias que heredaron sus encargos en el poder judicial y otras ramas del Estado. Pero no hay tal, y el señor Uribe no parece tener el menor interés en un proyecto de ese tipo. A veces da la impresión de que sueña con volver a ser elegido presidente en 2014, cosa que ilusiona a la mayoría de sus seguidores pero que sería el mejor regalo que se podría dar al defraudador y su corte.

Es eso lo que tiene Colombia para la nueva década. La agresión de Chávez no está conjurada, ni muchísimo menos, por el contrario, es más probable que nunca porque la conducta del golpista-defraudador le ha permitido reforzar su dictadura, y de momento en Colombia el gobierno que tiene es el de uno de los suyos. Si Santos un día quisiera rectificar, por ejemplo ante el avance evidente de la desmoralización militar, traducible en triunfos de las bandas terroristas y en desprestigio del gobierno, ya nadie le podría creer.

Creo que es lo que le pasará a Uribe, que ha visto tanta miseria de su heredero y la ha refrendado, por ejemplo con la nueva fiscal, evidentemente nombrada para tapar las pruebas que involucran al samperismo en el asesinato de Álvaro Gómez Hurtado, que el día que quiera rectificar ya sólo le creerán los mismos lambones que lo halagaban hasta que el botín pasó a otras manos.

Mucha gente cree que la mayoría uribista castigará a Santos. Lo dudo: la mayoría no impone nada porque la minoría es más activa e inteligente. De ese modo una minoría irrisoria consiguió imponer la Constitución que pondría a Pablo Escobar a salvo de la extradición, y después manipuló el rechazo a la violencia para legitimar el Caguán. La mayoría duerme, y como en el famoso grabado de Goya, "el sueño de la razón produce monstruos". De hecho, esa minoría ha sabido hacerse con el poder gracias a las cuentas torcidas de un aventurero.

(Publicado en el blog Atrabilioso el 22 de diciembre de 2010.)

lunes, marzo 07, 2011

Orwell, De Quincey, Genet

Cada vez es menos frecuente encontrarse con alguien que dude que la vida copia al arte. Esto es cierto por cuanto los seres humanos aprendemos e imitamos, y en las obras artísticas se va sedimentando la experiencia vivida por otros en otros contextos. Tratándose de la vida colombiana es difícil no ver que sigue modelos creados en la literatura de otros países.

El caso más fácil y conocido es la obra del británico George Orwell 1984: casi no hay ninguna atrocidad de las descritas en ese libro que no sea corriente en Colombia, empezando por la consigna que parece definir ese mundo ucrónico de espanto y degradación: ¡La paz es la guerra! Uno tiene la impresión de que los dirigentes de las organizaciones criminales y los que orientan a la prensa, que en últimas tienen que ser las mismas personas, intentan copiar al pie de la letra esa obra. Los que se lucran y obtienen poder de los asesinatos y secuestros se llaman "Colombianos y Colombianas por la Paz". Los medios publican sin cesar mentiras e intoxicaciones dedicadas a favorecer los diversos crímenes, y no obstante a quienes los cuestionan los acusan de estar llenos de odio, tal vez tratando de emular el Ministerio del Amor de la famosa novela.

Un aspecto característico del mundo de 1984 que se encuentra en todo momento en Colombia es la creación por la máquina de terror de algún enemigo al que se fuerza a todo el mundo a odiar. Las incesantes campañas de calumnias, insultos y amenazas de los sicarios morales de la prensa contra el ex asesor presidencial José Obdulio Gaviria (antes eran contra Fernando Londoño y antes contra Plinio Apuleyo Mendoza, siguiendo el modelo universal que llevó a hordas parecidas a quemar en efigie a Octavio Paz y le generó millones de enemigos, centenares por cada lector, a Jorge Luis Borges en todo el continente) son literalmente copiadas de los "cinco minutos de odio" que celebraban los personajes de la novela contra Emmanuel Goldstein.

Claro que en muchos aspectos el parecido del relato con la vida colombiana tiene una explicación sencilla: Orwell intentaba imaginarse cómo sería el planeta en manos de regímenes como el soviético, y es de esa atroz tiranía de donde vienen las FARC, la llamada izquierda democrática, que es a las FARC lo que el partido de Stalin al KGB, y un enorme poder oculto en la sociedad (bastaría pensar en las lealtades de los miles de egresados de las universidades soviéticas). Es como si uno se pareciera al retrato de su abuelo.

En resumen, la vida colombiana es copia del mundo de Orwell en lo que tiene de corrupción del lenguaje y sujeción a un poder opresivo.

Si uno busca modelos más precisos de lo que pasa en Colombia no tarda en encontrarse con otro gran autor británico: Thomas de Quincey. Este erudito opiómano, contemporáneo de Wordsworth y Coleridge y precursor de Poe, al que Borges admiraba, publicó en 1827 la primera parte de una obra a medias humorística llamada "Del asesinato considerado como una de las bellas artes". Remito al lector al enlace del título para más información sobre la obra. En lo que atañe a Colombia baste esta cita que sin duda es la guía moral de los intelectuales del país:
Pues, si por una vez el hombre se ve arrastrado al asesinato, pronto considerará cosa de poca importancia el robo, del robo pasa a la bebida y a la inobservancia del día del Señor, y así acaba por faltar a la buena educación y por dejar las cosas para el día siguiente.
Es exactamente lo que ocurre con los desfalcos de los Moreno Rojas y demás próceres del Polo Democrático en la Alcaldía de Bogotá, y en general con ese partido. Uno teme que realmente se arme una rebelión el día que se descubra a uno de ellos hurgándose la nariz.

¿O será que nadie recuerda por ejemplo la alcaldía de Luis Eduardo Garzón invirtiendo muchos millones de pesos de la ciudad en campañas por el "intercambio humanitario"? El cinismo con que los infectos orwellianos de la prensa intentan tapar que el "intercambio humanitario" es el nombre eufemístico del secuestro, aquello para lo que se comete (que es como si se definiera el atraco como "desplazamiento de la billetera") despertaría rabia si la sociedad no estuviera marcada por la tremenda confusión moral que expresa cómicamente la frase citada de Thomas de Quincey.

Todo lo relativo a esa organización criminal recuerda al gran romántico inglés. ¿Ya se olvidó que las FARC llamaban a votar por el lamentable Samu? ¿Y la forma en que se formó la base sindical de la CUT, por ejemplo en Barrancabermeja, donde ejercía, antes de acceder al Comité Ejecutivo Central del Partido Comunista de Colombia, el dicharachero "neoecologista" Luis E. Garzón? ¿Y las alianzas del M-19 con Pablo Escobar para decapitar el poder judicial y para imponer una Constitución que prohibiera extraditar compatriotas? ¿Cuántos colombianos recuerdan que ése es el origen de la actual administración de la capital?

No obstante, el modelo más afortunado de Colombia, más allá de esa inversión de los valores que delata la identificación con el molde de De Quincey, lo provee otro narrador europeo, de cuyo nacimiento se cumple este mes el centenario: Jean Genet.

Hijo de una joven prostituta, Genet vivió hasta los ocho años en un orfanato, de donde lo sacó una familia con la que vivió dos años. A partir de entonces se dedicó a robar y pronto a prostituirse, y se convirtió en huésped habitual de las correccionales y después de las prisiones. También empezó muy joven a escribir: su obra es el relato de esa vida, y tiene que ver con Colombia sobre todo en que el país es como un enorme patio de prisión en el que reinan los más siniestros malhechores. Basta leer las páginas de opinión de la prensa para encontrar a decenas de personajes que prácticamente hacen ostentación del lucro y el poder que obtienen gracias a los crímenes de las tropas de niños y rústicos con las que colaboran para convertirse en ministros o embajadores vitalicios.

En el Diario del ladrón, Genet explica que un día se convenció de que esa vida espantosa era todo lo que tenía y de que debía sacar un diamante de ella. Lo consiguió a través de la escritura, en una obra llena de intuiciones geniales y turbadoras. Para poner un ejemplo, se refiere a Jesucristo como a un santurrón al que se admira por haber muerto por nuestros pecados, quedándose para sí la honra y dejándonos la culpa. ¡Tendría que haber cometido nuestros pecados, ésa sería la verdadera obra que tendríamos que agradecerle! De algún modo, su relato pretende describir su experiencia delictiva como una forma de vida excepcional, que podía proveerle una sabiduría moral superior.

Además de a robar y a prostituirse, Genet era dado a traicionar y delatar a sus cómplices. Cuando explica esta actitud, razona que para seguir un código de honor habría empezado por no delinquir. Es decir, que la vida de malhechor no puede regirse por la moralidad convencional.

Ésta es exactamente la disposición con que obra el fatídico Master Komponendas que ostenta la Presidencia de la República. Si le estuviera prohibido traicionar y afrentar a sus votantes, a los que prometió seguir la obra de Uribe llegando a extremos grotescos de servilismo, ¿qué gracia tendría ser el reyezuelo? ¿Qué va a significar ser reyezuelo sino precisamente poder prescindir de la opinión de sus súbditos? Uno usa esa palabra siguiendo una rutina, pero ¿alguien se habrá fijado en los cómicos visos monárquicos de la ceremonia de posesión?

En pocos meses el funesto tartamudo ha superado el récord de traiciones del mismo Genet. Entre las más obscenas destaca la que cometió con el líder venezolano Alejandro Peña Esclusa, cuyo infame encarcelamiento refrenda en aras de una supuesta gracia de póquer que termina no siendo más que alianza con las mafias del tráfico de drogas, cosa que se evidencia en el episodio de Makled. A fin de cuentas, aliándose con Samper y la Corte Suprema de Justicia está entrando en tratos con la mafia. Para dudar de eso habría que pensar seriamente que los tratos de los magistrados con Ascensio Reyes y compañía eran pura afición al karaoke.

Pero ésa ya es otra historia, sobre la que no conviene extenderse a riesgo de ultrajar injustamente a Genet, cuyo relato de vicio, traición y latrocinio resulta ligero comparado con la realidad de la triste república tropical.

(Publicado en el blog Atrabilioso el 15 de diciembre de 2010.)