domingo, noviembre 20, 2016

Si esto es periodismo...

Es difícil encontrar un solo gobierno de las últimas décadas en cualquier lugar del mundo que haya contado con tanto apoyo de los medios de comunicación, tanto en su país como en el exterior, como el de Santos. Y no sólo de los medios de comunicación, también de los gobiernos y parlamentos de los países más influyentes, a tal punto que su acuerdo con las FARC ha contado con el aplauso de los gobiernos de Norteamérica y Europa y aun del papa Francisco.

A medida que pasa el tiempo se van conociendo detalles de las maquinaciones que determinan esa unanimidad, como los favores al enviado especial del gobierno estadounidense a La Habana, las concesiones petroleras a la empresa estatal del país cuyo parlamento le concedió el premio Nobel, las presiones y chantajes sobre Suiza para conseguir el compromiso de ese país con sus acuerdos con los narcoterroristas (algún día se sabrá todo lo relacionado con Novartis y la amenaza de desconocer sus derechos de propiedad que contó con el desvergonzado Alejandro Gaviria en un papel estelar) o la incentivación indirecta de influyentes think tanks estadounidenses como el Atlantic Council o Diálogo Interamericano.

También se sabrá qué relación tiene con este gobierno el magnate mexicano Carlos Slim, uno de los hombres más ricos del mundo gracias a los favores de los gobiernos con los que tiene relación, que es hoy por hoy el primer accionista de la empresa que posee el New York Times y también posee empresas petroleras con intereses en Colombia. A lo mejor también se sabe cuánto influye el gobierno cubano y su amplísima red de propagandistas y espías, si bien es difícil encontrar pruebas de los incentivos que se pagan a través de la Caja B (la industria de la cocaína, en la que los pacifistas de las FARC y el gobierno venezolano tienen una innegable y amplia participación).

Sin algún tipo de presión por parte de Slim y de intereses espurios de por medio, es inconcebible que uno de los medios periodísticos más influyentes del mundo como es el New York Times publique una pieza de la más desvergonzada propaganda como el editorial sobre Colombia que apareció el pasado 14 de octubre, cuyas mentiras y cuya mala intención me propongo mostrar.
El hombre que bloquea la paz en Colombia
Un libro que se ocupara del pasado reciente de Colombia tendría que reconocer al ex presidente Álvaro Uribe, que gobernó entre 2002 y 2010, como quien estableció la base para las negociaciones de paz con las guerrillas al liderar una ofensiva contra los insurgentes que los llevó a la mesa de negociación. Sin embargo, de forma desconcertante, el señor Uribe se ha convertido en el principal obstáculo para una salida negociada al conflicto de 52 años en Colombia.
La mentira de que las FARC fueron a negociar porque las habían golpeado, como si no fuera su único objetivo y la única forma que tienen de acceder al poder: es para negociar para lo que matan y secuestran y trafican con cocaína. Sencillamente tenían a su hombre en la presidencia. Uribe abrió el camino para esa negociación porque hizo elegir presidente a Santos. Y no es en absoluto obstáculo para “la paz” sino un intermediario entre la mayoría de la población que no quiere someterse a los terroristas y la clase política, que intenta asegurarse una parte del botín. De no ser por Uribe no habría negociación de paz porque la población encontraría otros cauces para oponerse al narcorrégimen. No es el obstáculo para que los terroristas se impongan sino para que haya verdadera resistencia. No se opone a que se premie el genocidio sino que procura introducir matizaciones y hacer “críticas constructivas” para “formar parte de la solución”.
No es demasiado tarde para que Uribe, que mantiene una alta popularidad entre muchos colombianos, comience a comportarse como un hombre de Estado más que como un aguafiestas. Las decisiones que tome en las próximas semanas podrían determinar si el acuerdo de paz de su sucesor Juan Manuel Santos con la mayor guerrilla del país acabará de forma permanente con el derramamiento de sangre o si será otra oportunidad perdida. Un fracaso sería una tragedia, y lo más probable es que eche a perder el legado de Uribe, sobre todo porque no ha ofrecido una alternativa viable.
Un hombre de Estado, según se desprende del editorial, es aquel que renuncia a la ley y a la justicia en aras de complacer a unos genocidas que han cometido muchos más crímenes que los yihadistas en toda su historia y por supuesto más que los nazis cuando Francia e Inglaterra les declararon la guerra. Si hubiera que hacerle caso a ese editorial, ¿para qué iba a existir el derecho penal? También los policías arriesgan su vida al tratar de contener a los asesinos. ¿Por qué no se ponen de acuerdo para premiarlos y así detener el derramamiento de sangre? Todas estas preguntas son normales para un colombiano, pero no para un estadounidense que no sabe nada de las FARC y por muchos medios recibe datos falsos de la propaganda. Sólo hay que imaginarse cómo serán las noticias del New York Times sobre Colombia si en un editorial se atreven a sugerir algo así. ¿Tendrá algún lector del periódico la más remota idea de lo que contiene el acuerdo entre las FARC y el gobierno de Santos? ¿Sabrá de qué modo para el gobierno colombiano y para la inmensa mayoría de los funcionarios la condena a 17 años a Andrés Felipe Arias por un "delito" que no aparece en el Código Penal es legítima mientras que el premio a los que han reclutado, violado y forzado a abortar a miles de niñas es una forma de alcanzar la paz? El hecho de leer algo tan repugnante como ese editorial hace que uno se sienta sucio, como si hubiera presenciado escenas de canibalismo. ¿Qué está pasando hoy en el mundo? ¿Cómo pueden atreverse a publicar algo así?
En agosto, las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, FARC, aceptaron dejar las armas y participar en política después de cuatro años de negociación con la administración Santos.
No entregan las armas ni se disuelven ni piden perdón ni sobre todo desisten de su propósito de implantar la tiranía comunista. El editorial hace creer que alcanzar sus fines a pesar del tremendo esfuerzo que significó intentar aplicar la ley es una concesión generosa que habría que darles, como si en lugar de desembarcar en Normandía se acordara entregarle a Hitler algunas colonias británicas y se dijera que aceptó recibirlas. Más indecencia requiere bastante imaginación.
A comienzos de este mes, los votantes colombianos rechazaron, por estrecho margen, ese acuerdo en un plebiscito, muchos de ellos por efecto de la hiperbólica y engañosa campaña que encabezó Uribe, que acusó, junto con sus aliados, al presidente Santos de ofrecer amnistía general a los criminales de guerra marxistas, que, según advirtió, podrían terminar tomándose el poder en el país. También afirmó, sin pruebas, que el acuerdo sería lesivo para el sector privado. El político que dirigió la campaña de Uribe por el NO, Juan Carlos Vélez, incluso admitió en una entrevista que habían evitado explicar los contenidos del acuerdo y, en cambio, “enfocaron su mensaje en la indignación”.
El "estrecho margen" es nada menos que del 83% del censo electoral, sin que se pueda suponer que el 17% que votaron a favor del sí lo hicieran libremente y según su opinión leal, por no hablar de las posibilidades inmensas de fraude directo en las regiones de escasa población. ¿Se podrá imaginar el votante estadounidense la asimetría entre las campañas del SÍ (con todos los recursos públicos a su favor) y del NO (con toda clase de amenazas incluso físicas para quienes la hacían), que escandalizó por ejemplo a Fernando Savater? ¿Y las presiones a los alcaldes y a toda clase de funcionarios para que lleven a votar a sus clientelas a cambio de recursos públicos? ¿Y el adoctrinamiento a que se dedican casi todas las universidades para "formar" gente que considera paz a premiar el crimen? ¿Y la certeza generalizada de que el SÍ ganaría por amplia ventaja gracias a las encuestas mentirosas y a la propaganda incesante, que llevó a muchos posibles votantes a abstenerse? Citan al señor Vélez Uribe, para acusar a la campaña del NO de engañar a los votantes, pero ¿acaso los editorialistas han leído los acuerdos y pueden hablar de ellos? A lo mejor sí lo han hecho, sólo que quieren que gran parte del territorio del país pase a manos de una banda genocida, seguramente porque es lo que conviene a los que hoy controlan el periódico (como probables socios de Santos y los Castro).
Santos anunció esta semana que los diálogos de paz de su gobierno con el segundo grupo más grande de rebeldes, el Ejército de Liberación Nacional, ELN, comenzarán formalmente dentro de poco tiempo en Ecuador.
Los asesinatos, secuestros, extorsiones, violaciones de niñas y demás atrocidades de las FARC se multiplicaron a partir de 2010 debido a que se vislumbraba un premio al poder terrorista y a que el terror es la verdadera "pedagogía para la paz". El ELN, una banda moribunda desde hace mucho tiempo, recibirá a los miembros de las FARC (como ya ocurrió con los del M-19 en los noventa, caso por ejemplo de alias Pablo Catatumbo) y multiplicará sus crímenes, pues sin ellos no tendría sentido que se negociara con la banda. No obstante, explotando el escaso conocimiento que tendrán los lectores estadounidenses, el equipo editorial del New York Times les hace creer que tal anuncio es una buena noticia.
Para que el acuerdo con las FARC vuelva a encarrilarse y los diálogos con el ELN den resultados, Uribe tendrá que desempeñar una función constructiva. Tras el plebiscito, presentó una serie de demandas poco realistas respecto del acuerdo de paz con las FARC, entre las que estaba revocar el sistema de justicia transicional con un tribunal especial, que está en el núcleo del acuerdo. Ese tribunal ofrecería amnistía a la mayoría de los combatientes rasos y castigo benévolo a los miembros de la guerrilla que confiesen delitos graves."
En este párrafo la voluntad de engañar a los lectores es manifiesta, abierta, sólo que los colombianos no leen muy bien el inglés y los estadounidenses no saben mucho de Colombia. Resulta que el tribunal que nombran los propios terroristas no sólo podría mostrarse indulgente con ellos, sino también castigar a quienes les han estorbado. El "realismo" que le "proponen" a Uribe sería sencillamente renunciar a la más elemental justicia y a la más elemental noción de democracia. El tribunal que surge del acuerdo rechazado por los colombianos es sencillamente la implantación de la tiranía comunista, pues sería un órgano de terror incontestable. Lo realista es pedir lo que para estos malhechores es imposible, el cambio completo del texto del acuerdo para impedir que desde el poder se multipliquen los asesinatos, como ha ocurrido con los comunistas en TODOS LOS CASOS en que han llegado al poder. Imagínese el lector que alguien propusiera algo así para la mafia siciliana o cualquier otra banda responsable de atrocidades que sufrieran los lectores de ese periódico. Lo "realista" es una noción gangsteril que hace pensar en esos editorialistas como verdaderos cobradores de secuestros.
Si Uribe tiene una idea mejor que sea realizable, debería enviar una delegación a La Habana, donde los líderes de las FARC están actualmente instalados, para buscar compromisos en asuntos relacionados con la justicia y la participación política. Si todas las partes están dispuestas a negociar de buena fe, un acuerdo final puede alcanzarse antes de que acabe el año. En días recientes, miles de colombianos que apoyaron el acuerdo de paz se han tomado las calles para llamar a la clase política a trabajar juntos por una pronta resolución.
La mentira alcanza cotas cada vez más atroces. ¿De modo que Uribe no quiere enviar una delegación a La Habana ni llegar a compromisos con las FARC? Pero si es precisamente lo que quiere y no le dejan hacer porque los acuerdos sólo son entre el gobierno elegido como uribista y los terroristas dirigidos por los Castro, cuyo principal socio en Colombia es precisamente el hermano mayor del presidente (cosa que muy pocos estadounidenses sabrán). Los "miles de colombianos que se tomaron las calles" son los mismos estudiantes universitarios que sirven de base social a los terroristas y que en muchas ocasiones "han tomado las calles" para cobrar los secuestros y masacres, como ocurría cuando intentaban que el secuestro de Íngrid Betancur sirviera para abolir la ley.
Si la pelea se extiende más allá de este año, la ayuda internacional comprometida para desarrollar el acuerdo de paz seguramente comenzará a debilitarse. Por ejemplo, la ONU ya envió grupos de observadores que monitorearán el cumplimiento del acuerdo y asumirán la custodia de las armas de los combatientes rebeldes. No se puede esperar que estos grupos esperen indefinidamente hasta que haya un desenlace político.
Según alias Timochenko, lo que los colombianos votamos no tiene ningún valor porque el acuerdo ya está depositado en el Consejo de la Confederación Helvética. Según estos cínicos, no debe ser atendido porque la ONU ya envió grupos de observadores. En uno y otro caso el interés de una banda terrorista, y el del gobierno que la premia, debe estar por encima de la voluntad de los ciudadanos, todo bajo la amenaza de que vuelva el derramamiento de sangre, dado que se da por sobreentendido que hay dos bandos con igual legitimidad. Ya hubo un desenlace político, los colombianos rechazamos el acuerdo en el plebiscito y el acuerdo posible va mucho más allá de lo que Uribe ha pedido hasta ahora (sus propuestas son en realidad un aplauso a la negociación). Sobre todo, los terroristas tienen que disolverse y pedir perdón, por no hablar de renunciar a producir cocaína, algo sobre lo que el editorial no tiene nada que decir.
A pesar de que el gobierno y las FARC han manifestado que están comprometidos en mantener el cese al fuego que ya lleva más de un año, es más probable que haya nuevos brotes de violencia si este punto muerto se prolonga. Un regreso a la guerra, que no se puede descartar, sería catastrófico. Si eso llegara a suceder, Uribe sería el principal culpable.
No podría terminar mejor. Así ocurre cuando llaman a cobrar un secuestro: "Su hijo podría sufrir y usted sería el principal culpable". No habría brotes de violencia si Santos hubiera persistido en aplicar la ley, aunque puede que en ese caso no tuviera que negociar con Noruega y Suiza y Carlos Slim en condiciones tan lesivas para el interés de los colombianos, ni que gastarse decenas de miles de millones de dólares en propaganda de la banda terrorista, pues ¿no se la legitima cuando se la convierte en agente de paz y cuando se la equipara a sus víctimas?



Algo atroz está ocurriendo cuando el periodismo llega a ser eso. Cuando no se esfuerza en contar la verdad sino en engañar y simplemente aplica una consigna previa para favorecer intereses espurios. Ojalá la movilización de los colombianos que no compartimos los fines del gobierno y los terroristas, en realidad ligados a la expansión de la industria de la cocaína (a efectos prácticos legalizada desde hace tiempo en Colombia), permita dar a conocer al mundo la infamia que se comete con la tal "paz".

(Publicado en el blog País Bizarro el 23 de octubre de 2016.)

miércoles, noviembre 02, 2016

No, señor Vargas Llosa


Mario Vargas Llosa publica desde hace varias décadas de forma regular artículos en El País sobre los más variados temas, y su prestigio como novelista refuerza la acogida que encuentran sus opiniones, expresadas en una prosa descuidada y a menudo basadas en generalizaciones más bien ligeras.

Con asombroso aplomo se lanza el hombre a pontificar sobre las negociaciones de “paz” en Colombia reproduciendo las más burdas patrañas de la propaganda terrorista, que le llegan a través de su amigo Abad Faciolince, personaje que ha llegado a ser para miles de colombianos el Goebbels de las FARC.

La relación de este escritor con la conjura terrorista se podría demostrar fácilmente pensando en su plena coincidencia con todos los demás propagandistas y con todas las falacias que propalan, la más característica de las cuales es llamar a los cobradores de masacres como Piedad Córdoba o Iván Cepeda "defensores de derechos humanos". El papel de Abad en la legitimación del genocidio llega a tal punto que es el narrador del documental La toma, creado para justificar la infame condena al coronel Plazas Vega: el premio a los violadores de niñas es “la paz”, la persecución contra quienes aplican la ley es “la justicia”.

Hoy 16 de octubre de 2016 aparece un nuevo escrito de Vargas Llosa en el que comenta el resultado del plebiscito. En él destaca la obscena oposición entre “la paz” y “la guerra”. Señor Vargas Llosa, la “guerra” que haya habido en Colombia es comparable a la que hay aún en Estados Unidos contra las organizaciones criminales creadas por ciudadanos de origen siciliano. Es rotundamente falso que los colombianos nos hayamos estado “entrematando” pues sólo lo han hecho los compañeros de Abad Faciolince y sus rivales en el negocio de la cocaína. Si toda labor criminal exitosa diera lugar a una “guerra” en la que un "bando" debiera ceder, no existiría en ninguna parte el derecho penal. Sólo primaría la ley del más fuerte, que es lo que mediante patrañas, falacias como las que usted reproduce y canalladas sin límites pretenden imponer los socios del castrismo en Colombia.

Señor Vargas Llosa, de no ser usted un indigente moral no se atrevería a escribir una mentira tan escandalosa como que “la popularidad de las FARC en algún momento del medio siglo transcurrido llegó a ser alta”. Realmente el Partido Comunista nunca ha llegado a obtener suficientes votos para superar el umbral que permitiría entrar en el parlamento a un partido en Europa, y eso que la propaganda intenta ocultar su relación con las FARC. NUNCA esta banda asesina ha figurado en ninguna encuesta con una popularidad superior al margen de error de la encuesta más indulgente.

Es obscenamente falso que "a los antiguos guerrilleros les costará muchos esfuerzos y una entrega real al quehacer político pacífico para recuperar un papel importante en la Colombia del futuro", lo que ocurre es precisamente lo contrario, que gracias a las decenas de miles de millones de dólares que tienen gracias a sus negocios criminales y al control que ejercen sus compañeros del Partido Comunista y los clanes oligárquicos sobre el poder judicial, son ahora mismo dueños del Estado, lo que es fácil comprobar viendo la situación en que están todos los líderes políticos que de algún modo podrían incomodarlos. Eso sin la menor duda empeorará cuando todas sus atrocidades resulten legalizadas por "la paz" que miles de miserables como usted promueven.

Es escandalosamente falso que los terroristas hayan renunciado a sus fines de abolir la democracia. Ya han manifestado claramente que desconocerán el resultado del plebiscito, tal como lo ha hecho su presidente (de usted y de ellos). Pero aunque fingieran aceptarlo, en centenares de ocasiones han proclamado su intención de seguir el camino de Cuba y Corea del Norte, lo que harán en cuanto puedan asegurar el control de la mayor parte del territorio y controlar totalmente a las Fuerzas Armadas. De hecho, ¿alguien ha pensado que de algún modo piensan retirarse del negocio de la cocaína? La expansión de esta industria es la base de "la paz" y del gobierno de Santos, que con increíble desfachatez se dedica a protegerla, por ejemplo cesando en la aspersión aérea de glifosato. No es sorprendente que Colombia haya vuelto a ser el primer productor mundial de esta sustancia, ni que la producción haya aumentado de 250 toneladas métricas en 2014 a 420 en 2015.

Señor Vargas Llosa, como oráculo intelectual usted es un patán repugnante. Cuando en su artículo se alude a "la paz" se mantiene la misma polisemia de la propaganda de los terroristas y su gobierno, porque los significados que provee el diccionario para esa palabra se confunden en una metonimia canallesca con "la negociación de paz", con lo que los colombianos que no quieren que los que han violado a sus hijas y hecho reventar a sus hijos como bombas humanas sean sus amos resultan los partidarios de la guerra y los que han llevado a cabo esas proezas resultan agentes de paz. Los políticos colombianos, gente mediocre y mezquina, se suman a esas falacias de la propaganda y apoyan "la paz" con ese sentido de "negociación de paz" porque esperan algún beneficio particular como parte en esa negociación, pero al obrar así son como quien ayuda a despojar a la víctima de un atraco convenciéndola de que no se resista. Sencillamente, la inmensa mayoría de los colombianos desean la paz como el cese de la violencia, no como el premio a los que la practican, que desde el poder, como dueños del poder judicial y de amplias regiones sin control de ley alguna, multiplicarán sus atrocidades. Los políticos aman la negociación de paz, el pueblo quiere vivir en paz, lo que no se consigue en Colombia nunca precisamente porque los criminales siempre encuentran aliados en políticos que ven el botín del atraco y corren a ver qué obtienen gracias a él.

Para esa mayoría de europeos ansiosos de sentirse nobles y generosos, sus escritos en apoyo de los asesinos pueden caer como suaves halagos, pero eso no cambia que sean absolutas canalladas, claros ultrajes a las víctimas, que no han estado matando a nadie sino que han recibido la visita de los subalternos de gentes como García Márquez o su heredero Abad Faciolince, gentes cuyo poder e influencia dependen de las exacciones y crueldades que sufren los colombianos humildes. Como hombre público, ya en una etapa final, usted deja una herencia repugnante, al hacerse cómplice de la abolición de la democracia y el premio del genocidio.

(Publicado en el blog País Bizarro el 16 de octubre de 2016.)

domingo, octubre 16, 2016

Abad Faciolince y la vieja propaganda terrorista


El artículo en que Mario Vargas Llosa manifiesta su apoyo al llamado proceso de paz en Colombia tiene a la larga más impacto del que muchos quieren reconocer. Es una voz autorizada, sobre todo por su rechazo y denuncia de los regímenes chavistas que destruyen a varios países de la región. Lástima que no entienda que "la paz" es sencillamente la implantación de otra satrapía de ese estilo y "compre" la más descarada propaganda. (Lia Fowler comenta aquí dicho artículo.) Asegura haberse decidido a apoyar el voto por el SÍ a partir de un artículo de su amigo Héctor Abad Faciolince, que comentaré.
Ya no me siento víctima
Yo he entendido la historia reciente de mi país no a través de ninguna teoría, sino a través de las historias familiares. Cuando uno tiene una familia numerosa, la ficción es casi innecesaria: en una familia grande, todas las cosas han ocurrido alguna vez. Esas historias me permiten reflexionar sobre lo que ha pasado y sobre lo que pasa en Colombia, para luego tomar una decisión que es política, pero también vital, porque no está dictada por la ideología, sino por la imaginación: trato de pensar de qué manera podríamos vivir mejor, sin matarnos tanto, con menos sufrimiento, con más tranquilidad.
Este párrafo tiene en El País un enlace a otro artículo de propaganda de una película sobre el libro más famoso de Abad, el que trata del asesinato de su padre. La misma entradilla de ese artículo es obscena y mentirosa propaganda. Dice que Abad Gómez fue asesinado "por defender los derechos humanos". ¿Qué "derechos humanos" defendía si era un activista muy próximo al Partido Comunista y lo acompañaba un abogado de guerrilleros? Tal vez la noción de "derechos humanos" del régimen de Corea del Norte, cuya asociación de amistad presidía. Abad Gómez era defensor de derechos humanos exactamente igual que Piedad Córdoba e Iván Cepeda, sólo que el público español no sabe en qué consiste esa filantropía.

Y claro, la mentira de un criminal asoma en cada frase: ¿usted amigo lector a quién ha estado matando? El genocidio que se ha cometido en aras de la carrera política de Abad Gómez y de su hijo resulta algo que los colombianos hemos estado haciendo, pero sólo lo han hecho ellos. Puede sonar a paradoja cuando precisamente Abad Gómez fue asesinado, pero ¿cuántas personas inocentes han matado ellos para poder llegar a la paz?
Para explicar por qué celebro y estoy tan feliz con el Acuerdo de Paz entre el Gobierno de Santos y la guerrilla de las FARC, voy a intentar reflexionar con ustedes a partir, otra vez, de una historia familiar.
Abad Faciolince (que redacta espantosamente, como el mismo Vargas Llosa: debería haber escrito "por qué celebro el acuerdo... y estoy tan feliz con él" pues la preposición con sólo acompaña a "estoy tan feliz") celebra el acuerdo porque es lo que siempre ha promovido y porque él mismo es un gran jefe de la conjura terrorista. El problema es que los españoles desconocen totalmente la conjura terrorista (pero juzgan con asombrosa propiedad, aventajando a los mismos colombianos) y los colombianos no ven otra cosa que la marca del calzado de cada individuo. 
Nunca sentí ninguna simpatía por las FARC. El esposo de una de mis hermanas, Federico Uribe (sin parentesco con el expresidente de Colombia), fue secuestrado dos veces por la guerrilla. La primera vez lo secuestró el Frente 36 de las FARC, hace 28 años, cuando él tenía 35. Once años después, otro grupo lo volvió a secuestrar; los muchachos que lo vigilaban en la montaña eran tan jóvenes que le decían “abuelo” a un hombre de 46. Federico no era, ni es, una persona rica. Tal vez tenía el apellido equivocado. Tampoco era pobre y no sería extraño que los muy pobres lo vieran como muy rico.
Abad Faciolince nunca sintió ninguna simpatía por las FARC pero ¡qué extraño! quienes lo leemos hace años no recordamos que nunca les haya sugerido que se desmovilicen y desistan de implantar su tiranía sino que ha combatido con taimada violencia al único gobierno que intentó aplicar la ley, así como cualquier esfuerzo por oponerse a la negociación de Santos (lean este artículo, sobre todo el párrafo final, para formarse una idea de la clase de móviles del pensador). Sencillamente es un escritor reconocido gracias al Partido Comunista y a su amistad con García Márquez, otro jefe terrorista al que los colombianos aplauden porque los niños bomba les dan igual y creen que un premio Nobel de literatura los honra, y explota su influencia COBRANDO los niños bomba y las demás atrocidades terroristas, sólo que en el papel de desinteresado amigo de la concordia, exactamente como quien cobra un secuestro.

La carrera literaria de Abad, más allá de la calidad de su obra (sobre la que no diré nada porque la desconozco totalmente), tiene que ver con esos apoyos. En 1998 Colombia fue país invitado a la feria del libro de Barcelona y la vitrina principal sólo tenía ejemplares de un libro suyo. Era el gobierno de Samper y los responsables culturales pertenecían al Partido Comunista o a alguno de sus satélites. También el apoyo de García Márquez determinó su prestigio (no hablemos del dinero del secuestro invertido en los típicos embajadores de las FARC en toda Europa y toda América, dedicados a buscar colaboraciones universitarias y apoyos a la defensa de los derechos humanos). Al respecto vale la pena leer lo que escribía hace más de diez años sobre su incapacidad de reprocharle al Nobel su amistad con Fidel Castro.

Abad Faciolince no siente ninguna simpatía por las FARC tal como el dueño de un matadero no experimenta ningún placer con la sangre. Además de García Márquez (y ahora de Vargas Llosa), es conocida su íntima amistad con Carlos Gaviria, otro pensador ajeno a las FARC que casualmente era candidato presidencial del Partido Comunista y los demás grupos promovidos por La Habana y Chávez, y que como magistrado se destacó como defensor de la conexidad del asesinato con el "delito político" (el interesado podrá ver la clase de perlas que escribía leyendo las frases resaltadas en negrita al final de este artículo). Tendría gracia que Vargas Llosa, o Savater, o Krauze y otros amigo de Abad Faciolince expresaran su opinión sobre la idea de que "no es lo mismo matar para enriquecerse que matar para que la gente viva mejor". Yo considero, y lo digo sin ninguna malicia, mucho menos criminal al rústico que obliga a un niño a llevar una carga explosiva que a quienes promueven y legitiman esos crímenes como Gaviria y Abad (en esta entrevista enlazada arriba se pueden encontrar menciones a Gaviria). Es porque yo soy en realidad ex colombiano y juzgo la moralidad de las acciones y no el estrato de sus autores.
Mi cuñado (ahora excuñado, porque en todas las familias hay divorcios) tenía y tiene 120 vacas lecheras en un pueblo a 2.600 metros de altitud en el oriente de Antioquia. Después de un mes secuestrado y de pagar la “cuota inicial” del rescate para que lo soltaran, tuvo que seguir pagando lo que faltaba, en cómodas mensualidades, durante 36 meses más. La guerrilla, tan amable, le dio tres años de plazo para pagar. Ustedes preguntarán: ¿y por qué no acudía a la policía, al Ejército, a las autoridades del pueblo? Él les contestaría: “Permítanme una sonrisa”. En las zonas rurales de Colombia el Estado no existía; hay partes donde no existe todavía; cuanto más lejos esté la tierra de las ciudades principales, menos Estado hay. Si Federico no pagaba las cuotas, tampoco podía sacar la leche de la finca, y de eso vivía. Si no pagaba las cuotas, lo podían matar en la misma lechería. Si no pagaba las cuotas, le podían secuestrar a uno de sus hijos, mis sobrinos. En fin, en ausencia de un Estado que controlara el territorio y defendiera a los ciudadanos, no había otra que pagar. O hacer lo que hicieron otros finqueros: vincularse a un grupo paramilitar que los protegiera a cambio de una cuota mensual parecida. Federico Uribe no era de esos que se complacían en ver matar, y los paramilitares mataban sin preguntar. Además, los paramilitares habían matado a su suegro, a mi papá, y no era el caso de aliarse con otros asesinos.
La propaganda de "la paz" de Santos es simplemente la reproducción de la vieja propaganda de los terroristas. Lo mismo ocurre con los cuentos de Abad, como esa infamia cínica de la "ausencia del Estado". Cuando el gobierno de Uribe se esforzó por hacer presente al Estado, toda la conjura terrorista se dedicó a impedir que ocurriera. Precisamente fue lo que se hizo pero ¿por qué no mejor negociar y dejar de matarnos? Era la noble ocurrencia del pacifista (que obviamente JAMÁS polemiza con los que consideran a Piedad Córdoba defensora de derechos humanos y los demás propagandistas del interés de las FARC). También los crímenes de la mafia en Nueva York o los de las pandillas en California corresponden a la ausencia del Estado en ciertos ámbitos, lo que pasa es que no tienen una red tan formidable como la del régimen cubano.
Federico —acabo de llamarlo para preguntarle— va a votar no en el plebiscito sobre la paz. “Yo no estoy en contra de la paz”, me dijo, “pero quiero que esos tipos paguen siquiera dos años de cárcel. Mientras me tuvieron secuestrado mataron a dos”. Yo lo entiendo, lo aprecio y no lo considero un enemigo de la paz, así no esté de acuerdo con él. No me siento con autoridad para juzgarlo y tiene todo el derecho de votar por el no. Pero, aunque lo entiendo, espero que él también me entienda a mí ahora que escribo que voy a votar por el sí. Entiendo su posición sobre la impunidad. Creo tener derecho, sin embargo, a decir que no me importa que no les den cárcel a los de las FARC, pues cuando el presidente Uribe hizo la paz con los paramilitares escribí un artículo en el que sostuve que no me interesaba que los asesinos de mi padre pasaran ni un día en la sombra. Que contaran la verdad, y listo: que los liberaran, que se murieran de viejos. Si no me creen, aquí pueden ver ese artículo, publicado en la revista Semana en julio de 2004: http://www.semana.com/opinion/articulo/una-cuestion-personal/66783-3.
Es la vieja propaganda del Partido Comunista que los que hemos leído la prensa colombiana reconoceríamos desde lejos. El que no quiere que Colombia sea una colonia cubana y que imperen los terroristas (pero imperan hace décadas, a tal punto que un criminal como Carlos Gaviria presidía la Corte Constitucional) es por afán de venganza. El uribismo colabora en esa tarea: parece que el problema fuera la impunidad y que entregar vastas regiones del país a una organización criminal importara menos, pero yo apoyaría una amnistía total si las FARC se disolvieran y desistieran de sus crímenes. Lo que contiene el acuerdo de paz es sencillamente el logro de sus fines. Ahora tendrán los billones obtenidos con la extorsión, la cocaína y la minería ilegal para dominar "legalmente" el Estado. La cuestión de la punición es totalmente secundaria, pero a los que desconocen el tema los convencen de que quienes nos oponemos es por afán de venganza, que "comprenden" con la suave indulgencia que los caracteriza.
De los 28.000 paramilitares que aceptaron desmovilizarse durante el Gobierno de Uribe, tan solo un puñado de ellos pagaron cárcel, y no porque el presidente lo quisiera, sino porque la Corte Constitucional lo obligó. Su proyecto inicial ofrecía impunidad total. El texto del Acuerdo de Ralito (el sometimiento de los paramilitares) nunca nos lo mostraron; a las víctimas de los paramilitares no nos llevaron a la zona de los diálogos para decirles en la cara el dolor que nos habían causado y para darles la bienvenida a la vida civil, como en mi familia hubiéramos querido hacer; tampoco se sometió el acuerdo con ellos a un plebiscito. Esto no es un reclamo, sino una comparación. Santos ha publicado el texto (larguísimo, farragoso, pero útil, del Acuerdo de La Habana); llevó a las conversaciones a grupos de víctimas (incluso a mí me invitaron, pero no quise ir, pues no me siento víctima ya); y ahora lo somete al veredicto del pueblo.
Los acuerdos con los "paramilitares" condujeron a la desmovilización de esas bandas y la desaparición de las Autodefensas Unidas de Colombia, lo que hay ahora es una nueva Constitución con buena parte del territorio en manos de una organización criminal cuyo negocio de la cocaína queda sencillamente legalizado. No hablemos del tribunal que nombrarán ellos mismos. No importa, los lectores españoles desconocen todo eso y creen que de algún modo Uribe era amigo de los paramilitares mientras que Santos es ajeno a las FARC (porque es su contrario, la vieja oligarquía). Lo que hace Abad es sencillamente engañar. ¿Alguien recuerda a las víctimas que llevaron a La Habana? ¡No pudo ir el general Mendieta, víctima de un secuestro monstruoso porque el ínclito profesor Carlos Medina se lo impidió! Es injusto decir que Abad sea un jefe terrorista, es algo peor, es un desalmado que promueve el crimen, prospera gracias a él y maquina engaños para conseguir sus fines.
Si en el caso de los asesinos de mi padre yo estaba de acuerdo con un pacto de impunidad, con la única condición de que los paramilitares contaran la verdad y dejaran de matar, creo tener autoridad moral para decir que también estoy de acuerdo con el Acuerdo de Paz con las FARC, los secuestradores de mi cuñado. En el caso de las FARC, también acepto una alta dosis de impunidad a cambio de verdad. Tengan en cuenta además que por delitos atroces, entre los cuales se incluye el secuestro, no es cierto que en este acuerdo haya impunidad total. Los responsables pagarán hasta ocho años (si lo confiesan todo antes de que empiece el juicio) de “restricción efectiva de la libertad”, no en una cárcel corriente, sino en condiciones que el Tribunal Especial para la Paz decidirá. Y si la confesión ocurre durante el juicio, esos ocho años los pasarán en una cárcel normal. Y si no confiesan y son derrotados en juicio, la pena será de 20 años en cárceles del Estado.
No me parece apropiado poner en duda la moralidad de Vargas Llosa, sólo su avilantez opinando sobre asuntos que desconoce, movido por el hábil halago de miserables como este Abad. ¡Resulta que él sólo quería que los "paramilitares" (que no tenían nada que ver con quienes mataron a su padre porque en esa época no existían las AUC ni estaban activos los Castaño) DIJERAN LA VERDAD. Hete aquí que se da por sobreentendido que las FARC van a decir la verdad de los 16.000 secuestros que se les atribuyen y de la violación de muchos miles de niñas (a las que obligan a abortar), así como de las miles de atrocidades cometidas. De hecho, realmente, la impunidad y elegibilidad y hasta la misma persistencia de la banda serían aceptables si se pudiera conocer toda la verdad, no sólo de los crímenes terroristas sino de su entorno y sus cómplices. Baste ver las respuestas que dan al reclutamiento de niños para saber cuál es la verdad que aportarán. ¿Cómo va a saber eso el lector español si no lo entiende Vargas Llosa? No hablemos de lo que se puede esperar del "Tribunal Especial para la Paz" nombrado por los propios terroristas. La desfachatez de este hombre es más perversa que el peor de los crímenes terroristas.
Así que no estoy de acuerdo con mi excuñado, a quien comprendo y admiro y sigo queriendo igual, en que se haya firmado un acuerdo de impunidad total. Fue un acuerdo muy generoso con las FARC, sin duda, y ojalá la guerrilla hubiera aceptado pasar siquiera dos años en la cárcel, que es a lo que aspira Federico. Pero esto fue lo mejor que el Gobierno pudo lograr, tras cuatro años de duras negociaciones, con una guerrilla que no estaba completamente derrotada.
¡Pobre gobierno! Tras varios años apenas consiguió eso de las FARC (cuyos crímenes se multiplicaron entre 2010 y 2015 gracias a que se prometía premiarlos y a que la máquina de exportación de cocaína por Venezuela necesita operar con el máximo rendimiento). La desfachatez con que se juzga a unos miserables como De la Calle o Jaramillo favoreciendo la recuperación de la industria de la cocaína (Colombia ha llegado a ser de nuevo el principal productor, cosa que es la principal tarea del gobierno, lo cual se comprueba con la actuación del ministro de Salud, otro amigo de Abad, en contra del uso del glifosato) como búsqueda de castigo de los terroristas sólo es otra forma de obrar criminal.
Cuando escribo para España, o cuando hablo con españoles, algunos esgrimen el ejemplo de ETA para decirme que el Estado no puede ser condescendiente con los terroristas ni puede perdonar. No creo que los casos se parezcan ni se puedan comparar. Las FARC nacieron en un país violento, muy desigual y muy injusto, lo que no las justifica, pero sí explica en parte su furor. La guerrilla de las FARC llegó a tener 20.000 hombres en uniforme; llegó a tomarse la capital del departamento (Estado) del Vaupés, Mitú. Ejerció control y dominio (como un Estado alternativo que impartía “justicia” y resolvía líos domésticos) en amplios territorios rurales.
La injusticia no justifica a los terroristas pero la vieja propaganda siempre busca hacer pensar que los terroristas se levantaron contra ella. Falso hasta asquear. El proyecto comunista en Colombia existe para favorecer la desigualdad y lo promueven los clanes más altos de las castas dominantes. Baste comparar los ingresos y las pensiones de los funcionarios favorecidos por los sindicatos comunistas (es decir, por el poder de intimidación y el dinero de las guerrillas) para entenderlo. La injusticia y la desigualdad no son la causa de las guerrillas sino su fruto. Tal vez no lo entienda Vargas Llosa, la verdad es que ese nivel de comprensión no lo alcanza nunca en sus artículos de prensa (cuando Vargas Llosa era compadre de García Márquez, antes de enemistarse con él por cuestiones personales, Octavio Paz señalaba que el colombiano representaba a las guerrillas hispanoamericanas en los restaurantes y bares de Barcelona). Tampoco lo entienden los españoles. He hablado con muchos cientos de ellos y no recuerdo a ninguno que no crea que las guerrillas son campesinos oprimidos que se levantan contra la injusticia. También creerán que la toma de Mitú por unas horas es como la de una capital de provincia española, de ese nivel es el engaño.
Las FARC han sido una guerrilla despiadada, sanguinaria, sin duda. Una guerrilla que cree firmemente y con fanatismo mesiánico en la última religión del siglo XX, el comunismo marxista leninista. En la lucha armada, en su ideología, en sus actos de terror, creo que la guerrilla se equivocó de un modo atroz. Pero en más de medio siglo de desafío al Estado no ha podido ser derrotada por las armas. Colombia tiene el presupuesto de seguridad más alto de América Latina; tiene el Ejército más numeroso; gastamos en armamento lo que no nos gastamos en salud o educación. Tuvo un presidente, Álvaro Uribe, cuya mayor obsesión durante ocho años fue exterminar a la guerrilla que había matado a su padre. La debilitó mucho, las FARC quedaron en menos de 10.000 efectivos, pero tampoco la pudo derrotar. Su ministro de defensa, Juan Manuel Santos, llegó al poder y, al verla debilitada, les volvió a ofrecer lo que todos los presidentes anteriores (incluyendo a Uribe) les habían ofrecido: unas conversaciones para llegar a un acuerdo de paz. Y Santos acaba de conseguir lo que ninguno de los presidentes anteriores consiguió: que las FARC se plegaran a dejar las armas y aceptaran convertirse en un partido político con garantías de seguridad e incluso con una mínima representación en el Congreso en las próximas elecciones.
La vieja propaganda, el Estado no pudo vencer a las FARC. Pero al final del gobierno de Uribe no existían en zonas pobladas, realmente más bien tenían bases en Venezuela y Ecuador. Y de hecho la única fuerza de las guerrillas es su agencia de cobro, la vasta red de medios, universidades, sindicatos y demás frentes del Trust Münzenberg. Las campañas de calumnias contra el gobierno de Uribe tenían por objeto mantener esa invencibilidad. Y Santos tenía el propósito de negociar "la paz" desde mucho antes de ser ministro de Uribe (cuya patética ineptitud y tosquedad son la mejor baza de los terroristas). El primer jefe de las bandas terroristas en Colombia es su hermano mayor, ligado directamente a los Castro. Mentiras y más mentiras para reforzar lo que la propaganda hace creer a la gente, la vieja propaganda.
En todas las familias hay uno que otro envidioso; se sienten celos aun entre los hermanos. Por eso entiendo tan bien, por eso me parece tan comprensible, tan humano, que los dos presidentes anteriores (Pastrana y Uribe) sientan celos porque Santos haya logrado lo que ellos buscaron sin conseguir. Se entiende también que quieran adoptar para su envidia una máscara más noble, la máscara de la “impunidad”. Pero estoy seguro de que, si ellos estuvieran en el poder, ofrecerían una impunidad igual o mayor que esta. Un presidente mucho más viejo, casi centenario, lúcido, ya curado de espantos y mucho más allá del bien y del mal, Belisario Betancur, un presidente que estuvo a punto de firmar la paz con la guerrilla hace 30 años, pero que fue saboteado por la extrema derecha (mezcla de paramilitares, terratenientes y una franja del Ejército) mediante el exterminio de líderes de izquierda y de todo un partido político, la Unión Patriótica, este viejo presidente, en cambio, conservador y católico, votará por el sí. También Gaviria y Samper harán campaña por el sí.
Yo nunca he sido admirador de Vargas Llosa, pero al leer este párrafo siento verdadera vergüenza ajena. ¡Resulta que Uribe y Pastrana sienten celos de que Santos lo logre! Más ridículo no puede ser. Más miserable que creer que la paz de Betancur con las FARC no funcionó porque los Castaño mataran a unos cientos de terroristas desarmados años después de que fracasaran los diálogos no se puede ser. Los españoles no saben que la negociación de paz de Betancur es el verdadero origen del poder de las FARC, que aprovecharon la legalidad para instalarse en muchas regiones, en las que operaban como partido armado secuestrando y extorsionando. El interesado en el proceso de negociación y sus frutos sólo tiene que mirar este gráfico sobre el número de homicidios relacionados con el "conflicto armado"..


Burdas mentiras, vieja propaganda. Desgraciadamente los colombianos creen más en lo que les dicen que en lo que ven (cuanto más rubia sea una persona y cuanto más lejos viva, más se tendrán en cuenta sus opiniones). El partido "Unión Patriótica" sólo eran las FARC, o sea, sólo era el Partido Comunista, y sus líderes, como Luis Eduardo y Angelino Garzón, son en nuestra época vicepresidentes y ministros.
Termino: las historias familiares, que son como una novela real, me han obligado a sentir y me han enseñado a pensar mucho sobre el sufrimiento, sobre la justicia y la impotencia, sobre la humillación y la rabia, sobre la venganza y el perdón. Escribir la injusticia que se cometió con mi padre, el asesinato de un hombre bueno, me curó de la necesidad de aspirar a ver en la realidad la representación de la justicia (una cárcel para los asesinos). De alguna manera yo siento que pude hacer justicia contando la historia tal como fue. Seguramente si mi cuñado hubiera podido contar la historia de su secuestro, como lo hicieron Ingrid Betancourt o Clara Rojas, ahora estaría más tranquilo y en el mismo grupo de ellas, el grupo de los que apoyamos el sí. Es por eso que ahora que he contado la historia de Federico, y ahora que he explicado mi posición para un periódico español, yo le preguntaría a mi excuñado lo siguiente: ¿no es mejor un país donde tus mismos secuestradores estén libres haciendo política, en vez de un país en que esos mismos tipos estén cerca de tu finca, amenazando a tus hijos, mis sobrinos, y a los hijos de tus hijos, a tus nietos? La paz no se hace para que haya una justicia plena y completa. La paz se hace para olvidar el dolor pasado, para disminuir el dolor presente y para prevenir el dolor futuro.
Conforme, que no vayan a la cárcel. No es el problema, es la presentación mentirosa del problema para los lectores de El País, cuyo nivel (mezclado con arrogancia y afán de protagonismo) muestra tener Vargas Llosa. Las FARC no entregan realmente las armas ni se desmovilizan ni se disuelven ni desisten de implantar su régimen ni dirán la verdad ni pedirán perdón ni renuncian a sus negocios criminales, sencillamente se los premia y se les entrega poder gracias a los impresionantes recursos de la conjura castrista (el lector de El País podría preguntarse qué mueve a ese periódico a una pasión tan grande por la paz en Colombia). La paz es el verdadero negocio terrorista, gracias a Betancur se multiplicaron, gracias a los gobiernos posteriores se apropiaron del Estado y mataron a muchas más personas y ahora se apropian completamente del país. El interesado en el tema debería leer este artículo de Fernando Londoño en el que se explica muy bien en qué consiste el acuerdo.

(Publicado en el blog País Bizarro el 23 de septiembre de 2016.)

martes, octubre 11, 2016

Todo el mal que manda Karl Marx desde la luna


En una entrevista publicada recientemente el coronel Luis Alfonso Plazas Vega alude a los infinitos atropellos de que fue víctima y a la infinita corrupción judicial que evidencian, y que todo el mundo puede comprobar. Voy a tratar de comentar esa forma de obrar del poder judicial (resistiendo a la tentación de reprochar al coronel su benevolencia con la corte que anuló su proceso porque las atrocidades del proceso eran demasiado evidentes; no hay que olvidar que es la misma caterva de hampones que condenó a Andrés Felipe Arias a 18 años de prisión en un juicio más infame si se quiere que la misma persecución al coronel) y a explicar de qué modo me parece que no es un fenómeno nuevo ni sin conexión con la cultura colombiana tradicional.

Hidalgos y pícaros
En 711 los musulmanes entraron en la península ibérica y conquistaron la mayor parte del territorio. Los frenó Carlos Martel, el abuelo de Carlomagno, en la batalla de Poitiers (732). En la península un caudillo de la actual Asturias creó un reino independiente a partir de 722. Desde entonces, los reinos cristianos surgidos en la región nororiental tuvieron como actividad principal y como mayor fuente de riquezas la guerra de "reconquista". Y los guerreros ligados a las cortes de los reyes fueron el grupo social dominante hasta la caída del último reino musulmán. Los descendientes de esos guerreros constituyeron la clase de los hidalgos, poco dados al trabajo y muy seguros de merecer privilegios por las hazañas de sus antepasados.

La conquista de América fue la ocasión para que esos guerreros-funcionarios mantuvieran su hegemonía en la sociedad y, junto con la contrarreforma católica, determinó un retroceso de la economía productiva: el país era rico pero la mayoría estaba excluida de esa riqueza, y el trabajo, además de delatar la condición social baja (el pintor Diego Velázquez pasó la vida intentando demostrar que sus antepasados no habían trabajado), proveía menos rendimientos que en otros países europeos a los que no llegaban directamente las riquezas de América, en una versión temprana de la llamada "enfermedad holandesa".

De modo que las ciudades españolas del siglo XVI estaban llenas de individuos "sin oficio ni beneficio", dedicados al "rebusque" para sobrevivir. Se los llamó "pícaros" y dieron lugar a un género novelesco muy importante. Hidalgos y pícaros fueron trasplantados a América y prácticamente siguen siendo los modelos de los colombianos actuales, cuya cultura procede de la emigración de ese siglo.

Jueces y señores
Entre 1549 y 1739, periodo que es más de un tercio del transcurrido desde el Descubrimiento de América, el territorio de la Nueva Granada estuvo administrado por un ente judicial, la Real Audiencia. ¿Qué administraban esos oidores? El saqueo del territorio y la esclavización de los aborígenes. Además de gobernar y juzgar, era obvio que tenían intereses particulares (los propios cargos se compraban), sencillamente, eran miembros de la casta de hidalgos y se hacían potentados en el nuevo territorio, a veces volvían ricos a la península, otras establecían su señorío en las nuevas tierras. 

Es importante prestar atención a ese aspecto "informal" de la administración de justicia porque la división de poderes no es natural, fue concebida en el siglo XVIII e implantada en el XIX en los países avanzados. En Hispanoamérica nunca ha llegado a ser realidad, siempre hay un "gobierno" oculto que simplemente corresponde al interés de las castas de hidalgos. Los jueces son los parientes y vecinos de los legisladores y de los administradores y las leyes se cambian siempre que convenga o se interpretan como se quiere. Eso sigue ocurriendo y los movimientos revolucionarios SÓLO son, respecto a la división de poderes como respecto a toda forma de implantación de la ley "burguesa" (extranjera y disolvente del orden jerárquico) formas de resistencia.

Una vez me enteré de que a finales del siglo XIX se había legalizado el aborto en Colombia. ¿Cómo llegó el país más pazguato del mundo a ser tan "moderno"? Sencillamente habría alguna urgencia en alguna familia importante; la ley es un disfraz, los que mandan hacen lo que quieren. El poder judicial es un instrumento de las camarillas del poder, que a su vez dirigen y representan a las castas de descendientes de los hidalgos. La iniquidad es un resultado obvio, por eso resulta ingenuo suponer que los jueces actuales se han "corrompido".

La herencia de Karl Marx
Por donde no puede haber una salida a la miseria y desesperación actuales es imaginando unas sociedades tolerables en Hispanoamérica antes de que llegaran el comunismo o la cocaína. Es al contrario, la cocaína reproduce las fuentes de riqueza y la forma de producción de los siglos coloniales, con esclavos cuyos cuerpos se destruyen en las labores de producción y sin la menor garantía para su vida. También el secuestro era una actuación normal en las primeras décadas de la Conquista.

Y el comunismo prospera porque cae en el suelo abonado por la esclavitud de siempre. El caso de Cuba lo muestra todo. La proporción de esclavos era mayor que en las demás colonias americanas y la abolición tuvo lugar después. La presencia estadounidense a partir de 1898 aceleró la integración en la economía capitalista y la desesperación de las castas de hidalgos. La insurrección de Fidel Castro poco tenía que ver con el comunismo por mucho que su líder hubiera tenido relaciones antes con los soviéticos. El Partido Comunista cubano era leal a Batista (con el que había gobernado antes de la dictadura) y sólo en los últimos meses de la guerra tuvo contactos con los insurrectos. Sencillamente, la dictadura se percibía como ilegítima y eso alentaba los sueños de miles de aventureros, y las castas de hidalgos tenían sobrados motivos para abrazar un discurso nacionalista que condujera a un "empoderamiento" de los cubanos (de los cubanos blancos y relacionados con el nuevo poder para tener empleos públicos) respecto de los estadounidenses. Si encontraron el comunismo fue sólo porque necesitaban protección a la hora de apoderarse de todo, cosa que agradó muchísimo a la mayoría que importaba en el país (los blancos).

Tampoco Chávez era propiamente comunista ni recibió votos como comunista. La alianza con los cubanos le proporcionó la organización y la tecnología de dominación, así como el apoyo de amplios sectores en todo el continente. Si consiguió ganar las elecciones en 1998 fue porque representaba a los militares, que son a Venezuela lo que los profesores universitarios a Colombia, el reducto nuclear de las castas de hidalgos. Muy pocos de esos militares tenían la menor relación con el comunismo, simplemente hicieron lo que siempre habían hecho y se aliaron con los cubanos que les ayudaban a enriquecerse como parte de un régimen dictatorial.

Lo mismo en Colombia: la hegemonía de los comunistas entre los empleados públicos no tiene tanto que ver con la "sociedad sin clases" y la "explotación" (por no hablar de la plusvalía) cuanto con los privilegios inverosímiles de los descendientes de hidalgos. No se trata de las ideas de Marx (que ciertamente son criminales) sino de la disposición al parasitismo de las clases afortunadas de sociedades esclavistas.

El bárbaro que todos llevamos dentro
Hay muchos colombianos que se oponen a Santos y a las FARC y que también son resueltamente anticomunistas, pero después de considerarlos amigos leales y afines ideológicos los descubro escandalizándose de mi rechazo a la "acción de tutela". Si son abogados es seguro que defenderán esa genial institución.

Bueno, se habla de la corrupción del poder judicial porque se considera que la "majestad de la justicia" se ultraja cuando se ven las conductas propias de pícaros (y no de hidalgos) que observan muchos jueces. Las concusiones, falsedades, prevaricatos y demás delitos de esos funcionarios indignan (más bien sólo a los perjudicados), pero eso ocurre porque no se presta atención al conjunto.

En alguna parte leí que la principal actividad de la mayoría de los jueces colombianos es resolver tutelas. La acción de tutela es algo mucho peor que todas las corruptelas baratas. Es sencillamente la abolición del derecho. Pero a los colombianos no les molesta porque corresponde a su tradición y a sus valores.

La esencia del derecho es la rigidez del lenguaje. Un contrato en el que se pudieran entender cosas distintas sería de por sí un fraude, al igual que un código ambiguo. La acción de tutela devuelve el orden social a la época de la Real Audiencia, en la que unos jueces-señores dictan, cambian y aplican las leyes que quieren. Eso porque los "derechos fundamentales" que reconoce la Constitución de Pablo Escobar y el M-19 son ambiguos e interpretables, y le permiten al juez decretar lo que le dé la gana, es decir, lo que le pide (y a menudo paga) su compañero de facultad, o su pariente, o su vecino. La casta de hidalgos tiene todo el poder para disfrutar de la esclavitud gracias a esa institución. El que tenga un conflicto con alguien más poderoso o mejor relacionado tiene todas las de perder, salvo que invierta buenas cantidades en el abogado que puede hacer entender al juez el "derecho a la salud" del modo que conviene. Si es el caso de un proveedor de servicios sanitarios, la eficacia de su gestión se verá reducida porque siempre habrá que pagarle un tributo al gremio de juristas que puede pasar tranquilamente por encima de los contratos firmados.

El terrorismo comunista y el tráfico de cocaína no surgen de las "ideologías foráneas" sino que EXPRESAN a la sociedad colombiana. La ligereza con que casi todos los funcionarios y casi todos los profesores y casi todos los periodistas y miembros de la farándula acogen una ocurrencia monstruosa como hacer legisladores a los asesinos lo demuestra. La tolerancia generalizada con la abolición de las leyes también. Pero es más fácil encontrar en el judío discípulo de Hegel la encarnación del diablo e imaginarse un paraíso en el que criaturas perfectas habitaban en armonía antes de la caída en la tentación que ese diablo maquinó.

(Publicado en el blog País Bizarro el 8 de septiembre de 2016.)

lunes, septiembre 12, 2016

El Centro Democrático y el plebiscito


Los políticos del CD han rechazado siempre la refrendación de "la paz" porque prefieren acuerdos en que se los incluya, de ahí que muchos uribistas divulgaran una columna de Mauricio Vargas en la que advertía que la refrendación es "peligrosa" (es decir, que se corre el riesgo de que la gente vote no), y que el mismo Uribe divulgara un artículo de Juan Lozano en el que se le reprochaba a Santos que les quedara mal a las FARC, a las que les habría prometido celebrar una Asamblea Constituyente.

De modo que la declaración de exequibilidad por parte de la Corte Constitucional es una gran contrariedad para Uribe y su séquito. Tienen que optar por el "no" y eso no les agrada en absoluto porque la propaganda los describirá como enemigos de la paz (y que nadie se engañe, "la paz" es "la negociación de paz") cuando ellos sólo quieren que los dejen participar. Es una apuesta que no quieren ganar porque no creen en nada que no sean sus carreras y negocios, y que en caso de perder significaría la legitimación rotunda de Santos y las FARC.

Prueba de lo anterior es el comunicado en el que anuncian su apoyo lamentando que sea la única opción que les dejan y eso sí, aclarando que es su forma de decir "sí a la paz":
Solamente nos queda la opción de decir SÍ a la paz votando NO al plebiscito.
¿Qué es "la paz"? Mejor dicho, ¿cuál es la guerra? Lo que la propaganda del narcorrégimen llama "guerra" es el intento de aplicar la ley penal, pues nadie va a matar a soldados legítimos que representen a algún sector de la población. "La paz" en el comunicado uribista significa lo mismo que en la propaganda de las FARC: "la negociación de paz", que es la abolición de la ley penal y el reconocimiento del infractor como agente legítimo. El penoso texto del CD es coherente con su trayectoria: no condenan que se premie el genocidio, sólo que no los incluyan a ellos en las negociaciones.

Pero si la toma de partido por el "no" es una mala noticia para el uribismo, aún peor lo es para la causa del rechazo a la infamia de La Habana. La dilatadísima campaña de calumnias contra Uribe les resultaría a los asesinos sumamente útil porque los ciudadanos tendrían que escoger entre "la paz" y el "paramilitarismo", es decir, encontrarían a muchos idiotas útiles a los que podrían convertir en activistas con ese cuento. Pero eso no importa tanto como otra cosa: que al identificarse el "no" con el uribismo no queda ninguna opción para el rechazo a la componenda con las FARC, sólo una batalla entre pequeños matices cuyo resumen son las cuotas de poder que quedarían para los uribistas y la benevolencia del hampa judicial.

El plebiscito sería muy fácil de ganar: nadie cree en Santos, su popularidad es bajísima, y todo el poder que entrega a los terroristas escandaliza a la inmensa mayoría, por no hablar de que tantos años de ruido sobre "la paz" hacen pensar en aquello de que "no se puede engañar a todos todo el tiempo". El votante no puede dejar de ver que votar SÍ es complacer a los secuestradores y asesinos, y la opción resulta muy clara, por muchas presiones que haya.

Pero no se ganará porque el bando del NO lo representa esta gentuza, que no quiere ganar ni defiende ningún valor (el que lo dude debe leer esta perla de cinismo y bajeza inverosímiles). Si tuvieran el menor interés en hacer frente a la implantación de la tiranía formarían un frente por el NO con Pastrana y las demás figuras políticas, periodísticas, intelectuales, etc. independientes que se pronuncien en contra de los propósitos de Santos. No lo harán porque sus cálculos son las componendas con el Partido Comunista (es decir, con Angelino Garzón y otros personajes similares) y con el MOIR (que tiene una secta en el interior del CD) en aras de quedar bien situados en el nuevo orden, no importa que su presencia sea meramente decorativa, sigue habiendo quien vote por amor al Gran Timonel y provea así sustanciosos sueldos de senadores y representantes.

Los engaños de Santos son sencillamente la continuación de las atrocidades de las bandas terroristas y tienen el mismo fin. Los totalitarios representan a una minoría entre la población, sencillamente a los usufructuarios del Estado, cuya genealogía es muy fácil de hacer remontar hasta los primeros encomenderos, pero se imponen gracias a que cuentan con estos adversarios estrechos de miras y atrozmente turbios.

Todo el que los siga acompañando se hace cómplice de la implantación del régimen comunista y la abolición de la ley porque ellos no están oponiéndose a lo primero ni defendiendo la segunda, sino salvando sus puestos y rentas.

(Publicado en el blog País Bizarro el 4 de agosto de 2016.)

jueves, septiembre 08, 2016

Navarro vs. Arboleda

Por @ruiz_senior

El adalid
Lo que le dijo Luis Emilio Arboleda a Navarro Wolff es lo que sienten millones de colombianos ante la infamia que les están imponiendo sin haberlos consultado nunca. Es la voz de los esclavos contra los amos, que con todo descaro van a engañarlos y a amenazarlos. Valdría la pena atender a cada una de sus frases porque los colombianos tienen que decidir muy pronto de qué lado están, no sólo por el plebiscito sino porque el resultado del atajo de la paz negociada ya incluye adoctrinamiento de niños mediante chantaje, presencia de militares cubanos en Colombia, gasto público desmesurado en propaganda legitimadora del terrorismo y continua persecución judicial y periodística contra cualquiera que discrepe del pensamiento obligatorio que imponen los asesinos y sus compañeros universitarios en las redes sociales.

Comentaré lo aparecido en Noticias Caracol porque el resumen de los periodistas da suficiente información para comentar el discurso:
"Las FARC no tienen entrada ni los terroristas en Medellín."
¿Por qué no va un ciudadano a defender su ciudad contra unos asesinos que han cometido los peores crímenes de la historia reciente del continente americano? ¿Cómo no aplaudir el valor de enfrentarse a esos poderosos asesinos para mostrarles su rechazo?
"No señor, no nos van a atropellar." 
¿No tiene la gente derecho a resistirse a que la atropellen? ¿O es que la imposición de un acuerdo que no estaba en el programa electoral de Santos no es un completo atropello y la abolición de todo vestigio de democracia, pues la voluntad del pueblo no representa nada? ¿Cómo no aplaudir la firmeza con que expresa la voluntad de los hombres libres ante la imposición de los asesinos?
"No se dejen engañar porque ustedes no saben por qué van a votar y ese mal llamado acuerdo de paz nos va a llevar es a una guerra."
¡Exacto! ¡De eso se trata la propaganda de los asesinos y sus socios corruptos! De engañar a la gente para votar por la abstracción "paz" que sólo es el rótulo de la implantación de la tiranía como en Venezuela y Nicaragua. Y esa tiranía no la podrán imponer completamente sin multiplicar el terror (como en Venezuela y Nicaragua) y sin que la gente se deje someter precisamente porque ni Santos ni los terroristas la representan. El uno defraudó a sus electores y es rechazado por la inmensa mayoría y los otros no han hecho más que cometer atrocidades y hacer sufrir a los colombianos. ¿Cómo no aplaudir el acierto en denunciar esa infamia y en advertir de los trastornos que traerá el premio a los peores sociópatas, que no se van a volver buenos ciudadanos porque a los intereses de imagen de pequeños canallas como Juanes o Falcao y algunos millones más les convenga creer y hacer creer que va a ser así?
"Para poder haber paz tiene que haber un arrepentimiento y un sometimiento a la justicia, y entrega de armas y reparación."
¡Claro que sí! La pregunta que le ofrece la vida a un colombiano es muy sencilla, y las posibilidades de triunfo del NO en el plebiscito son elevadas, porque sólo hay que comprobar si hay alguna inexactitud en esa frase, si es que puede haber paz con criminales que no se arrepienten ni respetan las leyes que violaron sino que llegan a imponer las suyas, mientras que se mantienen armados burlándose de sus víctimas. Millones de colombianos seguirán a la farándula y a las presiones de los paniaguados del régimen y aun a la amenaza descarada de muerte sobre los ciudadanos que expresaba Santos hace poco. Pero ¿cuántos podrán mirar en su interior y sentir que pueden refutar lo que DICE Luis Emilio Arboleda? Esa frase desnuda directamente al "amigo de la paz", que llega con todo descaro a cobrar la extorsión de sus socios, sea Santos o Navarro. O que se suma a ellos por servilismo y cobardía y falta de respeto de sí mismo (como los jovencitos inconscientes en quienes se suman la ignorancia, la estupidez, la frivolidad y el servilismo y llegan a sumarse a una "moda" tan abominable). ¿Cómo no admirar la lucidez con que Arboleda expresa la encrucijada de Colombia hoy?

El asesino
Vale la pena detenerse en lo que dice Navarro Wolf, que se resume en un tuit con este texto.
"Que los colombianos escojan. O se imponen los que más gritan o se imponen las ideas. Esa es la lección de lo de ayer en Medellín."
Muy elocuente, muy acertado. ¡Lo que dice Luis Emilio Arboleda no contiene ideas! ¿Cómo explicarlo? ¡Limpiarse lo colombiano es experimentar una completa iluminación! Frente a si debe haber arrepentimiento para que haya paz, o si los asesinos deben someterse a la justicia, o si deben entregar las armas, o si la propaganda pacifista es un engaño, el asesino del indefenso sindicalista José Raquel Mercado exhibe sus modales! ¿Cuántos colombianos se sienten mal ante semejante "idea"? Dios mío, ¿cuáles son los "argumentos" por los que los miles de millones de dólares obtenidos secuestrando niños y ancianos resultan legales y les sirven a quienes los tienen para comprar poder e influencia política? La única "idea" de Santos y todos los amigos de la paz es el MIEDO, exactamente como cuando Navarro y compañía cobraban el secuestro de los niños Álvarez Murillo, ellos, los intelectuales de la Universidad Nacional, contra el ignorante que tenía muchos millones, ellos educados y tranquilos contra el patán vociferante y rabioso. No han salido de eso, siguen viendo a los colombianos como las presas a las que pueden despojar y humillar sin el menor pudor.

El pasado de Luis Emilio Arboleda

La publicación de la biografía
(?) de Luis Emilio Arboleda es la continuación del mismo juego, de la misma lógica: todo lo que concierne a la izquierda y el terrorismo es el esfuerzo de persistencia de un orden de dominación antiguo que se siente amenazado por la democracia liberal. Los recursos son de una ordinariez, de una bajeza, de una tosquedad intelectual y moral que dejan ver el contenido real de "la paz".

El único texto que he encontrado al respecto, creo que el más publicitado es uno de una página llamada Publimetro.
El hombre que gritó a Navarro fue identificado como Luis Emilio Arboleda Arenas, y en Blu Radio reconoció que apoya al Centro Democrático y su líder Álvaro Uribe, y que había gritado a Navarro porque le parece "indigno" que haga esta campaña, y aseguró que no atacó ni a Navarro ni a nadie.
Cuando escriben "El hombre que gritó a Navarro fue identificado como...", buscan que parezca como si hubiera cometido un delito u ocultara su identidad. ¿Dirían lo mismo de alguien que no cree que para que haya paz tiene que haber arrepentimiento y sometimiento a la justicia? De eso sale Luis Emilio Arboleda convertido en un criminal mientras que los que mandan niños bomba son agentes de paz (mientras que los crímenes se hacen pasos necesarios para llegar a esa "paz"). Pero la segunda frase es mejor: ¡los supuestos malos modales de Luis Emilio Arboleda se usan para perseguir a Uribe porque él se declaró partidario del CD! Insisto, algún día me lo agradecerán: no hay verdadera humanización posible para el que no tome la determinación de limpiarse lo colombiano. Conozco a un admirador de Teresa de Calcuta y una vez supe que ese buen ciudadano era aficionado a ver pornografía. ¿Ven hasta qué punto es repudiable Teresa de Calcuta? Dios mío, puto muladar. Los recursos públicos se gastan en hacer ricos a canallas degenerados como los que escriben eso. Del mismo jaez es la frase siguiente, con las comillas en "indigno", como si ir a proponerle a la población que acepte como sus gobernantes a quienes la han masacrado y torturado y robado y humillado fuera algo muy digno. ¡Qué malos modales tiene el que considera indigno cobrar los crímenes intimidando a la población!

[...]

A pesar de esto, usuarios de redes sociales investigaron el pasado de Arboleda, y se encontraron con un caso de hurto por el que pasó 14 meses en la cárcel Bellavista de Antioquia en 2003, así como otro caso judicial al no responder por un hijo extramatrimonial.
Vamos a suponer que sea verdad y que la condena por hurto fuera justa, lo cual exige un esfuerzo de tolerancia enorme porque ¿hay alguien más despreciable en el mundo que un juez colombiano como los que condenan a militares inocentes porque reciben incentivos de diverso tipo de los asesinos? A mí esas personas me parecen el peor extremo de vileza concebible, alguien como Eichmann resultaría casi respetable. Pero aceptémoslo. ¿Perdió Luis Emilio Arboleda a raíz de esa condena o de la siguiente por no "responder" por un hijo extramatrimonial el derecho a opinar o a participar en política? ¿Esa condición suya de persona con antecedentes penales afecta al sentido de sus afirmaciones? Un colombiano no piensa en eso, sabe en qué estrato debe estar, no en el de los que cometen hurtos que los llevan 14 meses a la prisión sino el de los que matan personas indefensas y conspiran con Pablo Escobar para destruir las instituciones y gracias a eso llegan a senadores, alcaldes y gobernadores. PORQUE SIN ESOS CRÍMENES NAVARRO NO HABRÍA SIDO NADA. ¡Qué desprecio les inspira el que deja ver en sus propios errores que es de estrato 2 y a lo sumo 3, no como Navarro que hasta fue esposo de la respetada escritora Laura Restrepo, de las mejores familias del país!

Así son los ciudadanos siempre, han cometido errores y han pagado por ellos y tienen derechos porque NO HAY UNA RAZA DE DELINCUENTES, o mejor dicho, sí la hay en el sentido en que la dominación de los asesinos como Navarro Wolff es sólo la vieja esclavitud a que los conquistadores sometieron a los aborígenes. Luis Emilio Arboleda es un tipo de condición humilde que habla atropellado y con fuerte acento paisa y tuvo problemas con la justicia, no como la casta de doctores que escriben en Publimetro y obtienen rentas fabulosas al lado de Navarro Wolff y el gobierno de Santos. Las ideas de Arboleda, que he comentado arriba, son lo que define a la humanidad y a las personas veraces y rectas y limpias, mientras que las falacias e intimidaciones de los "amigos de la paz" sólo son el lucro y el poder que intentan obtener de los secuestros y asesinatos en masa y violaciones de niñas.

Un ciudadano valiente hace más que toda la propaganda miserable y perversa de Santos y el crimen organizado que lo acompaña. Esa verdad es evidente para Luis Emilio Arboleda y lo es para mí, y estoy seguro de que cualquier ciudadano honrado de cualquier país que se enfrente a los hechos pensará lo mismo. Todo mi apoyo y admiración. Ojalá sea el de millones. Ojalá esa rabia justificada lleve a una derrota total de Santos en su plebiscito y al fracaso de la tiranía proyectada.

(Publicado en el blog País Bizarro el 31 de julio de 2016.)

domingo, agosto 28, 2016

Salir del narcorrégimen

Antes de que la cocaína fuera la industria decisiva en Colombia (gracias a la extrema concentración de recursos en pocas manos y a la relación de las mafias con el Estado, de cuya benevolencia e ineficacia depende), el país era de todos modos miserable, violento, injusto y primitivo. Pero, como es bien sabido, la nueva industria multiplicó la corrupción política y judicial y reforzó la mentalidad gansteril tradicional.

La minoría comunista es la principal beneficiaria de esa industria. Desde mucho antes, el pequeño grupo de conspiradores y lagartos que buscaban prebendas soviéticas y cubanas fue haciéndose hegemónico en las universidades y reforzando lazos antiguos con los clanes del poder, pero las perspectivas de riqueza que generó la cocaína y la participación del régimen cubano y sus maquinadores hizo posible un control hegemónico de la función pública y también de los medios de comunicación, en gran medida porque los grupos económicos que los poseen son elementos imprescindibles del lavado de activos y el control de las inversiones de los dueños del negocio.

Es de la máxima importancia entender la afinidad ineluctable entre el proyecto totalitario y los negocios criminales, toda vez que las posibilidades de revolución obrera o agraria siempre han sido nulas en Colombia. Una fuente de recursos excepcional multiplica el poder de la conjura a la vez que la propaganda "forma" en los colegios y universidades a quienes contribuirán de diversas maneras a la expansión del negocio. Un elemento central de esa propaganda es el menosprecio de la ley. Los alumnos de Jaime Pardo Leal en la Universidad Libre aprendían ante todo que "El derecho no es más que la voluntad de la clase dominante erigido en ley". Si lo que prohíbe matar, secuestrar, violar niñas o mutilar a miles con minas es esa voluntad, sólo hace falta reemplazarla para que sea lícito hacerlo.

El hecho cierto es que desde el fin del Frente Nacional, y tal vez aplicando un proyecto de largo aliento cuyo primer mentor sería López Michelsen (junto con los jefes comunistas de los años cuarenta y cincuenta), Colombia ha sufrido esa doble hegemonía, de los agentes del régimen cubano en la función pública, en los medios de comunicación y en las universidades, y de la industria de la cocaína en la economía y la política. A estas alturas ya son lo mismo: la cocaína la producen y exportan las FARC y el gobierno es una agencia cubana.

Quien se plantee hacer que Colombia se convierta en una sociedad que se asimile a las democracias avanzadas debe empezar por entender que esas castas del poder son el enemigo a batir y que ya han llegado a una simbiosis completa con los comunistas, con los que esperan implantar otra dictadura como la venezolana. Es decir, dado que son el mismo enemigo que el comunismo y las mafias de la droga, es necesario empezar por no transigir en ninguna medida con ellas.

Sin derrotar a esa conjura no puede haber restauración democrática ni menos obviamente combate efectivo contra el tráfico de drogas. Luego, ése debe ser el eje de cualquier política recta. Todo esto parece muy obvio pero no lo es: no hay un partido que se plantee excluir a los comunistas o a los aliados de Santos de cualquier acuerdo ni describir a los gobiernos "liberales" de los noventa como simples bandas criminales. Ni hablar de deshacer el engendro del 91 y castigar a todos los instigadores del terrorismo comunista.

Esa corriente coherente no existe en Colombia y puede que falten generaciones para que surja. Mientras tanto el combate contra el narcorrégimen dependerá de lo que pase en Venezuela y sobre todo de las elecciones estadounidenses.

(Publicado en el blog País Bizarro el 25 de julio de 2016.)

jueves, mayo 26, 2016

El esfuerzo de la paz


No entiendo, luego mando
Sin pensar en la esclavitud no se puede entender nada de Colombia. Por eso los de derecha que se oponen a la izquierda en el sentido que la demagogia socialista tendría en Europa son pobres engañados que añoran un mundo ya perdido para siempre, en el que tenían alguna jerarquía. La opción correcta de las clases altas de antes es el comunismo, para comprobarlo basta con ver la situación actual de las grandes familias que se han afiliado a ese bando y la de las demás.

La forma en que la esclavitud es la principal institución colombiana se podría demostrar de muchas maneras, pero no es el tema de esta entrada. Lo relato porque en muchísimas discusiones con doctorcitos izquierdistas descubría que cuando ellos no me entendían eso se convertía en un argumento contra mí. Los demás tienen el deber de decir lo que ellos puedan entender; si no lo hacen, la culpa es de los demás. ¿En qué contexto se puede dialogar así? Yo lo sé: en las conversaciones con el servicio doméstico, cuyas opiniones no importan y apenas se le presta atención con un sentido instrumental. ¡Cuánta impaciencia generan esos balbuceos y cuchicheos ininteligibles! Como las opiniones o ideas que no son las habituales de los señores. De hecho, no importa que el contexto sea diferente, proclamar que uno no entiende automáticamente le otorga un rango social superior.

Un día vi que entre los términos que eran TT en Twitter en Colombia figuraba #DonaldTrumIsTheNewHitler. Me indignó porque me acordé de la propaganda de la izquierda contra Ronald Reagan (ahora el siniestro William Ospina hace creer a los universicarios que él es como Borges, pero en los años sesenta se decía de Borges lo mismo que ahora se dice de Trump). ¿Cómo podría un amigo declarado de Israel como Trump ser como Hitler? Escribí esto para burlarme de la ocurrencia: 
Y me encontré con esta respuesta de una dama con la que nunca he tenido ninguna interacción de ninguna clase en ninguna red social:

A estas alturas sigo sin entender qué puede haber de antisemita en mi tuit. ¿Habrá alguien que no sepa que Hitler mandó asesinar a millones de judíos? ¿No es evidente el sarcasmo? Después me enteré de que el lobby judío estadounidense es más bien proclive a la izquierda, pero para el caso se trataba del apoyo a Israel. No importa, a una alta funcionaria y columnista no le hace falta entender, es Colombia, cuanto menos se entienda más respetable se es, más resultan los demás equiparables al servicio doméstico.

Pero ¿hace falta entender?
La esencia de los valores y actitudes de los colombianos está definida por su pasado, cosa de la que casi ninguno es consciente. Ese pasado es la Contrarreforma católica, aplicada con especial saña allí donde los poderosos recibían la encomienda de evangelizar a los paganos. La incapacidad de la crítica define a las naciones hispánicas desde entonces y explica todo el retraso de España (no era lo mismo en el siglo XVI) respecto al resto de Europa occidental. Sencillamente, se está con la única fe verdadera y se odia al hereje, al judío, al musulmán, al masón, al ateo, etc. (para la mayoría de los colombianos de las generaciones anteriores sería imposible discriminar entre esos conceptos). El precio de cuestionar la autoridad o no serle totalmente leal era elevado. Por eso los colombianos son personas de adhesiones firmes, los que van a la universidad odian a Uribe más allá de toda racionalidad, sin inquietarse en lo más mínimo por el éxito de los sociópatas de las guerrillas, y los demás están de acuerdo con él haga lo que haga. Eso les ahorra el esfuerzo de entender, y puede que sientan que por eso adquieren un rango social superior.

Por eso no se intenta entender qué quiere decir este tuit:
La cuestión es que las producciones de la mayoría de los uribistas hacen pensar que ellos están contra el proceso de La Habana. Parece que están contra ese proceso en la medida en que lo esté Uribe, de otro modo están a favor. Son grados de acomodamiento al sentido que permiten entender al país. O sea, permiten entender la mente del bárbaro, que es aquella en la que las palabras no tienen un sentido fijo sino que se pueden entender cada vez con un sentido distinto. Primero estaban a favor de la paz porque naturalmente no van a estar a favor de la guerra. Después estaban a favor de la negociación de paz (llamada "paz") pero no de la componenda de La Habana. Ahora están a favor de la componenda de La Habana (llamada "paz") pero con la condición de mejorarla.

Los políticos necesitan obtener votos y aun mayorías para que su actividad tenga éxito. Por eso todo lo que dicen tiene por objeto alcanzar esa hegemonía. Cuando un político tiene asegurado el voto de los radicales de un bando, intenta atraer a los moderados para sumarlos. Según esa visión, dado que no hay ningún sector político que se oponga con más firmeza a la infamia de La Habana, Uribe intenta atraer a los moderados y así sumar. Y por eso intenta evitar que en el plebiscito se elija entre la paz y la guerra, según temen que sea la propaganda oficial. Entonces, a los que se muestran receptivos respecto de esa propaganda los tranquiliza con la promesa de continuar con "el esfuerzo de la paz" aunque Santos pierda el plebiscito.

 La mayoría engañada
¿Dónde falla el enfoque anterior? En las palabras. La política se basa en la mentira, pero la pura mentira, la mentira sistemática, termina generando sólo confusión y haciendo perder la noción de lo que se busca. El acuerdo con los terroristas no es "la paz". Cuando se usa la jerga de la propaganda del enemigo, se empieza a estar en su bando. Si lo que se quiere es ganarle a Santos el plebiscito (lo último es que probablemente tenga que convocarlo después de la resolución que aprobó por unanimidad el Senado estadounidense), no se puede animar a la gente a votar contra algo que no se cuestiona. Si la propaganda llama "la paz" al acuerdo con los terroristas y uno lo refrenda, ¿qué les va a decir a los votantes para que se opongan? El resultado de eso ya se vio en 2014 con un candidato que imitaba a Santos.

De modo que la mayoría formada por guerreristas y mejoradores de la paz no tendría mucho fuelle porque no podría ofrecer nada creíble. Lo que pasa es que el objetivo de Uribe no es vencer a las FARC ni menos promover la democracia (que intentó abolir con su plan de presidencia perpetua), sino recuperar la presidencia. Sólo así se entiende que no quiera arriesgar su cuota de poder ni sus relaciones con los politiqueros más poderosos desautorizando rotundamente las negociaciones.

Colombia sin paz
La amenaza del narcorrégimen es así: si no se alcanza la paz, volverán las masacres y el terror. El paso siguiente es la admisión solemne de un cese al fuego bilateral (que los asesinos ya anuncian en Twitter), y queda la impresión de que los terroristas tienen a los ciudadanos a su merced. Esa declaración de sumisión al terror por parte del gobierno oculta el elemento central, que es la existencia de la ley internacional, de la CPI y de la declaración de los Derechos Humanos. Y es que los terroristas necesitan más la "paz" que los cobardes que se les someten: si no hubiera acuerdos, podrían matar a algunas personas más, pero ellos individualmente serían reos de persecución y terminarían como Ricardo Palmera. De modo que su única verdadera arma es el gobierno de Santos y la trama grande (las FARC son sólo la punta de lanza) del Partido Comunista, la Universidad, los sindicatos de funcionarios y las castas dueñas del país.

Pero todo eso tampoco es muy sólido: el régimen venezolano ya va racionando la energía y pronto traerá la hambruna. Cristina Fernández ya cayó y la puede seguir Dilma Rousseff. La sucesión de Obama no parece tan feliz. Los recursos del gobierno de Santos para comprar apoyos no son lo que eran y los precios del petróleo no se van a recuperar. El descontento es generalizado. En el supuesto de que anunciaran la firma de "la paz", se trataría de un gobierno sin apoyos con una banda criminal a la que odian la mayoría de los colombianos. La farsa sería demasiado difícil de sustentar. En 1991 contaron con la orgía de terror que le atribuían a Escobar y aun la Asamblea Constituyente no tuvo los votos ni del 20% de los ciudadanos. Sencillamente, se impusieron porque no había oposición. A Álvaro Gómez lo habían secuestrado antes y de algún modo lo forzaron a firmar (alguien me contó que en su programa de televisión todos los periodistas pertenecían a la izquierda).

Por eso necesitan a Uribe. Por eso amenazan día tras día con encarcelarlo, encarcelan a su hermano, intentan encarcelar a Zuluaga, etc. Sin el apoyo de Uribe y el uribismo no pueden vender la "paz", menos ahora.

Promesas constituyentes

Pero Uribe sabe eso y espera cambiar su apoyo a la paz con un cambio constitucional que le permitiera volver a ser candidato presidencial. ¿Qué otra cosa será lo que discuten con Álvaro Leyva y el abogado de las FARC? ¿Qué otro sentido puede tener el artículo de Juan Lozano en el que le reprocha a Santos que les incumpla a las FARC y acepta que éstas tengan delegados no elegidos? La apuesta de Santos, y antes de Pastrana, y antes de Barco y Gaviria, y antes de Betancur, es poder ofrecer un país sin masacres ni secuestros ni "conflicto". Ese atajo, inconcebible en ningún país civilizado, tiene cierto público en Colombia, pero no porque la población sea tan estúpida como para no entenderlo ni porque la propaganda sea tan eficaz, sino porque encaja en la tradición y porque las castas superiores obtienen ventajas del terrorismo (perdón por repetirlo todo tantas veces, pero la afirmación anterior quedaría sin sentido: el gasto público se multiplicó por 19 entre 1991 y 2002, y la desigualdad aumentó diez puntos del coeficiente de Gini, y la pobreza no se redujo).

Uribe no quiere resultar el que obstruye ese logro. "Para consolidar la paz" hará falta integrar a los reacios, y ¿qué mejor que un presidente que los desarma y desautoriza y está comprometido a respetar los acuerdos? Sus esperanzas no son tan infundadas como parece. La astucia de formar una mayoría con los que se oponen a la "paz" y los que quieren mejorarla no corresponde al interés de derrotar a Santos y las FARC, sino a otros cálculos.

(Publicado en el blog País Bizarro el 29 de abril de 2016.)